VI.

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Agostina despertó sintiendo una extraña necesidad de quedarse anclada a la cama. Cuando vio por la ventana, comprendió la sensación: el día estaba nublado y amenazaba con llover.

Aún así, salió de su habitación de la mejor forma posible; se dio una ducha caliente, no se cepilló su pelo mojado para que se seque dejando un aspecto desastrosamente prolijo, y se puso ropa específicamente cómoda, ropa que hacía que se sienta como si siguiera acostada en su cama.

-Buen día, Agos- Aimar la saludó con una sonrisa en el rostro.- Hoy necesitamos que estés sacando fotos en las canchas, todavía no, pero en un par de horas. Desayuná tranquila y organizate, nos vemos.- Terminó de comentar Pablo. Agostina se sorprendió de la velocidad con la que dijo todo, parecía apurado -o simplemente ella iba más despacio que el resto, las ocho de la mañana no era la mejor hora para dar indicaciones.

Agostina se dirigió al comedor para desayunar. Miró por encima de todos, sin prestar atención a las caras, a ver si encontraba una mesa vacía. Lo más parecido a eso, era una mesa habitada solo por Lautaro, así que no era mala opción.

Se sirvió un café negro y se dirigió hacia él.

-Buen día, Lau.- dijo ella.

-Mhm, hola.- respondió él, emanaba sueño, de solo verlo Agostina pensó en volver a la cama.

-¿Qué pasó, Laucha, dormiste poco?- preguntó ella.

-¿Laucha?- rio él.

-Bueno, che. ¡Es un apodo!- respondió.

-Perdón- dijo aún riendo.- La verdad que dormí como nueve horas, no me puedo quejar. Pero siempre me costó levantarme, siento que todavía necesito que venga mi vieja a destaparme y levantarme la persiana para poder despertarme por completo.

-Ah, te quejas de guapo, entonces.- Ella sonrió ante lo que Lautaro acababa de contarle.- ¿Con un café no te levantas? Me hacés acordar a Julián cuando éramos chicos. Yo me despertaba a las nueve de la mañana y él, a las cuatro de la tarde. A veces ni asfixiándolo con una almohada podía hacer que se levante de la cama. Pero después eso cambió, él empezó a levantarse temprano para entrenar y yo tarde por quedarme editando. 

-Fua, pensar que Julián es el que más madruga comparado con cualquiera de nosotros-.

Después de que Lautaro responda eso, Agostina se quedó pensando.

DIOS, ¿por qué mencionó a Julián? Ni que estuvieran hablando de él, ni que su vida entera se redujera a anécdotas con él, ni que estuviera viviendo en su mente después de ese sueño intenso con él.

-Ey, Agos, ¿todo bien?- Lautaro chasquea sus dedos adelante de la mirada perdida de ella. 

-Sí, sí, perdón. Me quedé pensando. Voy a buscar edulcorante, ¿querés que te traiga?- dijo ella.

-Eh, sí, dale-. Respondió él, dudoso ante la actitud de ella. De repente se había puesto nerviosa, y Lautaro hubiera jurado que si no fuera porque el comedor estaba realmente frío debido a las ventanas abiertas ante esa mañana nublada, podría haber visto gotas de sudor nervioso caer por la frente de la chica. Pero bueno, cosas suyas...

Cuando Agostina ya tenía bastantes sobres de edulcorante en su mano, alguien le habló:

-Ey, ¡Agos!- Bien. Era Julián. 

Sus nervios se iban poco a poco.

-Buen día, Juli- dijo ella.- ¿Cómo estás?

-Bien, bien- respondió sonriente.- ¿Dónde estabas sentada?- preguntó mientras apoyaba su mano en el hombro de Agos.

𝗠𝗔𝗥𝗢𝗢𝗡 ⎯  julián álvarez & enzo fernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora