Capítulo II

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Dafne

La sonrisa de Eric desaparece y hago un repaso de su rostro, tiene ojos color verde claro, unas cejas gruesas, recuerdo que su barba es tipo stubble, y su cabello castaño, los mechones más largos le cubren las cejas, puedo ver también como se tensa y deja el vaso en la mesa mientras que yo agarro mi vaso de leche.

Se vuelve a recuperar y suelta una carcajada, mientras yo bebo mi leche.

—Que buena broma Collins.

Frunzo mis cejas «¿Cree que es una broma?».

—No estoy diciendo una broma, quiero el divorcio. —repito de manera calmada.

—¿No lo es?

—No. Estoy hablando muy seriamente, he llegado a mi limite Harrington, he sido tu burla durante tres años de matrimonio, he sido la que recibe tus gritos todo este tiempo, he puesto una cara feliz ante todos fingiendo que tenemos un buen matrimonio. Pero ya no, lo mejor es que nos divorciemos, has abusado del amor que te tengo para hacerme sentir miserable en cada aspecto sin saber por qué y no lo necesito saber.

Aprieto un poco el vaso que tengo en mi mano y me digo a mí misma «Fin, lo he dicho». Veo su rostro de sorpresa ante todo lo que he dicho, solo se queda mirándome sin decir una sola palabra, hasta que suelta un suspiro y se aclara la garganta.

—¿Lo estas diciendo en serio? ¿No lo sabes? Me tuve que casar contigo sin amarte, pero tú me obligaste a esto junto a tu familia, Collins. Te detesto por atarme en este matrimonio sin amor, en este matrimonio por contrato.

No me ama.

Me detesta.

Eric Harrington no tiene ningún sentimiento de amor hacia mí.

¿Matrimonio por contrato? ¿De qué está hablando?

—¿Crees que sigo amarrado a este matrimonio porque te amo? —suelta una risa burlona—. Es que no puedo creer que después de tres años te des cuenta de que no siento absolutamente nada por ti más que odio. Te demostré todo este tiempo que no te quiero en mi vida.

—¿Entonces para que me pediste matrimonio? Si no me amas no tenías que hacerlo, estos años me has recalcado que te robe tu oportunidad de casarte con quien querías, bien, pues ahora ya podrás.

—Por el maldito contrato de matrimonio que tú me obligaste a firmar.

—¿Cuál contrato? Estas demente, me culpas de cosas que no tengo ni la menor idea. Deberías alegrarte de que te estoy pidiendo el maldito divorcio.

Frunce su ceño y me mira con duda.

—Del contrato que tu abogado me entregó cuando estábamos saliendo, del famoso contrato de matrimonio que tenía que firmar si quería que...

—Yo no te envié nada, estas equivocado.

—¡Si lo hiciste!

—Estas totalmente demente, yo nunca envíe al abogado Tom.

—Enviaste al abogado Javier.

—¿Y quién carajos es el abogado Javier?

—Tu abogado.

—Mi abogado se llama Tom Smith.

—¿No se llama Javier?

—No.

Me siento enojada de esta acusación. Quisiera saber de qué contrato habla, pero lo averiguare con el abogado mañana.

Mi cabeza es un caos de emociones.

Salgo de la cocina dejándolo en el mismo sitio, subo las escaleras y recorro el pasillo hasta llegar a mi habitación, todo este tiempo hemos dormido separados, ya que desde el día 1 dijo que no le apetecía dormir conmigo «¿Cómo es que llegamos a esto?».

La mitad de la planta alta de la casa me pertenece, son dos recamaras y un balcón, donde una de las recamaras la remodele convirtiéndolo en mi espacio de trabajo pese a que esta junto a la otra recamara, están separados por un muro. Teniendo así la recamara con baño y el balcón.

Me siento en una de las sillas que esta fuera del balcón para cenar. Dejando al final el vaso en la mesita y la envoltura la meto al bote de basura dentro de la recamara. «Solo quiero dormir», cierro el balcón y uso el baño para lavar mi rostro y cepillar mis dientes, me cambio poniendo un pijama en conjunto de cuadros azules con amarillo.

Apago las luces y no tardo en conciliar el sueño.

Más allá de un contrato de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora