XXII.

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14 de octubre, 2022. Calchín, Cdba. Argentina.

Cuando el avión había despegado, las cabezas de los mejores amigos ya chocaban al caer por el sueño. Fue una simple hora y media de descanso, regeneradora, necesaria. Igualmente, los esperaba una hora y media más en auto hasta llegar finalmente a Calchín.

...

-No puede ser.- dijo Agostina.- Mi vieja me mandó un mensaje contándome que se fueron a pasar una noche a la loma del orto con tus viejos.- Julián comenzó a reírse por lo justo de la situación. -No te rías, ahora te voy a tener que aguantar en mi departamento hasta mañana.- ella golpeó levemente su hombro, sonriéndole.

Sus familias se conocían desde hace la misma cantidad de tiempo que ellos. Nunca faltaron las navidades compartidas o las tardes donde sus madres conversaban mientras tomaban mates en el patio de una casa y sus padres batallaban por prender un poco de fuego para el asado. No había que irse muy lejos para tener presentes esos detalles, todo estaba cerca en el tiempo. Cuando Agostina se mudó sola, organizó una cena exclusiva para los padres de Julián y ella. Cuando Julián partió a la selección, el padre de ella y el de él lo llevaron a simular una vuelta olímpica en camioneta por los bordes de Calchín.

-Bueno, es temprano todavía igual. Tenemos todo el día por delante. Podemos ir a tomar unos mates a la plaza si querés.- le propuso él.

Entraron al departamento. Una brisa tímida se colaba por un mínimo espacio abierto en la ventana, la altura del edificio resaltaba lo verde de los alrededores. Ese mínimo viento que entraba hacía bailar los carillones que decoraban el espacio. Todo seguía igual de orgánico: la madre de ella iba cada semana a ventilar todo y a asegurarse de que el hogar de su hija siguiera siendo el mismo para cuando desee volver.

-Mirá, son como las dos de la tarde, si querés podemos comer algo y más tarde vamos a la plaza.- dijo ella. Miró a su alrededor sintiendo calidez en el pecho. La buena felicidad dicen que no se nota, la calma estaba en el aire. Julián asintió con la cabeza mientras dejaba sus cosas sobre el sofá.

Agostina abrió su heladera y encontró un vino, hojas de albahaca, tomates y un limón viejo al fondo. Siguió buscando, en las alacenas, y encontró un paquete de fideos cerrados. Genial. Su almuerzo ahora estaba resuelto.

-Tula, ¿te molesta si me pego un baño?- preguntó Julián.

-No, Ju, andá. Yo mientras hago la comida.

Él se fue al baño y ella quedó sola cocinando.
Quedó sola junto a esa familiaridad calurosa del agua hirviendo y el olor potente de los tomates siendo salteados con albahaca y un diente viejo de ajo. Tomó un sorbo de vino, extrañaba ese calor correr por su garganta. Lo redujo en su salsa, y poco tiempo más tarde, junto a Julián, la comida ya estaba lista.

-Te juro que mientras me bañaba tenía miedo de que me des de comer limón podrido, pero esto está buenísimo- dijo Julián.

-Bueno, eh. Así que dudabas de mi.- respondió ella, tomando un poco de agua. Agua del grifo. Con hielo. Pura frescura.

-Voy a tener que dormir una siesta después de esto- Julián.

-No, no. Vos me vas a acompañar a comprar cosas al chino de acá a la vuelta para ir a merendar a la plaza. No quiero quejas- dijo ella, y se paró a levantar los platos de la mesa.-Ah, y vos lavás todo esto. Yo me voy a bañar.

-A sus órdenes, sargento.-Dijo Julián.

-Bueno, bueno. Mi casa, mis reglas- dijo ella guiñándole un ojo y sonriendo.

Se bañó y se puso ropa liviana pero eficiente contra el vientito abrazador de la tarde cordobesa. Pantalón de tela, remerita y ojotas. Su pelo chorreaba agua fría que le caía por la espalda, poniéndole piel de gallina. Cuando fue a la cocina, vio los platos lavados y a Julián en el sillón.

𝗠𝗔𝗥𝗢𝗢𝗡 ⎯  julián álvarez & enzo fernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora