cuarenta y nueve

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— Si, soy yo. — dijo la mujer mientras termina de cerrar su casillero, tomo su ropa y la sostuvo con más firmeza, extrañada de que un chico tan joven la conociera, le cruzó por la mente que quizá hubiera sido amigo de su hijo, aunque ella no lo conocía.

— Yo... — comenzó Fred —, Escuché que tuvo un accidente... Lo siento mucho.

La mujer suspiró pesadamente, intento aguantar las lágrimas mirando al suelo, su hijo estaba muriendo lentamente en una camilla de hospital, y ella lo hacía en el trabajo sabiendo que no podía hacer nada al respecto.

— ¿Quién te lo dijo?

— Lo escuché por los pasillos un día. — mintió Fred.

Otro suspiro; — Si tuve un accidente de auto, fue algo muy... Complicado de vivir. Aún lo es de hecho. — ella tapó su propia boca, sus esfuerzos por mantener las lágrimas a ralla fueron un fracaso total —, Mi hijo... Está en coma desde entonces...

Un hilo de voz fue lo último que salió de la garganta se la mujer. Fred se acercó a ella y la rodeo con un brazo, dándole palmaditas en la espalda que la consolaban; — Lo siento mucho señora.

— Lo siento... Pareces de la misma edad que él así que no puedo evitar estar sensible al verte...

Fred siguió dando palmaditas en la espalda de la mujer mientras ella se limpiaba las lágrimas; — Descuide, por favor, no se guarde nada, se que no la conozco, pero, puede llorar aquí si es lo que necesita.

Almas inversamente proporcionales (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora