Capítulo XXII

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Eric

—¿Estas escuchándome? —mueve una mano frente a mí.

—¿Qué?

—Olvídalo, ya me contestaste.

—No estaba poniéndote atención —confieso— mi mente está en otro lado.

—Eso lo puedo ver, mi mente también está en otro lado —se deja caer en el respaldo del asiento.

—¿Algo que decir? —le insisto a que hable.

—Sabes bien lo que pasa —suelta—, la cague horrible, no hay manera de recuperarla, solo me queda verla feliz con su familia.

—¿Estas arrepentido? —digo burlón—, recuerdo a un Ángel de hace años diciendo que no valía la pena estar con ella.

Hace una mueca en su rostro y sé que su cabeza está llenándose de los recuerdos de años atrás.

—Era un cabrón de primera, no puedo enojarme, ella está saliendo adelante, debería hacer lo mismo.

Se termina el trago de golpe, yo sigo sus pasos con el que tengo en mi mano, los vuelve a llenar y este hombre quiere que nos dé un coma etílico, el problema es que, en vez de pararlo, sigo tomando con él.

—Lo sigues siendo —suelta un bufido—. ¿Pensabas que iba a esperarte toda su vida? Mientras tú pasabas de cama en cama, ella esperaba que fueras con ella, nunca lo hiciste.

—Vaya amigo tengo, deberías de darme ánimos, no decirme que hice o no hice.

—Como soy tu amigo te estoy diciendo que mierda hiciste sin endulzarlo.

Mi mente divaga en todos mis recuerdos con la rubia, cuando su mundo se derrumbó y tuvo que dejar sus estudios para ser el sustento de su casa o aquella vez que me salvo el culo cuando me acosté con una mujer comprometida, en mi defensa no lo sabía.

Volteo para ver al borracho de mi amigo que sigue alegando en lo que pudo a ver pasado si se hubiera dado una oportunidad y no temerle al compromiso, lo escucho dedicarle algunas groserías al esposo de Susan.

—Es un desgraciado infeliz...

—Deja de culpar a Max —lo corto—. Es un gran hombre, es todo lo que Susan necesita, es un buen esposo, amigo y compañero para ella —presiono su herida de ego que tiene—. A diferencia de ti, el supo tomar las oportunidades que se le presentaron en frente. No huyo, no se alejó, el sabía lo que quería y se quedo por ella.

Bufa y pone su mano en mi cara.

—Cállate. Se supone que somos mejores amigos, deberíamos odiarlo en conjunto.

—Lo odiamos, pero reconozcamos que es un gran hombre.

—Bastardo —alzo la ceja—. Los dos son unos bastardos, tu por tener a Dafne y el otro por tener a mi Susan.

Blanqueo los ojos y dejo que siga insultándolo, no tiene remedio.

Sigo revisando cada cinco minutos mi teléfono, es una mierda.

Los mensajes desde hace dos días siguieron incrementando, todos de fotos, videos y audios de un niño de exactamente 5 años, en tres meses cumplirá 6. Verlo no me produce nada, mi piel quema cada que veo algo relacionado con él, pero no significa que me produce la mierda de amor paternal.

El parecido físico conmigo es similar, pero no quiere decir que sea mi hijo, me niego a que lo sea.

Siento el calor del alcohol en todo mi sistema, mañana sabremos si es mi hijo o no. Después de casi tres semanas, Vanesa acepto que la prueba de ADN se hiciera donde elegimos.

Más allá de un contrato de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora