Capítulo 34

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34- Las disculpas -

Nadie sabe el valor de los momentos hasta que son recuerdos.

Dilan Hidalgo

Comenzaba a sentirme débil, los azulejos del baño comenzaron a perder su intenso color verde, mi vista se nublaba, los párpados empezaron a pesarme. El cuarto de baño se había estrechado mucho más, me faltaba el aire.

¿Este es tu fnal Dilan?, les darás el gusto de verte derrumbado.

Poco a poco esa voz interna también despareció, en una fracción de segundo una pizca de nitidez volvió a mis ojos solo para ver el bote de pastillas antidepresivas que me resetó el doctor, completamente vacío. Una gruesa lágrima rodó por mi mejilla.

Si, este es mi final.

Un estrepitoso golpe me hizo volver levemente, el cansancio absoluto me estaba absorbiendo.

─¡Dilan!─ otro golpe en la puerta─. ¡Socorro!, ¡Derek, Dilan se encerró en el baño!─ era la voz de Jane.

─La-largo, déjenme en paz─ logré pronunciar en un susurro.

Volví a escuchar otro ruido ensordecedor, pero esta vez no pude precisar bien de que se trataba, quedé completamente sumido en la oscuridad, se hizo un silencio eterno, penumbroso, mortal.

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El sonido de una máquina de hospital era insoportable, mis oídos, mis ojos, mis extremidades, todo dolía. Una molesta luz se apoderó de mi vista, parecía una linterna, de esa que los médicos uzan para examinar tus ojos. Mis iris se movieron ante la molestia.

─Está estable─ escuché una voz en la lejanía, luego me dormí nuevamente y para cuando desperté totalmente mareado, Dani estaba a mi lado. Mis ojos comenzaron a escocer, pero la tristeza se convirtió en horror al ver un fluido rojizo que salía de mi interior.

─¡Da-Daniela!─ grité, el pánico y la desesperación se apoderaron por completo de mi, Daniela salió corriendo, asustada, pidiendo ayuda. Los enfermeros y el médico no tardaron en llegar, me aplicaron un sedante, lo último que escuché fueron las palabras de el médico:─ todo estará bien.

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─Le hicieron un lavado de estómago, al parecer lastimaron levemente su interior, por eso el sangrado─ abrí los ojos, mamá hablaba con María Isis, esta tenía los ojos llenos de lágrimas.

Notaron que me desperté y corrieron hacia mi.

─Hijo─ dijo mi madre desesperada─ ¿cómo te encuentras?─ María Isis me miraba, rabia y tristeza se cruzaban por su mirada.

Derek, papá, Jane y León entraron. No pude evitar que descargar toda la rabia y la frustración que llevaba dentro.

─Lo siento tanto─ para cuando lo dije en un susurro mi cara ya estaba empañada─ estoy muy apenado─ no lograba mirar a nadie.

─¿Por qué hiciste eso hijo?─ mamá luchaba por no derrumbarse también.

─Solo quería dejar de sentir este dolor─ señalé mi pecho─ solo quería descansar de toda esta mierda─ apreté mis puños y luché por controlar mis lágrimas.

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