treinta y uno

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Fred tenía la cabeza echada para atrás, el hombre que había estado jugueteando consigo mismo en su cama había terminado y junto con eso había manchado las cobijas del azabache; "tendré que dormir sin sábanas hoy", pensó.

— ¡Eso fue genial! ¿Qué no? — preguntó el hombre levantando se de la cama y subió sus pantalones mirándose al espejo de cuerpo completo con grietas en tres de cuatro esquinas; — Que se repita.

Fred intentaba estar lo más alejado posible del sujeto, apartaba la mirada con desprecio, una vez terminado su trabajo no tenía porque seguir mirando aquello que no quería.

La puerta se abrió dejando ver al padre de Fred que entraba cruzándose de brazos, manteniéndose imponente ante los clientes; — Se acabó el tiempo.

El hombre volteó a verlo con el ceño fruncido y salió de la habitación con una mueca disgustada por la interrupción. D miró a su hijo de reojo y cerró la puerta de la habitación sin dirigirle la palabra.

Fred suspiró prolongadamente por la nariz, como si hubiese estado conteniendo el aire que tenía en los pulmones. Miró su cama con desprecio y comenzó a llorar, una vez más.

Sin hacer un solo ruido, sin emitir sonido.

Almas inversamente proporcionales (Freddedy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora