Capítulo 29

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Negación

Paolo había entrado en un mundo peligroso siempre había sido el tipo de hombre que prefiere la paz a la guerra, la conciliación al conflicto.

Pero desde que su espoda Eva  había enfermado ella se había negado a ser su mujer muchas veces.

Él se acercaba a su esposa con una caricia y obtenía de respuesta: ¡Paolo estoy enferma, me duele mucho el cuerpo!

Paolo le daba su espacio para que Eva se sintiera mejor y después de días de espera,  veía a su esposa jugar con su nieta arrodillarse y no quejarse de ningun dolor hasta que ella se iba.

Esa era la rutina diaria.

Así qué contrato a una enfermera para su esposa, una que estuviera dispuesta a ayudar a su esposa con la casa.

Alguien que no se quejara y que tuviera paciencia con su Eva.

Y llegó a su puerta una mujer bonita y vuida que deseaba volver a trabajar y sentirse útil.

La entrevista de la mujer la hizo Harry, ya que la conocía desde niño, era la simpática tía de su amigo Thomson.

No había ningún problema con la mujer.

Eva se quejaba todo el tiempo y la mujer tenía todo el tiempo libre, sus hijos ya habían crecido y volado del nido.

La mujer tenía todo el tiempo y la disposición de ocuparse en algo productivo.

Y tenía la aprobación de Harry.

Solo había un problema no visto y mucho menos previsto, a la enfermera le gustaba el padre de Harry como hombre.

Ella consideraba que Paolo era muy atractivo y solía dárselo a entender con sus miradas.

Al principio sus venidas con sus amigas al restaurante le parecieron normales a Paolo.

Hasta que después de contratarla se volvieron  más frecuentes sus visitas al restaurante.

Y sus miradas a volverse más insinuantes.

Hasta que esa noche llena de estrés y de trabajo lo que se desborba en Paolo cayó derramado en el cuerpo de aquella enfermera.

Lo que Paolo sintió en su cuerpo fue excitante y siendo un hombre que nunca se había visto envuelto en una aventura o en enredo de faldas, aquella situación le provocaba emociones nuevas.

Pronto de tantas quejas de su esposa Eva vino la propuesta de la mujer de quedarse a dormir en la casa de los Carusso, algo que Eva aprobó.

La mujer era muy astuta, se ganó el aprecio de Eva con la actitud de consideración y conmiseración que Eva buscaba.

Así ella se ocupó de todo en la casa, hasta del marido de Eva.

Le estaba provocarlo tanto que Paolo se levantaba de la cama que compartía con su esposa Eva y se iba al restaurante a verse con la enfermera en la bodega de vinos.

Allí había una pequeña cama y en ella Paolo disfrutaba de una desenfrenada noche y luego volvía a su habitación  y entraba en la cama de espaldas para no mirar a Eva y sentirse culpable.

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