👠Veintisiete 👠

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Dulce

- ¡Vengan acá, pequeños demonios! - grita colérica Jenna.

Preparo el desayuno favorito de mis demonios, les encanta el azúcar y aún así solo tienen permitido comerla dos veces a la semana, o en su defecto cuando no juegan pesadas bromas a sus tíos.

Decir que son activos es resumir muchísimo la conducta de mis gemelos, los dos seres más importantes de mi vida, hijos míos que por poco pierdo gracias a Andrew y si deseo enfermo.

Estoy feliz a pesar de lo mal que nos ha tratado la vida a Jenna y a mi en la crianza de esos niños que ella ama, idolatra y malcría. Se tomó en serio su papel de tía consentidora.

La tranquilidad del campo me reconforta, es esa que mi corazón no tiene desde hace cuatro años, desde que algo se rompió en mi interior y me dejó por meses a la deriva, a tal punto de que mis hijos nacieron antes de tiempo con alto riesgo.

Dos meses en una incubadora ayudaron a qué sus corazoncitos se desarrollaran con normalidad, y que sus pulmones funcionaran como debían hacerlo.

Recé tanto que agoté a Dios con mis ruegos, implorando de rodillas que les permitiera vivir porque ninguna culpa tenían de vivir en un mundo tan podrido que al ver algo feliz, es necesario destruirlo.

Pero si, ante tanta insistencia Dios me concedió lo que esperaba, mis hijos ahora son fuertes y sanos, les encanta jugar pesadas bromas a las pocas personas que nos rodean.

Les valió cientos de castigos en sus cortas vidas, había momentos dónde me sentía sola e incapaz de criar a dos terremotos vivientes, mi adora amiga Jenna no lo permitió, fue ese pilar que me sostivo estos años.

Se quedó sin importar que mi hermano haya encontrado la felicidad en otra mujer.

Al saberlo me arrodillé delante de ella pidiendo perdón, mis problemas lograron alejarla del hombre que ella amaba y por el cual lloró meses en su habitación, creyendo que esos sonidos cargados de dolor escapan de mi.

"Hombres hay muchos en el mundo, pero solo una Dulce Coleman"

Eso me dijo, no se veía actuado, lo decía con tanta convicción que por poco y consigo perdonarme a mí misma por haberle fallado, sin embargo ese odio que mi propio ser siente hacia sí está igual de latente que hace años.

¿Cómo puedo hallar perdón en un acto tan egoísta? El día que Andrew me tuvo en sus manos y me alejó para siempre de ellos, lastimé a mi mejor amiga.

Tuve que convercerla de quedarse con Magnus, no de venir conmigo a Amsterdam para iniciar una nueva vida, tratando inútilmente de borrar todo lo acontecido en el pasado.

"Sin Dulce, no hay Jenna"

Las personas como ellas realmente escasean, su entrega hacia nuestra amistad y posteriormente a mis hijos le ganó el apodo de "mamita" como le dicen los gemelos.

Me encanta, sus ojos brillan como dos estrellas cuando ellos le repiten siempre que la adoran como a su segunda madre, y hasta que yo misma le llamaré así.

- ¡Mami! - los dos rubios de ojos azules se sostienen con fuerza de mis piernas, Jenna entra a la cocina casi escupiendo fuego por la boca.

- ¿Qué le hicieron a su tía? - no detengo el cuchillo, sigo cortando la fruta como si el volcán que está detrás de mí no estuviera a punto de estallar.

La mirada de Jenna me quema la espalda.

- Nada, somos buenos niños - contento la risa que desea escapar de mi.

Puta sinvergüenza (+18) (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora