Almas inversamente proporcionales (Freddedy)

dieciocho

Al abrir los ojos Fred pudo ver el cielo azul, el cielo más azul que había visto en su vida, no había ni una sola nube, pero el sol no calaba en su piel como lo hacía normalmente, su espalda sentía la seguridad de estar recargada sobre aquel gran tronco.

— Otra vez tú aquí. — escuchó la voz suave y delicada sonar desde el otro lado del árbol, al mirar a la izquierda o a la derecha no había nadie, pero sabía que detrás estaba Freddy, cómo siempre, al otro lado del mundo; — Pude sentirte llegar, puedo sentir lo que siente el pasto, ¿no es extraño?

Fred se levantó y caminó hasta rodear el árbol, Freddy estaba sentado mirando al horizonte; — Debes dormir muy temprano, siempre que llegó ya estás aquí. — le dijo sentándose a su lado con tranquilidad.

Freddy soltó una risilla; — Yo duermo muchísimo. — afirmó.

El viento sopló fuerte y el azabache pudo sentir como el mundo estaba en calma.

Poco después de un silencio cómodo se dio cuenta de que había flores, flores diferentes y esparcidas por todo el suelo, eran muy lindas y coloridas, le daban un toque de alegría al lugar.

— Oye... Fred. — pronunció el castaño con angustia en sus palabras, esperó a que el azabache le pusiera atención para seguir con la oración que no había ni empezado a formular; — Tienes...

Fred miró como Freddy señalaba su propia nariz e instintivamente llevó sus manos a la suya, pudo sentir un líquido cálido salir de ahí mismo, al mirar sus dedos vio ese rojo carmesí característico de la sangre.

— Oh... ¿Qué es...? — sin poder terminar la pregunta cerro sus ojos con fuerza al sentir una gran presión en la cabeza.

Al abrirlos estaba en su habitación, una vez más en el suelo y el pie de su padre aplastaba su cabeza con fuerza, gritaba incoherencias que Fred no fue capaz de identificar hasta que logró obtener una descarga de adrenalina tardía que le advirtió que estaba en peligro.

— ¡Deja de dormir carajo! — gritaba el hombre con furia.