ocho

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Fred subió al auto de la mujer, en el asiento del copiloto y se abrochó el cinturón. Se miró en el parabrisas y arregló su cabello.

— Listo, eh tenido que pagar un poco más por sacarte de casa, pero no importa. — dijo ella tomando asiento detrás del volante, cerró la puerta con fuerza y sacó sus llaves.

Una vez el auto encendido puso el cinturón de seguridad y espero un segundo mirando hacia enfrente, luego desvío la mirada a Fred.

— Es usted una mujer hermosa. — le dijo el azabache con pena.

Ella soltó otra risa, parecía que se estuviera riendo de él; — Oh querido, no te he traído conmigo para... Eso.

Fred pudo ver en su rostro una pizca de amabilidad y en sus palabras una ternura que le hacía sentir tranquilo, pero nunca dejaba de estar alerta, incluso a la hora de dormir nunca dejaba de escuchar los sonidos de afuera, su padre podría algún día tomar una mala desición y ese sería el fin.

— ¿A dónde iremos? — preguntó regresando la vista al frente sin poder reparar en qué la mujer había arrancado ya y se dirigían a la carretera principal.

— Iremos a hablar.

Quedaron en silencio unos minutos, la música de la radio comenzó a sonar muy baja como para concentrarse en ella, pero lo suficiente para que no hubiera silencio en el coche.

Fred teniendo curiosidad volvió a girar hacia la mujer quien concentrada conducía; — ¿Porque pagaste tanto por mí si no vas a usar me? — preguntó el chico pálido.

— Quiero ayudarte. — dijo ella casi de inmediato —, Yo en realidad son una investigadora privada contratada por una mujer que quizá conoces.

"Ella va a meterme en problemas", pensó el azabache. Se cuestionó por un segundo sí hubiera preferido ser usado por esa mujer o que durarán cinco horas intentando hablar sobre algo que quizá no les convendría hablar a ambos.

— No me pasa nada malo.

— No, pero a tu padre sí. Te aseguro que no voy a causarte ningún problema, haremos creer a tu padre que estábamos divirtiéndonos en un motel lujoso.

Fred bajo la mirada, se sentía avergonzado, era la primera vez en esos dos años que subía a un auto donde las personas dentro de él no intentaban tocarlo.

— ¿Porqué quieres ayudarme?

— En realidad ella quiere ayudarte. Yo soy la que hace el trabajo pesado.

— ¿Ella?

Puppet sonrió de oreja a oreja y dio vuelta en la calle que llevaba directo al lago.

Almas inversamente proporcionales (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora