Capítulo XXIII

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Dafne

Estoy a punto de comerme las uñas ante el resultado que vaya a salir.

Vuelvo a leer dos, tres, cuatro, cinco veces las instrucciones como si fuera una novata que no sabe cómo se usa una prueba de embarazo.

Puedo sentir tres miradas en mí.

No me giro, pero los miro a través del espejo. Aranza me mira con una sonrisa grande y llena de emoción. Michael me sonríe haciendo que el nerviosismo se reduzca a cero.

Pero el nerviosismo vuelve a entrar en mi cuerpo cuando Richard me mira con los ojos entrecerrados.

—¿Qué? —pregunto en su dirección.

—Dime por lo que más quieras que el hijo no es de Eric —su intento de bromear me saca una sonrisa.

—Se vale soñar —Michael le palmea el hombro.

—Estamos felices por ti preciosa, es lo que quieres, te apoyamos —Aranza es la que corta la broma de los dos hombres en el baño—. Ahora, necesitamos tu pipí en las 10 pruebas de embarazo que compramos.

—¿Haces tanta pipi? —pregunta Michael abriendo mucho los ojos.

—Tengo la esperanza de que ese bebe sea hijo de algún vagabundo —suspira Richard.

—Lo hará en el contenedor, luego pasaremos las pruebas sobre este. Nos llevara bastante si hace una por una con su orina.

—¿No son pocas las pruebas? —pregunto—. Tengo la certeza de que alguna puede fallar, pero... ¿Y si todas fallan?

—Tienes náuseas y mareos, es evidente lo que va a decir la prueba de embarazo —Aranza intenta tranquilizarme.

—Yo te dije que fuéramos por la prueba de sangre —Michael saca unas galletas que trajo del bolso de Aranza.

—Yo apoye la idea de él —lo señala Richard—. Dame galletas.

Ambos hombres comen galletas mientras no pierden de vista ninguno de mis movimientos, Aranza se sienta sobre la bañera con una pierna sobre la otra.

Me quedo mirándolos.

—Necesito privacidad —alzo el contenedor.

—La tienes —dicen al unísono los tres.

—Salgan.

—No —dicen en unísono.

—No hare pipí con ustedes aquí, mi amistad no es tan grande para que me vean sentada orinando.

—Aguafiestas —murmura Michael con la boca llena.

Cuando Aranza piensa en salir la sostengo del brazo dándole una mirada de que ella si puede quedarse. Ambos hombres salen del baño, sin cerrar la puerta y sentándose en el piso mientras hablan.

Aranza cierra la puerta y las manos empiezan a sudarme cuando hago todo sobre el contenedor y Aranza comienza a mojar las pruebas con mi orina tal cual especifican las instrucciones.

—¿Por qué estas tan nerviosa de lo obvio? —me pregunta Aranza.

—Es curioso que lo esté.

—Pero si sabemos que estas embarazada sin la necesidad de esto, lo sabes ¿Verdad?

—Puede que no —le digo mientras sostengo la prueba—. Quizá solo estoy teniendo los efectos secundarios que dejo el anticonceptivo.

—No lo creo —termina por decir.

Cuando las 10 pruebas se encuentran en proceso, la puerta es abierta por Richard, que sin inmutarse si estaba o no en el escusado entra.

—¿Ya?

Más allá de un contrato de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora