Su jefe era un tirano por el día y un playboy por la noche; y él solo era su asistente hasta que le propone un nuevo contrato.
-¿Cómo su asistente personal?
-No. Como mi prometido.
¿Qué puede suceder cuando ambos se detestan y tienen que actuar ena...
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Un Jimin agitado llegó a la habitación de Jungkook. Tocó su pecho para controlar su respiración y acomodó su cabello rebelde que estaba en su rostro.
Abrió lentamente la puerta del cuarto ajeno y asomó su cabeza. Su esposo estaba con el torso desnudo y con pantalones sueltos, mirando el exterior desde el balcón.
Jimin no hizo ruido y solo se quedó ahí, quieto y observando la buena vista que tenía frente a sus ojos. La espalda definida de Jungkook, los resultados de la actividad física haciéndose lucir. Ese cuerpo que gritaba…
《¡PERO EN QUÉ PIENSAS, JIMIN!》
—Aquí estoy —ingresó como si nada hubiera pasado. Jungkook volteó y le sonrió—. ¿Podrías ponerte algo? Te lo agradecería mucho.
—Lo haría, pero la situación lo amerita.
Jimin lo miró confundido mientras su esposo caminaba hacia él mirándolo de pie a cabeza. Por un momento pensó en retroceder, pero su cuerpo se quedó estático.
Ambos, lo suficientemente cerca para sentir sus respiraciones, casi escuchando los latidos desenfrenados de sus corazones. Jungkook acercó un poco más su rostro, rozando su nariz con la contraria.
Jimin cerró sus ojos ante la cercanía y entreabrió sus labios. Se inclinó un poquito poniendo sus manos en el pecho de su esposo y esperando algo más.
—Fotos —susurró Jungkook.
Jimin abrió los ojos y lo observó. Sus mejillas comenzaron a sonrojarse, queriendo huir de esa habitación por tales pensamientos.
—Oh. Si. Ya. Jeje.
Ninguno podía mentir. Sabían el deseo y la tensión de llegar a algo más.
Jungkook sonrió ladino y enarcó una ceja.
—Cariño. ¿Qué estaba pasando por esa cabecita tuya, eh?
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