XII!

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Envió el mensaje y sus dedos temblaban.

Agostina se quedó sentada en el sillón de su habitación, con los codos apoyados en sus rodillas y sus manos abrazando sus mejillas.

-¡Dios!- Murmuró con furia refregando sus manos contra su cara.

Sentía que, prácticamente, se había tirado de bomba a una pileta; a una pileta sin agua. No tenía certezas de que lo que había hecho iba a funcionar. Dudaba de sus acciones, con un miedo inevitable por las consecuencias secundarias que podría tener sobre ella. Tranquilamente podrían sucedes escenarios donde Enzo no la perdone así de sencillo, o donde no la perdone nunca. Podía ocurrir una tragedia vergonzosa, que Enzo no la perdone y encima todos se rían de ella y sus ridículas fotos. Esas fotos de mierda...

-¿Quién carajo me mandó a hacer esto?- volvió a murmurar, esta vez frente al espejo del baño, llevándose un vaso de agua del grifo a la boca.

Cortó esa cascada de pensamientos con la decisión de salir de su habitación e ir a cazar respuestas. Algo encontraría, ya sea un Enzo enojado o un Julián con ganas de jugar a la play.

Caminó decidida a la puerta, como si el trayecto de ir desde el baño hacia el pasillo de las habitaciones fuera una pasarela de ganadores... Hasta que abrió la puerta.

-Epa, ¿a dónde vamos, morocha?- Enzo estaba en la puerta de su cuarto. Con esos joggers de la AFA y su camiseta sin mangas, con el pelo brillante, unas ojotas y la mejor sonrisa de todas. Con la sencillez que lo caracterizaba. Estaba allí, en esa puerta. La puerta donde había empezado el primer problema, para ahora resolver otro.

Enzo había dudado golpear la puerta durante 5 minutos. Se había dirigido al cuarto de Agostina con fortaleza, con una alegría inmune. Pero al llegar, se cegó ante la duda, igual que ella. Fue casi que pura suerte que la fotógrafa haya abierto la puerta.

-Dios, Enzo. Me asustaste.- Habló ella con nerviosismo.- Pasá, vení.

Ella lo tomó del hombro para dirigirlo dentro de la habitación, un chispazo entre sus pieles. La puerta no fue cerrada por completo. Un empujón fuerte contra esta por parte de Agostina no bastó para terminar de cerrarla, pero no importaba.

Cuando se encontraron cara a cara delante del sofá, él habló.

-Bueno, Agos, te escucho.- empezó Enzo.

-Em, no. Yo te escucho a vos. Vos viniste a mi cuarto...- dijo ella.

-Vine a escuchar tus disculpas oficiales.- exclamó él, con una sonrisa ladina. Quizás estaba disfrutando hacerle esa escena larga a Agostina, ella sin saber que había sido perdonada desde hace rato. Pero, al fin y al cabo, la presión jodona de Enzo funcionó.

-Perdón. No tengo justificación, literalmente. No sé qué me pasó ese día.- dijo ella, sintiendo un alivio al hablar. Se dirigió al sofá para sentarse, Enzo la siguió y ella continuó: -Vengo dando vueltas, pensando cómo pedirte disculpas, pero sinceramente no creía que iba a poder encontrar las palabras,- se le hacía fácil hablar ahora que lo tenía ahí, para ella- creo que lo único que necesitaba era tenerte en frente de una vez por todas. Estaba tan enojada con la vida esa noche que te juro que sentía que si me daban un ladrillo podía partirlo con solo mirarlo, supongo que por eso reaccioné así. Me arrepentí apenas me di cuenta de lo que había hecho.- Agostina tenía la cabeza apoyada en el respaldo del sofá, mirando al techo, fluyendo al sentir la mirada de Enzo sobre su perfil, sentado a su lado.

-Nunca dudé de que te hayas arrepentido de hablarme así.- dijo él.- No sé, supongo que lo peor fue esperar disculpas y no recibirlas. Yo no perdono fácil, morocha.- Ahora, Enzo también apoyaba su cabeza en el respaldo. Ambos mirando al techo, uno al lado del otro, con el resto del cuerpo desplazado sobre el asiento.- Pero ya está. Fueron días medio de mierda, igual. No sé, hasta terminé yendo al psicólogo del plantel.- estaban teniendo una charla. Una charla en el sofá de Agostina. Una charla de intimidades, con confianza. Agostina lo miró luego de que él hablara.

𝗠𝗔𝗥𝗢𝗢𝗡 ⎯  julián álvarez & enzo fernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora