XX!

5.8K 403 1.1K
                                    

12 de octubre, 2022. Buenos Aires, Argentina.

Agostina abrió sus ojos al sentir el calor de Julián escapar de un salto.

-Ey, Agos- le habló él.

Ella, un poco mareada por el sueño, solo asintió y carraspeó esperando que él le siga hablando.

-Son las cuatro de la mañana, levantate que te acompaño a tu cuarto.- él comenzaba a tomarla del brazo para ayudarla a incorporarse, y ella solo cedió por el cansancio.

Julián la dejó en la puerta, ella ya estaba más despierta.

-Gracias, Juli. Nos vemos mañana.

Él le dio un beso en la frente y volvió a su cuarto, cruzándose a Enzo en el camino.

-Ey, pa.- se sobresaltó Julián.- No te había visto, ¿que haces levantado?

Enzo padecía el sueño y el desgano en su cuerpo. La realidad es que se había levantado a caminar por los pasillos y ver si podía volver a la sala de juegos debido a su insomnio. Había tratado de ir en la noche, pero repentinamente, se cruzó con la imagen de Agostina y Julián durmiendo acurrucados en el sofá. Siempre le
pasaba lo mismo, siempre era una de cal y una arena, un paso adelante y tres para atrás. Sus sentimientos casi que rozaban la costumbre de sentirlos, así que solo respondió fingiendo tener sueño para no tener que forzar una charla con él.

-Fui a buscar un vaso de agua fría al comedor, pero voy a volver a dormir ya. Te juro que no doy más, boludo.- Enzo respondió rápidamente y le dio dos palmadas en el hombro- Descansá, amigo.

Julián lo vio irse por el corredor oscuro y sencillamente susurró con un poco de fuerza un "Vos también". Volvió a su cuarto, pero no pudo hacer nada más que apoyar su brazo sobre sus ojos y tratar de presionarse a sí mismo para dormir.
Y no pudo, nunca podía. Nunca lo lograría. No lograría dormir si era algo que no nacía de su propio interior. No iba a forzar su sueño, porque iba a acabar sintiendo peso en sus párpados, como si tuviera plumas metidas dentro de sus ojos. No, tan solo no lo haría.
Quizá el sueño era la forma de canalizar sus problemas. Quizá, no forzar su sueño significaba algo más que acostarse a dormir sin siquiera sentir un ápice de cansancio.

...

Cuando despertó, Agostina terminó de acomodar su trabajo en su computadora. Detrás de su ventana se veía una lluvia insistente, pero que con su carga negativa barría cada retazo de dolor de su cuerpo. Imposible no ser feliz con una tormenta de días golpeando el techo de su cuarto.

Salió de la cama y era tarde. Había dormido tantas horas que tenía energía para estar días y días sin volver a tocar una cama. Moría de hambre y sed, así que caminó hacia el comedor con las piernas renovadas, y cuando llegó se lo encontró vacío, excepto por una persona que habitaba una mesa esquinada.

-Hola, Agos- Lautaro la veía venir desde la puerta del comedor.

-Laucha, ¿cómo andas?- preguntó ella. Él la miró con cautela, y ella volvió a preguntar: -¿Qué pasa? ¿Por qué me mirás así?

-Shhh- dijo él- nadie puede ver que estoy acá. Debería estar entrenando pero me escabullí porque vi que habían empanadas en la cocina. Por favor, hablá bajo.

Lo menos que hizo ella fue hablar bajo. Rompió en una carcajada y volvió a hablar. -Pará, pará- Lautaro la miraba con dudas, ella no paraba de reír- Esperá que deje de reírme porque soy capaz de mearme encima.- Y así, Lautaro también rompió a reírse.

-Laucha, Dios santo. Me haces reír mucho, me hablaste y parecías drogado.

-Bueno, bueno, dejame. No todos los días Marta hace empanadas. Son las mejores, incluso mejores que las que hace mi mamá, pero no tiene que enterarse que dije eso.

𝗠𝗔𝗥𝗢𝗢𝗡 ⎯  julián álvarez & enzo fernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora