VIII.

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21 de septiembre, 2022. Buenos Aires, Argentina. 

El día de ayer había sido toda una travesía, la oportunidad que tuvo de conversar con todos los jugadores fue hermosa (nunca en su vida se va a olvidar lo mucho que se cagó de risa con el Papu, lo increíble y admirable que es Messi y lo loco y demente que está el Dibu). 

Cuando terminó, tarde y muy cansada, se puso a editar las fotos y les agregó con mucho cariño su toque personal; escribió con lápiz digital los nombres de todos los jugadores, aunque le faltaron algunas por terminar. Pero no importaba, las editaría en la mañana. Y así, a las dos y media de la mañana pudo tomar una bocanada de aire. Decidió tomar una ducha caliente y dejar que el agua se lleve todo su cansancio y enojos.

Descansó bien. Se tenía la confianza suficiente como para permitirse descansar profundamente. No durmió muchas horas, pero en poco tiempo descargó todo el cansancio acumulado sobre su almohada, para quedar nueva.

Cuando despertó, lo hizo con toda la emoción del mundo por presentar su primer trabajo oficial al sus dos jefes. Porque eso era; la primera tarea, la primera encomienda, moría de hermosos nervios por presentar su pasión abiertamente. Se quedó un largo rato editando las unas fotos que faltaban. Cada detalle había sido fríamente calculado: nunca duden de una joven con euforia laboral.

Salió de su habitación con la tablet donde guardaba las fotos que había terminado de editar con su computadora. Recorrió desesperadamente los pasillos para encontrarse con Aimar o Scaloni, así podía mostrarles el resultado. 

-Ey, Laucha, buen día.- se había encontrado con Lautaro caminando por un pasillo. Habló con desespero, provocando que él ría ante su saludo errático.- ¿De casualidad viste a Pablo o a Leo? Los estoy buscando por todos lados.- preguntó.

-Primero que nada, buenos días.- rio él.- Segundo, no, no los vi. Sé que se fueron a una reunión en no sé dónde, salieron de la AFA hace un rato. Me parece que van a volver a la tarde- Mierda, recién eran las nueve de la mañana, Agostina no podría aguantar la ansiedad hasta encontrarlos y mostrarles su laburo.- En cuanto sepa algo, te aviso.- Dijo él, sonriendo y sacándole una sonrisa a ella.

-Gracias, Lau.- respondió Agos.

-¡De nada!- agregó Lautaro.- La verdad que me gustaría decirte que vengas a desayunar conmigo y a ver algún partido de truco entre los muchachos, pero me das miedo. Tenés cara de asesina que no durmió un carajo. Igual te respeto, ¡no me hagas nada por favor!- fingió dramatismo, llevando su palma a su frente.

-Para tu información, Torito, dormí más que bien. No te podés quejar de mí. Sí voy a aceptar que tengo los nervios de punta, así que cuidado porque si te cruzo de nuevo no la contás.- dijo ella irónicamente, alejándose con gracia y viendo a Lautaro reír.  

Como era de esperarse, Agostina se encerró en su habitación de nuevo. Había pasado discretamente por el comedor a robar una taza de café y una medialuna para desayunar en su cuarto mientras seguía ultimando detalles. En realidad, ultimando detalles de los detalles ya ultimados. Venía dándole vueltas a esas fotos de manera imparable, sin dejarlas descansar. Hasta que llegó un punto de la mañana donde no sabía qué más hacer para quemar las horas, así que dejó las fotos listas de lado y, llegando al mediodía, cerró las cortinas de su habitación y se puso a mirar una película que había visto, probablemente, más de mil veces: Cómo perder a un hombre en 10 días. 

Despertó varias horas después. Agostina no contó con el hecho de que, después de haber visto una millonada de veces una película, podía adivinar los diálogos hasta con los oídos tapados; así que no le fue difícil volver a dormirse y esta vez disfrutar del placer de una siesta muy necesaria.

𝗠𝗔𝗥𝗢𝗢𝗡 ⎯  julián álvarez & enzo fernández.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora