XXI.

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13 de octubre, 2022. Buenos Aires, Argentina.

El destino es un hijo de puta. Sí, eso, un hijo de puta. ¿Qué derecho tiene de elegir a donde tenés que ir? Es una fuerza tan grande que te sacude de los hombros y derrumba tus ideas en cuestión de un soplo. Es algo similar a cuando vas creciendo y te das cuenta de que nada de la magia era real: papá Noel, los reyes, el ratón Pérez... te rompe la psiquis cambiando el rumbo de tu presente y la vista del pasado. Es un hijo de puta porque te toma desprevenido, a veces en los momentos más inoportunos. Es una bola de destrucción. Lo peor, es que cuando te golpea los retazos de tu vida quedan tirados por todos lados; queremos pegarlos, coserlos, engraparlos, pero no nos damos cuenta de que nunca va a volver a ser igual. Requiere un cambio, un giro de 360°, un quiebre.

A Agostina el destino le respiraba en la nuca, ella no lo veía, pero ahí estaba. Poco a poco se estaba armando el clímax, la explosión, el Big Bang. La grieta no iba a ser fácil de cerrar, tomar un camino y errar, tomar otro y volar. Tratar de reparar, tratar de calmar. Se venían un sinfín de emociones y llantos imposibles de parar. Que la luna, que el sol, que hoy estoy contigo y mañana con otro voy. Toda esta confusión era parte del mismísimo proceso de la vida y el destino, una alianza especialista en hacerte terminar en terapia.

Algunas cosas merecen perdurar, otras solo dar una lección. Lo gracioso y peligroso es que no sabemos cual es cual, es imposible tratar de predecir lo que va a pasar y más imposible aún es tratar de evitar aquello que está escrito en los astros, va a ser lo que tenga que ser. A veces hay que cerrar los ojos y dejarse guiar por el instinto, mejor dicho, a veces es mejor confiar en lo que la vida nos tiene preparado.

Agos estaba muy confundida, tenía en un lado de la mesa seguridad, certeza, solidez, estabilidad; y del otro lado tenía la aventura, lo desconocido, el intentar, el arriesgar. No sabía que rumbo tomar, amaba la libertad, pero así también amaba la comodidad. Amaba los desafíos y las competencias, pero también amaba lo clásico y banal. No sabía para donde mirar, ni que hacer. Estaba atada de manos, el nudo en su cabeza crecía cada vez más y más, Enzo y Julián, Julián y Enzo, nueve y veinticuatro, rulos y lacio, ternura y pasión, poesía y cine, fuego y agua, garantía y experimento.

Dos opciones que acarreaban millones de oportunidades.

El destino, poco a poco, la iba a ir pateando hacia el borde del precipicio, y ella iba a tener que elegir entre quedarse o saltar. Septiembre se escapó como una botella de vino, Octubre se le estaba deslizando por los dedos, el tiempo corría y ella parecía que jamás de eso se iba a percatar. Quedaban algunos granos de arena en el reloj, tenía que apurarse antes de quedar enterrada por siempre bajo ella, bajo la calurosa arena.

Pase lo que pase, el hilo invisible unía a dos, y no se iba a romper, iba a buscar la manera de subsistir entre la tempestad. Porque así es la roja línea, atrae dos almas trascendiendo el tiempo y espacio.

Eran las ocho de la mañana y la lluvia seguía tamborileando en los techos de la AFA. La tormenta parecía que nunca iba a parar; no eran unas gotas, era de esas cortinas impenetrables de agua capaces de mojarte en un instante. Las estabas cubiertos de charcos y barro, un verdadero pantano, el verde y brillante pasto se había tornado opaco. Aimar y Scaloni estaban desesperados, tenían que entrenar y el clima no se los permitía. Los jugadores, por otro lado, estaban chochos instalados la mayor tiempo en el living de juegos, hidratándose a base de mate. Y Agos aprovechaba para tomarle fotos a la lluvia, escuchar música o leer un libro, todas actividades para llenar su mente y no pensar acerca de su encuentro del otro día con Enzo, aunque era totalmente imposible. Aún sentía su piel quemada por el tacto de sus ardientes yemas, aún sentía sus ojos escaneando todo su cuerpo y aún sentía sus labios sobre los de ella; era un tatuaje que por más fregar y fregar no se iba. Y tal vez no estaba destinado a irse ¿Quién sabe?

𝗠𝗔𝗥𝗢𝗢𝗡 ⎯  julián álvarez & enzo fernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora