𝐋𝐎𝐎𝐊 𝐀𝐓 𝐌𝐄 ||
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El Gobernador ataco la prisión, se perdieron vidas, pero también se hicieron nuevos amigos que finalmente se convertiran en su familia...
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° • ° CAPITULO 049 ° • °
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Maggie, Sasha y yo íbamos de camino al despacho de Gregory. Las tres íbamos furiosas, después de lo que paso anoche. Si no fuera por nosotras, nadie habría hecho nada, mucho menos el, que se encerró en el edificio.
Abrimos la puertas de la oficina. Dentro estaban Jesús y Gregory, discutiendo.
—Estaba apunto de decirle a la señora Cealing que les trajera una de sus famosas reservas de ruibarbo, en agradecimiento por su ayuda anoche—Dijo Gregory, de una manera muy cordial.
—Es la señora Maitlin—Corrigió Jesús.
Gregory lo ignoró—Pueden llevársela con ustedes. Y deberían irse ahora, los salvadores podrían volver.
—Nos iremos nosotras, pero deja que ella se quede—Dijo Sasha, avanzando unos pasos hacía el escritorio de Jesús.
—Así estaremos a mano por lo de anoche—Añadí.
—No hay trato, pero fue un gusto tenerlas aquí.
Bufe, y me aleje de alli—Viejo de mierda—Murmure, avanzando hacia el trailer en el que nos estábamos quedando.
Comencé a empacar las pocas cosas que tenía allí para el viaje a Alexandria. Mientras juntaba un poco de comida para llevar (por cierto, con bastante violencia) escuche la puerta abrirse.
—¿Nessa?—La voz de Brooke me hizo detenerme—¿Que pasa?
—No es...nada—Dije en un suspiro, y volviendo a mi tarea.
—Sabes que no es cierto.
¿Tan mala soy mintiendo?
—Necesito que Maggie se quede aquí, necesito que ella y el bebé estén bien. Ya perdí a Glenn, y a Beth, no puedo perderla a ella—Solte—Y lo único que hace Gregory es ser un reberendo hijo de...uy, lo siento—Añadí, al darme cuenta de la retahíla de palabrotas que podría haber soltado.
—No te preocupes...Maggie estará bien, Jesús se va a encargar de eso.
—Lo se, pero...me siento culpable de que sea el y no yo, de que yo me vaya y la deje.
—No la estas dejando, Nessa, ella sabe que te tendrá a su lado siempre, pero también sabe que tu tienes cosas que hacer y que hay gente que te necesita en Alexandria.
Suspire, dejando la mochila a un lado.
—Tienes razón...
—Además, me imagino las ganas que tienes de ver a Tara—Añadio.
—Y tu de ver a Carl, ¿o me equivoco?
Sus mejillas se tiñeron de rojo—¿Que?...yo...eh...no.