doce

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— Es una mujer feroz, ¿verdad? — preguntó D cundo vió que su hijo entraba a casa con marcas de labial por todo el rostro e incluso en la camisa.

El azabache asintió y y miró la puerta de su cuarto, pidiendo permiso para irse, su padre, de buen humor por la cantidad de dinero que tenía en un solo día se hizo a un lado y lo dejó pasar.

Una vez a la semana por lo menos Fred salía con personas con las que su padre lo obligaba a salir, era un chico muy atractivo, cualquier persona saldría con él si tuvieran oportunidad.

Al llegar a la habitación se miró en el espejo su cabello era tan largo que debía tomarlo en una coleta y sus ojos estaban entrecerrados, cansados de regresar a la misma sucia habitación de siempre.

Sacó la camisa de encima de él justo después de dejar caer la sudadera en el suelo y se dejó caer en la cama, de reojo pudo ver unos calcetines sobresalir de uno de los bolsillo y una oreja roja proveniente del peluche de la pizzería, se apresuró a guardar aquellos objetos y volvió a la cama.

Aún le dolía el cuerpo, a pesar de eso, durante la salida se había sentido tan tranquilo que no había reparado en el dolor hasta haber regresado a casa.

Se quedó dormido casi de inmediato, esperando que su padre no volverá a entrar a la habitación.

Almas inversamente proporcionales (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora