veintiocho

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Un hombre muy mayor estaba tomando a Fred por el hombro, sacudiendo lo lentamente hasta que el azabache abrió los ojos; — Ya llegamos a la última parada, debes bajar amigo. — le dijo el hombre caminando de regreso a su asiento.

El autobús lo dejaba a la vuelta de su casa, era perfecto, se sentía menos cansado y ahora podía regresar a tomar una ducha y dormir un poco más.

— Gracias señor. — dijo Fred antes de bajar del autobús ya vacío, estando un pie abajo el camión comenzó a avanzar, haciendo que el azabache se apurara aún más.

Caminó por la banqueta donde le pegaba el sol, la calidez le hacía sentir que el dolor se apaciguaría en cuánto su cuerpo estuviera lo suficientemente caliente. Cómo cuando derrites material para construir algo nuevo y mejor, como el metal.

Al llegar a casa la puerta estaba abierta, y al entrar había un hombre que él nunca había visto sentado en el sillón de la sala de estar, lo que debería ser la sala de estar.

Dónde solo se encontraba un sillón para dos personas, una televisión pequeña y una mesita maltratada por la edad, había botellas y basura por todos lados, platos con alimentos sin terminar y muchos de ellos estaban mohosos de lo mucho que llevaban ahí en el suelo.

Toda la basura se confundía entre sí y no sabías si algo era útil o no, las veces que Fred había intentado limpiar su padre había explotado por no tener su desorden como lo había dejado.

Obviamente Fred pagó el precio.

— ¿Tú eres el chico? — preguntó el hombre en cuánto lo vio cruzar por la puerta.

Fred respiró hondo "conserva la calma" se decía a sí mismo.

Almas inversamente proporcionales (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora