Capítulo 16: Únicos culpables

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La mañana del domingo, nació bajo el eterno esplendor de un día embelesado por colores vibrantes. Un cielo más azul de lo normal, y un sol mucho más radiante que cualquier otro. El aire poseía un olor especial a vida, y se apreciaba en el, la nefelibata esperanza.

Los últimos días para los tres inmaduros adolescentes, que guardaban en su conciencia los actos más macabros, que jamás haya sufrido Heaven Grim, eran toda una monotonía de sentimientos avasalladores, que los hacía pequeños miserables, en el empeño por sobrevivir al oscuro instinto de un ser que parecía no poseer alma, ni remordimiento. Fuera del pueblo, a mitad de la nada, y a la cercanía de la ciudad. Idealizando una vida totalmente distinta a la actual, se veían aquellos tres, más felices que nunca. Eran sólo adolescentes, y lo que habían estado viviendo en una semana, no era ni en mil años luz, digno de ser llamado vida.

Para poder pasar la noche en el pequeño halagüeño hotel en el que se encontraban, tuvieron que agregar más mentiras a su larga lista. Esta vez, la causa era distinta, y el hacerlo, divertido. Parte de ello les hacía transportarse a años pasados, haciendo que el recuerdo se volviera un promisorio de su mutua locura de amor entre los tres. Muchas veces para cubrir sus fechorías de jóvenes, tuvieron que aplicar la astucia de decir que pasarían la noche él uno en casa del otro. Cubriéndose entre todos y a sí mismos, era un método perfecto que hasta ese día continuaba funcionando.

No obstante, el pequeño mundo ficticio que se apreciaba como un paraíso, rodeado de tantas flores que fantaseaban al lugar, sobre todo las hermosas petunias; cual parecía a su vez, el hotel de coloridos colibríes buscando el néctar de tan bella flora. Empezaba a perder su dote, y aún siendo tan venustos los colores en el, pasaban a tomar tonalidades blanco y negro, como una cinta de grabación en VHS que contenía todo lo que los chicos olvidaron por un día. Era Heaven Grim el hogar al que pertenecían, del cual todavía les quedaba mucho más por aprender, por sufrir, por amar, por desear, y mucho más por odiar. El trayecto por las tierras llenas de laceria todavía era largo y apenas lo conocían.

Angela llegó a casa, sin ganas de hablar con su madre sobre el desastre del día anterior que habían tenido ambas. Por lo tanto, se aseguró de no ser escuchada mientras subía a su recámara. Estuvo a punto de sufrir un infarto en cuanto cruzó esa puerta...

—¡Angela, hija! —exclamó su madre con ojos de tristeza y arrepentimiento.

—¡Hola, mamá! —sintió extraño el abrazo que su madre le brindó.

—¡Perdón, mi amor! ¡Perdón! Jamás debí reaccionar así, sin imaginarme que algo más ocurría.

—No te preocupes, mamá —se asentó Angela en su cama—. No tenías como saberlo. Debí hablar contigo cuando me encontraste en la habitación.

—¿Era por todo eso que estabas así? —preguntó Jenny sosteniendo el rostro de su hija sobre sus manos.

Angela asintió con la cabeza.

—¡Mi pequeña! —refirió su madre con ligera pena.

—Ya no importa. Lo hecho, hecho está, hay que pasar la página —discernió Angela con tanta tranquilidad. Dejando a su madre asimilar su postura, de que podía llegar a ser más fuerte de lo que parecía, o creían.

—¡Bien! ¡Al diablo los Reed! —besó Jenny su frente y salió de la habitación.

Angela acababa de cerrar ese capítulo de su vida, que con seguridad lo llevaría presente por un largo tiempo, pero cada vez menos hiriente, y después de todo, solo un recuerdo de su pasado adolescente.

Horas más tarde, llegaba Deborah en su auto a casa de Chris, con John al celular.

—¿Ustedes ya están ahí? —preguntó ella.

—Acabamos de llegar.

—¡Perfecto! En diez los chicos y yo llegaremos —colgó y sonó su bocina dos veces…

—Que muy arreglada te ves hoy —mencionó Chris una vez dentro del auto.

—No soy la única —contraindicó Deborah al instante, con una sonrisa.

Rápidamente llegó a casa de Angela. Y partieron hacia la locación de juegos en el Centro del pueblo. El entretener la mente era una parte positiva para sobrellevar todo. El expandir su círculo social era otra contraparte de como aprender a continuar. La normalidad y la espontaneidad de las cosas eran ese efecto itinerante de equilibrar la balanza, entre ellos con tantos abrumadores secretos; y esto otros que podían ser adolescentes comunes, divertidos, desagradables, y llenos de tropiezos.

Besos y abrazos, con tres desconocidos, sin mencionar a John, tuvieron que relacionarse los chicos. Aunque, para Chris sólo dos de ellos eran completos desconocidos. Patrick, que se mostraba tan dulce, y Ericka, que tenía un buen sentido de la moda, muy linda también. El tercer amigo de John, a quien las chicas no conocían, excepto por los decenares de rumores sobre que era un promiscuo rompecorazones, según los comentarios de los estudiantes. Daniel Stoker, a quien Chris dejó más colgado la noche de la fiesta.

Relacionarse no fue difícil. Hacerse un poco más cercanos, tampoco, excepto por Chris ante Daniel, que se mostraba con un claro recelo. Pero del resto, todo era diversión. No esperaron ser más sociables de lo que siempre vieron como innecesario.

Deborah aprendió a lanzar bolos, con la improvisada práctica que le dio John. Un momento lleno de calor, cuando éste rodeó con sus manos su hermosa silueta, desde sus caderas a la parte alta de su cintura y espalda. Hasta cuando se posó detrás de ella, para perfeccionar su postura a la hora de hacer el tiro. Deborah había sentido el respirar de John alrededor de su cuello, sin malas intenciones, y el calor emanante de su cuerpo, arrobador de la inseguridad. La ves que tuvo sexo con él, no logró captar nada, más que placer sexual.

Mientras tanto, Chris, intentaba mantenerse alejado de Daniel a toda costa. Asegurándose de estar muy cerca de Angela, para eludir cualquier conversación que intentara éste iniciar. Pero para Chris, su “Hada Madrina” de ese momento tuvo que correr al baño de urgencia. Dejando su lado del sillón para dos, amplio y vacío. Que, en un precipitado momento, fue usurpado por Daniel.

—Está ocupado —decretó Chris sin hacer contacto visual con él.

—Lo sé. Pero solo será por unos minutos —sonreía Daniel a todo momento.

—¿Entonces, te tomará unos minutos convencerme para llevarme a la cama? —Lo miró Chris con directa seriedad.

—¿Por qué lo piensas? —Se mostró Daniel insultado.

—¿En serio lo preguntas? —arqueó Chris una de sus cejas, a la vez que ponía su cuerpo mucho más firme.

La mirada de Daniel indicaba que esperaba por esa respuesta gentil, e hizo un gesto a que Chris prosiguiera, y le explicara sus razones.

—¡Bien! —exclamó Chris—. Eres un joven muy apuesto… demasiado diría yo, popular, así tal y como eres, el típico —resaltó—. Un promiscuo con el máximo albedrío de ser bisexual, lo cual le ha permitido probar más allá de las barreras —sus palabras parecían herir y ablandar el ego de Daniel, sin motivo de merecerlo—. Incluyendo a la mitad de la secundaria, muy probable gran parte de la Universidad vecina —Se refería a la Universidad entre Heaven Grim y el pueblo de Sweetdown, que le pertenecía al segundo, e incluso llevaba su nombre (Sweetdown University)—. Y ni mencionar, la cantidad de corazones heridos que has dejado en el camino —le sonrió breve—. Que más me podría esperar de alguien con tu excéntrico historial. Eres toda una leyenda, Daniel Stoker. —enfatizó su nombre con pausas de sarcasmo…

Daniel, no tenía palabras para responder a todo ese mal intencionado repertorio bibliográfico que le vociferó Chris mordazmente a su cara.

Chris se levantó de su asiento y empezó alejarse hacia el bar. Daniel fue tras él y se posó en medio de su camino.

—Respóndeme algo —declamó.

No esperó a que Chris le diera luz verde, y con la mirada tan punzante como la de él, se expresó.

—Según me baso en tus fuentes. He escuchado decir que tu amiga Deborah es como la versión femenina de mí —parecía un comentario muy fuera de lugar—. Me pregunto, si piensas lo mismo de ella —manifestó decepción.

—¿Deborah? —sonrió Chris—. Sí, es una promiscua, una muy clara y directa que no se acerca a ti para intentar generar una platica innecesaria, cuando lo único que busca es llevarte a la cama, cosa que tú no eres. ¿Pero sabes qué los hace aún más diferentes? —sublime silencio le dio al momento—. Que al menos sé que ella no tiene VIH —fulminó de un golpe la presencia de Daniel. Quien se marchó del lugar...

Salió sin nada más que decir. Las plabras habían dolido.

—¡Diablos! —concienció Chris al voltear hacia el bar. No había razón para ser tan hiriente.

Salió tras Daniel con pasos apresurados. Estaba ahí afuera, contemplando el panorama con sus manos en los bolsillos, y un semblante inexpresivo. Chris se acercó dudando de si hacerlo. Pero lo hizo.

Estaba ya un costado de Daniel. —Lo siento —dijo.

—Hieres y luego te retractas con un “lo siento”. Eso no hace un verdadero arrogante —sonó con graciosidad.

—Bueno, enveses no puedo evitarlo. Trabajo en ser menos despreciable —explicó.

—Imagino que así duele que te escupan la verdad. Creí que antes dijiste no conocerme.

Chris sonrió al sentirse descubierto. —Te conocía, si, pero preferí dejar que te presentaras la otra noche —confesó—. ¿Hasta qué punto lo que dije es cierto? ¿Lo del VIH también lo es? —interrogó exaltado.

—¡No! ¡Tengo mis precauciones! Pero del resto, todo es cierto. Como que soy demasiado apuesto, por ejemplo —le agregó gracia a la situación.

Chris no dudo en reírse, y rodó su ojos hacia él sin expresiones fuertes ni intensas, sólo una mirada y ya.

—¿A qué le tienes medio, Chris Corewell? —preguntó Daniel enfatizando también su nombre.

—¿Miedo? ¿Por qué lo piensas? —se volvió una recreación de escenas.

—Te faltó este gesto que hice yo, el de… —realizó Daniel aquel gesto al que se refería. Era ese de “estoy esperando que me respondas, prosigue”.

Chris lo hizo, y le salió a la perfección, al parecer si esperaba esa respuesta, lejos de lo burlesco que estaban siendo.

—¡Bien! —exasperó Daniel—. No creo que todo eso que me dijiste, sea porque simplemente andas por ahí hiriendo a la gente —declaró dando el frente hacia Chris, recostando parte se su hombro izquierdo sobre un poste junto a él—. Creo que toda esa escena de allá dentro fue solo una barrera de autodefensiva que cargas contigo. Nada más.

Chris remojó su garganta de inmediato. Tensó su rostro. No pudo sostener la mirada sobre Daniel, gestó su labio, y le dio un pellizco en el interior con sus dientes.

—Menos mal es tu criterio —desestimó.

—¿Te dejarías conocer entonces?

—Ya lo hacemos.

—No realmente.

—Sabes mi nombre, yo sé el tuyo. Sabemos nuestras edades, ciertas cualidades, ciertos gustos. Tus intereses son disfrutar el momento, los míos son prevalecerlos. Creo que con eso basta.

—Ahí está esa barrera. Asumir sin darme tiempo a expresarme, o dejar que te lo demuestre.

—¿Demostrarme qué? Que no es sexo casual lo que buscas cuando te has pasado toda tu vida haciéndolo.

—No puedo ser así para siempre.

—Y justo ahora serás diferente.

—No lo sé, puede que sea lo que busco.

—¿Dices que intentas cambiar? —Por su tono, su cuestión era tan burlesca.

Quitó Daniel sus manos de los bolsillos. —Solo intento conocerte, podríamos empezar desde ahí, y tal vez regalarme tu número —buscó aproximarse a Chris…

Hasta ahí llegó la tarde de paz. El celular de Chris recibió esa llamada, cortando la plática menos hostil que se estaba generando con Daniel. Regresó adentro dejando al mismo en media conversa, y caminó directo hacia el baño. Con señas, les indicó a las chicas que lo siguieran.

Todos habían ingresado al baño de hombres. —¿Que sucede? —preguntó Angela.

—Es él Misterioso —le contestó Chris, tapando con su mano el micrófono del celular.

—¿Él Misterioso? ¿Desde hace cuánto se apoda así?

—Desde que lo llamé así el viernes, antes de la fiesta —declaró Deborah—. La verdad no sé porque lo dije, pero lo hice.

—¿Ahora qué necesitas? —interrogó Chris dejando libre el micrófono del móvil—. ¿Más espectáculos pornográficos, enfermo?

—Ustedes aparentan ser muy inteligentes, pero ahora pienso que no tanto —Les decretó él Misterioso tan sublime con las palabras—.  Me llaman enfermo, imagino que es porque creen que buscaba generar morbo, o porque buscaba acabar con la relación de Angela y Santiago. Doble error, aunque no niego que me alegro de que Angela no siga con ese imbécil —liberó risas—. Eso sólo fue otro daño colateral. Hay tantas cosas de las que son ajenos, y de las que no intento hacer que me comprendan. No habría como, ¿si ustedes están mentalmente bien no? —cuestionó.

—¿Comprender a alguien que asesina por deporte? Eso no lo veo posible ni estando con una mente desequilibrada —restableció Angela—. Ve al grano, y olvídate de la estúpida charla.

—¿Tom Ferreira? ¿Les suena el nombre?

—¿Qué sucede con el director del colegio? —Chris sonó preocupado.

—Resulta, que los secretos son armas poderosas y dominantes —partió camino a su demanda—. Él, guarda uno, muy pequeño en comparación a por el cual quiero que pague. Pero un secreto, al fin y al cabo. Quiero que lo expongan, y lo hagan perder todo: trabajo, familia, reputación, respeto, todo.

—¿Como se supone que conseguiremos algo como eso? Imaginas más de la cuenta, ¿no crees? —intrigó Angela, repercudiendo contra el Misterioso y su criterio.

—¿Creen que el despotismo es recurso para herirme? —nadie contesto—. Habrá que poner más empeño. El director pretende vivir felizmente casado, pero cuando las calles del pueblo se vuelven favorecedoras de los apercibidos. Tom, saca su otro lado de la cara, uno en el que busca relacionarse sexualmente con jóvenes de vuestras edades, chicos.

—No haré nada relacionado con eso —farfulló Chris en total negación—. No expondré a alguien de esa forma, no podría. Eso va más allá que un simple desenmascarar de acciones, pides que lo saquemos del closet públicamente. No lo haré.

—Es que ese es el problema, chicos. Que no importa en lo absoluto lo que ninguno de ustedes quiera. Solo deben hacerlo. No me gusta recurrir a las amenazas —una vez más sonaba sublime—. Pero les refresco la memoria, del porqué yo llevo la batuta.

Mensaje multimedia instantáneo. Otro video.

¿Qué contenía está vez?...

Las cámaras de seguridad cerca de casa de Santiago, de las que el oficial Benson aseguró su existencia, eran reales, y sin ninguna duda habían sido espectadoras y recicladoras, de todo lo acontecido aquella noche del viernes. Marcadas las escenas en la cinta de grabación, decía la hora específica en la que los chicos llegaron con Santiago, grabó el pequeño forcejeo de la puerta, y la hora exacta en la que volvieron a salir. En el video se los ve escapando alterados, desconfiados, y muy asustado.

Hora de salida de casa de Santiago: diez y veinte de la noche.

Nota al final del video: —“Hasta ahora, los únicos que parecen asesinar por deporte son ustedes”.

https://www.datesgay_Connecticut.com

Les dejó el enlace del sitio web, de donde al parecer él director recurría a obtener sus encuentros casuales.

—Fue él quien borró las cintas de grabación. —Apenas Angela pudo decirlo, de lo absorta que estaba.

LO MEJOR ES CALLAR: Deseo de Justicia [4to BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora