🌊•Capítulo 5•🔥

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Katie Chan Jary

Cuando al fin la cocina estuvo totalmente limpia, nos dirigimos al balcón de la sala de estar —el mismo de ayer— para disfrutar de la brisa que este nos ofrecía. Nos recostamos a la barandilla, consiguiendo adquirir una vista preciosa al paisaje del bosque en la mañana.

—Imagino que hoy no me vas a pedir que te enseñe a cocinar, ¿verdad? —cuestionó, levantando una ceja.

Lo fulminé con la mirada, pero él solo se rió a carcajadas. Apreté mis puños y mandíbula, enfadada, —¡¿De qué te ríes?!

Mi grito no le causó la más mínima irritación, simplemente alzó las extremidades de sus labios, victorioso.

Giré mi cuello hacia el frente; habían cosas mejores que hacer a estas horas.

Kaito Kim

Involuntariamente me quedé bobo mirándola.

¿Qué me estaba pasando?

Hace veinticuatro horas veía la vida como algo aburrido y mecánico, pero con ella no paro de reír. Es tan graciosa, tan indefensa... Luce tan frágil ante mis ojos, pero eso no hace que reduzca su nivel de belleza... Digo, no está mal.

—¿Oye? —escuché la voz de la pelirroja, haciéndome volver a la realidad.

—¿Qué pasa?

—¿Qué mirabas tanto?

Me perdí en el color ámbar tan sorprendente de sus ojos, —A tí —tan pronto como dije eso, que no sé no como se me salió, traté de repararlo—. Digo... eh... que me di cuenta de que aún andas en pijama. Deberías cambiarte —y con eso rodeé los ojos, cambiando la dirección de mi mirada.

Katie Chan jary

Si no me equívoco él había dicho "a tí". Reí en mi interior, sabía bien claro lo que pasaba. Dando un paso hacia delante, le dije:

—Ya me voy a cambiar.

—Ve, nadie te lo impide.

—Está bien.

La verdad, estaba esperando a que dijera algo pero, como no fue así, giré sobre mi propio eje imaginario y subí las escaleras hasta mi habitación.

Me vestí sencilla, después de todo, estaba en mi casa, aquí no era necesario arreglarse mucho o vestirse muy elegante. Recogiendo mi cabello en una coleta —dejando que algunos mechones delanteros se ubicaran frente a mi cara— regresé a la sala de estar.

Lo vi a él sentado en uno de los sillones, muy distraído, pero apenas sus ojos captaron mi presencia volvió a la realidad.

—Ya estoy lista —informé. Esperé a ver si decía algún cumplido acerca de mi atuendo pero nada, solo me examinó de pies a cabeza sin decir una sola palabra— ¿Qué vamos a hacer hoy? ¿O planeas quedarte ahí sentado todo el día? —pregunté para desaparecer el silencio entre nosotros.

—Que graciosa —se defendió, agudizando su voz—. Para ser sincero, desde que llegué a este lugar se me antojó visitar el bosque de tu propiedad. Podemos dar un paseo, si quieres.

—¡Claro! —respondí, muy emocionada, juntando las palmas de mis manos y dando un pequeño salto— Hay un Jeep en el garaje, podemos utilizarlo.

—¿No se supone que los paseos se dan caminando?

—Podría ser si la entrada correcta al bosque no se encontrara a más de diez kilómetros de aquí —admití, cabizbaja y con una pequeña risita burlona.

Tras un último suspiro, me dedicó una mirada, —Está bien. Un momento... Nosotros no hemos desayunado.

—¡Yo no volveré a meter un pie en esa cocina!

—No me refiero a eso, y yo tampoco. Digo que deberíamos llevar comida y algo de beber.

—Ah, sí. ¡La preparas tú! —le entregué el trabajo de chef, tocando su hombro izquierdo, y con eso me fui alejando de allí.

El muchacho volvió a suspirar y sin más remedio empezó a caminar hasta llegar a la cocina.

...

Unos minutos después, decidí ir a ver qué es lo que preparaba para llevar. Cuando me detuve a su lado casi me desmayo al ver lo que estaba dentro de un recipiente transparente.

¿Pepinos?

—¿Se puede saber por qué estás preparando esto para llevar?

Él, manteniendo una calma sorprendente, me quitó la fruta de un tirón y la guardó en su lugar.

Me ofendí con eso, pero igual no me rendiría.

—Llevaremos esto —ordené, poniéndome en puntillas de pies, estirando mis manos hacia el estante sobre nuestras cabezas, saqué de él dos paquete de pringles de cebolla.

—No.

—¿Por qué?

—Porque presentan un alto contenido en grasas saturadas, en otras palabras, no son saludables.

—¿Y eso qué?

—Que no son buenas para la salud.

Di un paso hacia él, y, con voz desafiante, dije:

—Llevaremos pringles, te guste o no.

Ninguno de los dos tenía en mente rendirse, por lo visto, pero igual gané yo. Empacamos, además de eso, dos frascos de Coca-Cola.

Estaba tan contenta por mi victoria que daba saltitos al caminar. Fuimos al garaje a sacar el Jeep, encendimos el motor y cogimos rumbo al área forestal. Para llegar allí, o a la parte que yo quería ir, había que pasar por la carretera a su alrededor y luego adentrarse por un trillo que conducía hacia los adentros del bosque. Cada vez que nos adentravamos más el camino se hacía más estrecho y muchísimo más difícil para conducir. Tuvimos que bajarnos del vehículo debajo de un gran árbol que seguro lo cubriría con su sombra. Abandonamos ese lugar y continuamos caminando, pero me cansé cuando ya habíamos caminado demasiados metros; habían sido tantos que parecían kilómetros.

—¡Ay, no puedo más! —y con eso, sin pensarlo, me arrodillé en medio del camino.

Tras haber inhalado con profundidad, el de cabellos oscuros se agachó para estar a mi alcance, —¿Necesitas que te ayude? —su voz se escuchaba grave pero al mismo tiempo baja. El sudor y el cansancio de la caminata anterior no se le notaba porque seguía estando igual de atractivo que siempre. Él era la única persona que, aunque recorriera el desierto del Sáhara caminando, se pondría mucho más lindo aún.

Arrugando la frente por mi estrés, simplemente asentí., pero lo que él llamaba "ayudar a caminar" era cargarme en sus brazos, al estilo princesa. Otra vez, sentí mis mejillas calentarse instantáneamente.

Nuestros rostros se encontraban a centímetros. Mi respiración estaba agitada, pero la de él continuaba totalmente normal.

Cincuenta metros más adelante, escuché el sonido de agua cayendo desde algún lado, él cual aumentaba con cada paso.




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UNIQUE LOVE✔ (#1SAGA: PRIMEROS AMORES) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora