Dilan es un estudiante de 2do año de secundaria, tiene 16 años, escuálido de nacimiento, apasionado de la fotografía y gay, todo lo necesario para ser el motivo de burlas de sus compañeros de clase.
Puerta con puerta a su casa se encuentra la mansió...
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Si dos personas realmente quieren estar juntas, lo estarán, no importa las condiciones, las pruebas, los obstáculos, los años ni las distancias.
Cuando hay amor y voluntad, todo es posible.
Dilan Hidalgo
Me sentía como la mierda, tenía a Polo frente a mi, con esa sonrisa despampanante que me derretía por dentro, y yo que, estaba a punto de terminar con nuestra corta pero fugaz relación.
─¿Y bien?, ¿nos vamos?─ inquirió─ ¿a donde me llevarás?.
─Polo yo...
─¿Qué pasa?.
Venga Dilan, no tienes por que arruinar este momento, disfruten, aunque sea la última vez, luego se lo contarás...aunque duela.
─Nada─ sonreí y moví mis manos─ ¿nos vamos?.
Polo imitó mi primer gesto y asintió. Me tomó de la mano.
─¿Qué haces?─ inquirí asustado y mirando hacia el interior de su casa, si Lucrecia o peor su padre nos llegaban a ver sería nuestro fin.
─Tranquilo, no hay nadie en casa-informó─. ¿Pedimos un taxi?.
─Vale.
No demoró ni cinco minutos, nos subimos y Polo me miró con complicidad.
─¿A donde vamos motita?.
─Es sorpresa.
─¿Son pareja?─ inquirió el conductor.
Asentimos, por un momento pensé que sería otro de esos homófobos cavernícolas del siglo XVII, y no mejor dicho, pero fue todo lo contrario.
─Me alegro por ustedes, el amor es muy bonito, en sus diversas formas, no se como existen personas que aún no lo entienden.
─Pues si─ Polo suspiró- yo tampoco.
Sabía que se refería a su familia, esta vida era muy injusta, por lo menos mi familia me apoyaba, había tardado en eso, pero el aliento incondicional que había recibido desde ese entonces se los agradecería infinitamente.
Tomé su mano y el la sostuvo con fuerza, un gran nudo se creó en mi garganta, dolía saber que tendría que acabar con lo nuestro de la peor manera.
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En el trayecto ninguno dijo nada, Polo parecía absorto en sus pensamientos así que ni siquiera se dió cuenta de cuando le dije al conductor donde debía de llevarnos, pero nunca soltó mi mano en ningún momento.
