🌊•Capítulo 51•🔥

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Katie Chan Jary

A la mañana siguiente, —súper temprano— me levanté de mi cama y me alisté para salir. Necesitaba un poco de aire fresco para tomar una buena desición, ¿y dónde mejor que la playa para hacerlo?

Cuando mis pies sintieron la frialdad de la arena, alcé la vista al frente para contemplar los primeros rayos de sol que llegaban a este día, formando un hermoso amanecer. Contemplaba los atrayentes colores que el cielo adquiría esta mañana; era simplemente impresionante. Mi cabello se movía hacia atrás con la brisa mientras me acercaba en pasos lentos a la orilla para seguir caminando en ella, cosa que me encanta hacer. Al haberme cansado, me dirigí a la arena seca, saqué una toalla y la puse sobre el suelo para luego sentarme de piernas cruzadas sobre esta, de frente al bello amanecer.

—Que difícil es la vida —dije desde mis adentros, empezando a desahogarme con la nada y manteniendo la mirada hacia delante—. Si Kim hubiera sido de la misma clase social que yo mamá lo aceptaría con los brazos abiertos, aunque se tratase de un mujeriego infiel o de un pervertido que no vale la pena. ¿Por qué, mamá, no puedes aceptar en tu familia a un chico tan bueno, amable y sincero como él? ¿Por qué eres así de cruel e injusta conmigo? ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Como de costumbre, gruesas lágrimas brotaron de mis ojos color ámbar, apagando la llama de mi corazón. Lloré y lloré hasta que ni ganas tenía de seguir en lo mismo. Traté de limpiar mi rostro, pero fue imposible ya que estaba totalmente húmedo, necesitaría un pañuelo o algo así. Como si me hubieran leído la mente, una pequeña mano apreció delante de mi rostro con un pañuelo blanco. Dudosa pero al mismo tiempo sorprendida, giré poco a poco mi cabeza hasta terminar observando a una niña pequeña, de cinco o seis años. Su cabello corto era negro y brillaba como cristal reflejando la luz del sol. Poseía unos adorables ojos marrones, cara redondita y piel pálida.

—Ten, es para tí —me lo ofreció el pañuelo, con una voz aguda y ciertamente graciosa.

Sus gentiles palabras provocaron que sonríera. Lo acepté y con él sequé primero las lágrimas de mis mejillas.

—¿Por qué llorabas tanto?

Esa pregunta no me la esperaba. Teniendo en cuenta que se trataba de una niña pequeña, le respondí: —Por cosas tontas de adultos, pero tranquila, ya se me pasará.

Ella infló sus cachetes —como suelo hacer yo misma— y, notablemente enfadada, se cruzó de brazos y desvió la mirada hacia el mar para luego decir:

—Todos dicen eso, nadie quiere decirme la verdad.

Me dio cierta lástima lo que había dicho así que, aunque me doliera, iba a contarle lo que me estaba pasando, pero sin muchos detalles. Suspiré con profundidad, —Mi madre me puso a escoger entre muchísimo dinero y el chico al que amo.

Justo después de haberlo confesado, recibí una mirada sorprendida de parte de ella; sus lindos ojos marrones se abrieron al máximo, —Wow, que difícil —comentó, diciendo lo último en tono triste.

Asentí al instante, dándole la razón. Tras unos segundos en los que el sonido del viento fue lo único que se escuchó, la pequeña rompió el hielo con una pregunta.

—¿Cómo te llamas? ¿Sirenita Ariel?

Reí para mis adentros, —No, que va. Me llamo Jary, ¿y tú?

—Jin-shu.

—Que hermoso nombre tienes.

—Gracias —me agradeció, sonrojándose ligeramente.

Hablar con esta niña me hacía bien, pues conseguía distraerme de mi dolor, así que preferí continuar con la conversación, —¿Dónde vives, Jin-shu?

—Allí —apuntó una deteriorada casita de madera con un pequeño muelle al frente y una barca en él, al final de la playa—. Vivo con mi tío y con mi hermana menor.

—¿Y tus papás?

Creo que no debí abrir la boca, porque hubo un silencio bastante largo que me transmitió todo lo necesario.

—Murieron —confesó, rectificando mi suposición—. Por eso vivimos allí con mi tío. Él es pescador, pero no ha estado pescando mucho porque se le rompieron las redes de pesca y no tiene dinero para pagar unas nuevas. Tenía una novia que lo ayudaba con mi hermana y yo, pero ella lo dejó porque decía que habían hombres mejores —me cuenta  más de lo que debería decir—. Mi tío me enseñó que dar nos hace felices, por eso siempre que puedo le doy de mi merienda de la escuela a los niños que viven peor que yo, y eso me hace feliz.

—Cierto —concordé con ella, sonriendo de oreja a oreja gracias a lo valiosas que habían sido sus palabras—. Jin-shu, dile a tu tío que te educó bien —le pedí, acariciando su cabello negro con cariño y mirándola con dulzura—. Siempre sé así, por favor.

—¿Cómo?

—Tan especial —admití, sin dejar de sonreírle.

De repente, una voz a lo lejos gritó fuertemente el nombre de mi nueva amiga, por lo que esta, después de responderle a gritos para que la escuchara, se despidió de mí con un abrazo de oso y corrió hacia su casa. Aquella debió ser la voz de su tío.

Escuché mi teléfono vibrar, así que lo saqué y contesté a la llamada. Resultaron ser los del hotel Jin-hiuk para pedirme que cantara allí por la inauguración del lugar, que se celebraría esta noche. Como no tenía nada más en mi agenda que una corta sesión de fotos dentro de una hora, acepté ir. Después de todo, dedicarle un día al trabajo me ayudará a no pensar tanto en mi decisión, ¿no?


 Después de todo, dedicarle un día al trabajo me ayudará a no pensar tanto en mi decisión, ¿no?

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