19 de octubre, 2022. Buenos Aires, Argentina.
Agos se despertó de un tirón, se sentó en la cama. Los recuerdos de la noche anterior la abrazaron; recordó las lágrimas, los brazos reconfortantes de Enzo, las punzantes palabras de Julián. Le costó muchísimo abrir sus ojos, estaba sufriendo las consecuencias de derramar su alma en forma de lágrimas, estaba toda hinchada. Se removió un poco para sacarse las sábanas de encima, al moverse sintió ruido, eran los pedacitos de su corazón que se habían quebrado, rodó los ojos harta de que siempre todo termine así para ella. Iba a tener que sacar el hilo y la aguja de nuevo.
Dentro suyo, no culpaba a Julián, es más, le parecía la mejor opción, pero aún así le dolía. Todo había sido tan repentino, debería habérselo visto venir, su relación estaba yendo en picada últimamente; pero a veces no se acepta el querer dejar ir, a veces solo queremos cerrarnos y dejar de sentir y a veces también queremos encerrar nuestros dolores en una caja y tirarla al mar, ver como las olas alejan nuestros problemas.
Amaba a Julián con toda su alma, pero él tenía razón, no podían seguir en ese juego, no podían seguir fingiendo que eso que hacían funcionaba. Eran almas gemelas, pero no de forma romántica. En esta vida el destino los había tatuado con el título de amigos, y así debía permanecer en este universo; tal vez en otro acababan casados, viviendo en Londres, con dos hijos y un perro. No es el caso de este mundo y este tiempo. Lo bueno de todo era que su relación, con certeza, se iba a recuperar, pero aún la herida estaba sangrante y adolorida.
Al menos no iba a tener que lidiar con el insomnio de las 2 am, preguntándose a sí misma ¿A quién amas? Después de la lluvia sale el Sol, tal vez estaba rozando con los dedos la estabilidad. Con Julián, su amigo, a su lado nada podía estar mal.
Refregó sus ojos con la esperanza de que la hinchazón se disipara aunque sea un poco; observó a su alrededor y buscó a Enzo con la mirada, se había ido. Le llamó la atención una pequeña nota doblada en su mesita de noche. La tomó suavemente entre las yemas de sus dedos y la desplegó.
Agos:
Buen díaaaa, te dejé encima de la mesita el desayuno pq vi que no comiste nada anoche en la cena (sacrifiqué la última medialuna por vos). Espero que te guste lo que te llevé y sino jodete (chistecito). Tkm. PD: no sé si te dolerá la cabeza, pero x las dudas te dejé un ibuprofeno.
Firma: el burro de Enzo.
Sus facciones se iluminaron mientras leía las letras escurridizas que tenía entre las manos. Sonreía bobamente con pensar que él había notado que no había comido y que había tomado la iniciativa de traerle el desayuno a la pieza. Amaba esos pequeños grandes detalles, para algunos era tonto, pero para Agostina eran perfectos, ella era así, amante de los fragmentos de amor que implicaban estas acciones.
Se levantó de la cama con una sonrisa en los labios, se dirigió directo a la mesita que la notita mencionaba; sobre ella se encontró una bandeja de mimbre con un pocillo con un saquito de café, una medialuna, un jarrito con agua caliente y un vaso de agua con una pastilla de ibu al lado. De todo el desayuno, lo que más llamaba la atención era una taza con agua que contenía una pequeña flor roja.
Agostina no lo sabía, pero era un clavel rojo.
Ella soltó una pequeña risita desbordante. La risa le dejó un sabor dulce y suave en la punta de la lengua, desearía poder saborear cada instante de la vida así como este. Desearía haber conocido a este Enzo mucho antes.
Se preparó el café y después abrió la ventana. Disfrutó todo con una sonrisa y el viento en el rostro. Al inhalar sentía la frívola corriente de aire adentrarse en sus pulmones, al exhalar se imaginaba todo lo negativo salir de su cuerpo.
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𝗠𝗔𝗥𝗢𝗢𝗡 ⎯ julián álvarez & enzo fernández.
Fanfiction⎯ Cuando 𝗝𝘂𝗹𝗶𝗮́𝗻 Álvarez, amigo eterno de la infancia, interrumpe la vida monótona de 𝗔𝗴𝗼𝘀𝘁𝗶𝗻𝗮 𝗣𝗮𝘇 𝗖𝗲𝗻𝗶𝗾𝘂𝗲𝗹, todo cambia por completo. De pronto, se ve envuelta en un ambiente al que no estaba acostumbrada, ejerciendo fotog...