tres de enero

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— ¡Freddy, llegaremos tarde anda!, ¿Qué estás haciendo? — resonó por la casa ya vacía de personas desde la puerta de entrada, el eco llegó hasta la habitación del castaño que estaba frente a su computadora esperando que los resultados cargaran —, ¡Freddy!

— ¡Un segundo mamá! — gritó el chico desde su habitación sin quitarle la mirada de encima a la pantalla que le revelaría pronto sus resultados.

Unos segundos después pudo leer; "Felicidades por haber aprobado el examen de admisión de la escuela de artes de la ciudad xxxxx, el día 16 de enero preséntate con la siguente papelería en las instalaciones de la escuela".

Sus ojitos azules de subieron grandes de par en par dejando ver la emoción y el asombro que sentía en ese momento. Echó un vistazo rápido a la papelería que debía llevar recordando por encima donde se encontraba cada cosa dentro de su hogar.

Cerró la computadora, rápidamente tomó su teléfono y audífonos y corrió a la entrada. Su madre estaba ahí aún esperando que él saliera; — ¿Por qué tardaste tanto? — preguntó ella.

— ¡Mamá fui aceptado en la escuela de artes! — soltó la noticia casi como un grito de emoción mientras salía de la casa dando saltitos en vez de pasos.

La mujer cerró la puerta de la entrada con llave y se regresó hacía él abrazándolo; — Felicidades cariño, yo sabía que podrías hacerlo.

— Gracias mamá. Perdón por tardar tanto, hay que irnos, quiero ver a la abuela y contarle.

Freddy salió del jardín de la casa y se montó en el asiento del copiloto, su madre le siguió frotando sus manos por el frío que hacía. Tres de enero, ese día tan frío, aproximadamente ocho grados centígrados.

El auto se encendió y dieron marcha a la casa de la abuela. Durante el trayecto Freddy intentaba adivinar que ruta tomaría su madre, pues no siempre tomaba la misma.

Los locales que le parecían tan familiares pasaban frente a él con velocidad, cómo sí no fuese él quien se movía sino el mundo a su alrededor.

Las nubes tenían forma de borrego, todas amontonadas y grumosas, parecían pesadas, pero no lo suficiente como para que lloviera, eran blancas, puramente blancas.

La mirada de Freddy recorría el mundo, tenía un gran futuro por delante, su madre le había apoyado a estudiar artes a pesar de los prejuicios de la sociedad que dictaminan que esa carrera no te dejará para comer.

La emoción y la paz crecían dentro del pecho del castaño, quién recargó su cabeza en la ventana, sin darse cuenta del auto que venía a toda velocidad por aquella calle en la que el semáforo ya estaba luz roja.

Las últimas emociones que pudo sentir antes de sentir el auto impactar contra su cabeza y su cuerpo recargado en la puerta fueron paz y tranquilidad.

Sin darse cuenta ambos autos volaron lejos el uno del otro provocando que los autos de atrás se detuvieran rápidamente esquivando se unos a otros.

Alguien llamó a una ambulancia y alguien más a la policía. No tardaron en escuchar las sirenas típicas de estos transportes.

Al llegar tomaron a todas las personas que se encontraban heridas y tomaron declaraciones de las personas que habían visto suceder el accidente.

Una mujer de mayor edad hablaba con un oficial sobre como el otro auto pasó de una luz roja con una velocidad que ni siquiera estaba permitida cuando pudo escuchar el grito desgarrador de una mujer a lo lejos.

— ¡FREDDY! ¡FREDDY MI NIÑO! — gritó la madre de este, viendo como los para médicos subían al castaño a una camilla intentando reanimarlo.

La desesperación en su voz era notoria, ella estaba atorada debajo del auto abollado, pero sus lesiones eran mínimas comparadas con las de Freddy que recibió el impacto directo.

Almas inversamente proporcionales (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora