Capítulo 18: Carta de seducción

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En los últimos días, los chicos no habían encontrado aún la forma de hacer que el director del colegio sea echado y expuesto a la vez. Pero luego de que recibieran una llamada del Misterioso, imponiendo sus delirios y creando presión, Chris, llegó a una forma para nada ortodoxa de hacerlo, aunque no pretendía exponerlo públicamente.

La tarde en la que la todo se llevaría a cabo, éste necesitaba la ayuda de las chicas, por lo que después de clases se reunieron en casa de Deborah, para ellas, escuchar lo que Chris tenía por decir. Chris no apareció hasta después de las cinco.

—Llevo una semana hablando con Tom —confesó él sin rodeos. Juntos con las chicas en la habitación.

Mostró la pantalla de su celular, en ella había el perfil de un joven llamado Alex. Nadie lo conocía.

—¿Quién es? —preguntó Deborah.

—Soy yo. —Se miró Chris al espejo, exhalando con algo nerviosismo—. Creé este perfil falso para contactarme con Tom, y en una hora tendremos una cita en un refinado restaurante cercano al pueblo —explicó con su vista en el espejo mientras arreglaba su vestimenta.

—¿Pero ¿qué hay con el hecho de que te ves como Chris, mas no como Alex? —cuestionó Deborah.

—Además de que el director nos conoce muy bien. Sobre todo, a ti —añadió Angela—. ¿Cómo harás con eso?

Por supuesto Tom sabía de vuestra existencia, en dos ocasiones los tres visitaron su oficina. La primera fue la más inolvidable. Cuando ellos fueron enviados al rectorado por abandalizar una pared del colegio en medio del campus, con grafitis de sus nombres. Aspectos muy inmaduros de parte de los tres.

Luego de la rebeldía cometida, en el rectorado tuvieron su reunión con Tom, ni así tomaron las cosas con seriedad. Chris se pasó haciendo comentarios coquetos hacia el director y su aspecto físico. Cosa que el mismo Tom, tomó con gracia, pero después de todo, pasaron dos semanas en retención al final de cada clase.

—Querida Angela, en cuanto a tu pregunta —empezó Chris diciendo—. Lo del perfil falso fue solo una estrategia, quería que Tom y yo estuviéramos cerca, en un ambiente más íntimo que no fuera el colegio, y lo conseguí. —Terminó de arreglar su vestuario—. En poco tiempo solo me toca ser yo mismo, y sacar a flote todo lo que he aprendido de Deborah. —Hizo movimientos sensuales en el espejo.

—¿En serio? —exclamó Deborah.

Chris caminó hacia ellas —¡Por supuesto! El poder de la seducción —especificó en tono etéreo.

Para los minutos posteriores, la cita aún seguía en marcha, y al fin para conseguir lo que el Misterioso quería, las chicas lo dieron a solución sellada. Armaron todo un plan.

Los tres salieron de casa hacia el lugar donde sería la cita de Chris. Eran las seis y treinta de la tarde, cuando encendieron las luces verdes hacia su parada. El atardecer ya había despegado, y lo único que se apreciaba era un cielo en matices opacos y oscuros, que cada vez más, buscaba el anochecer.

El frío empezaba a sentirse, y las intenciones detrás de lo que pensaban hacer, los hacía estremecerse. Había indicios de pensamientos maliciosos en sus planeaciones, que de una u otra forma les chocaba y repudiaba, haciéndolos verse a ellos mismos como personas tiranas. Se veían no tan lejos, de tener un mínimo parecido con el Misterioso.

En el restaurante, Chris tuvo una leve retractación a lo que haría, mientras se debatía si entrar o no. Las opciones eran escasas, así que, sin darle más preámbulos, entró y caminó con seguridad, recordando que era la seducción lo que le daría la ventaja de sobrevivir a la noche.

Desde unos cuantos metros, vio a Tom sentado esperando por su compañía. Se veía mucho más apuesto de traje sofisticado color carmesí, que de camisas llanas en colores pasteles, cuales utilizaba con recurrencia en el colegio —pensó Chris.

—¡Señor Corewell! —exclamó Tom sorprendido frente a él—. ¿Qué lo trae a este lugar? —preguntó con nerviosidad.

Chris tomó asiento sin decir nada. Le sonrió algo retorcido en pensamientos de indecisión. Tomó la postura que necesitaba, y se dejó de penas.

—Lo siento, pero ese lugar ya está apartado para alguien más —recalcó Tom.

Chris le sonrió con seguridad en esta ocasión. —Lo sé, para Alex —certificó.

Tom sonrió también, para después exasperarse y endurecer su rostro en una especie de cadena, que empezó por sus labios, pasó por sus pómulos y subió hasta el frenético mirar de sus ojos. Sentía impotencia.

No dudó en ponerse de pie y querer marcharse sin más.

—¡No te vayas por favor! —Chris tomó su mano.

—No pretendo quedarme —quitó la manos Chris, enojado.

—No hagamos una escena —expresó él desesperado—. O prefieres que grite a todo pulmón lo que vine a decirte. Tú escoges, Tom.  —Lo acorraló.

Tom regresó a su asiento. —¿Que pretendes hacer? —preguntó enfurecido.

—Nada que me sea imposible, seré claro. —Lo miró como jamás antes había visto a un hombre, con dulzura y fuego a la vez, una mezcla tan seductora—. Me gustas, y mucho.

Tom iba interferir ante el enunciado. Chris lo calló, al indicar que se esperara con su mano.

—Siempre me has atraído, pero no pensaba caer en un amor platónico por un heterosexual…

—Además del hecho de que soy tu director y estoy casado.

—Eso era lo de menos para mi —sonó convincente—. Y llámalo destino, o casualidad de la vida. Pero cuando te encontré en aquella app, supe que esa era mi única oportunidad.

—¡Mentirme! —resaltó Tom—. Muy inteligente de tu parte. ¡Felicidades! Has pasado el curso de capricho y manipulación, niño. —adhirió un sarcasmo de risas.

—Si hubiera sido mi rostro el que estuviera ahí, ¿habrías aceptado?

—¡Obvio que no! Soy tu director. No está nada bien.

—¡Ay por favor, Tom! —Chris entonó con fuerza.

—Baja la voz

—Tienes esposa, un hijo, sales con menores de edad —susurró—. Y me dices que el hecho de que yo sea un alumno donde tú trabajas, no está bien. Creo que eso no es lo peor que podrías hacer.

Debajo de la mesa, Chris recurrió a jugar con su pie sobre la pantorrilla de Tom, en un sube y baja de roces edenes. Los hacía con sutilidad. Tenía Tom piernas muy fuertes y atléticas, lo percibió.

—Deja de hacer lo que haces —pidió él de inmediato.

Chris continúo, y a su juego le agregó más intensidad, su pie subió lentamente de la pantorrilla a la rodilla, siguió al muslo y al final, lo posó con ligereza en la entrepierna de Tom. Hizo unas cuantas lascivias presiones.

Vio como Tom sintió ese tacto por la expresión exaltada de su rostro. —No te resistas —le pidió Chris.

—¡Para! —La voz de Tom temblaba

—Tu decides —El pie de Chris siguió moviéndose con sutilidad, mientras sentía como la virilidad de Tom adoptaba forma—. Salgo por esa puerta, tomo un taxi, y esto nunca ocurrió —expresó—, o ambos salimos, me trepas a tu auto, y nos vamos a un lugar mucho más íntimo —sugirió.

Chris se detuvo, y se aseguró de embelesarlo una vez más con la mirada, antes de marcharse tal y como dijo. Llegó a las afuera del restaurante rogando porque todo saliera a su favor, como él lo quería. Luego sintió como un aliento muy frío a su cuello llegó, con una voz tan varonil a en su oído que estremeció a todo su cuerpo.

—No querrás tomar ese taxi —escuchó decir.

Se volteó despacio para ver de quien se trataba, sin duda era Tom. —¡Perfecto! —declaró caminando al auto de este.

Desde ahí, envió un mensaje en su celular que decía: —“Vamos en camino”.

Como destinatario: Deborah.

En el trayecto quiso hacer algo de conversación básica con Tom. Darles entretenimiento a sus nervios.

—¿Con cuántas personas has estado? —investigó Chris.

—No sabría decirte con exactitud —contestó Tom con incomodidad—. Pero muchas, sería la forma más adecuada de darte una cantidad.

—¿Muchas? ¿Por muchas te refieres alrededor de diez, o más de diez?

—Más de diez. ¿Y tú?

Chris no sabía como contestar a eso, se tomó un momento pensando en lo que respondería. Se vio dudoso en si mentir o ser en parte algo espontáneo.

—¡Eres virgen! —refirió Tom antes de que respondiera.

—¡Sí!

—¿Estás seguro de que quieres que sea así tú primera vez?

—¡No, no seas tan preocupado! ¡Me haces que todo me sea más difícil! —Se gritó Chris en su mente—. Nunca estuve más seguro —contestó. Pasó su mano al muslo de Tom y la deslizó un poco hacia dentro, a unos pocos centímetros de su zona erógena—. Quiero esto, en serio —regresó su mano a su lugar, mordió su labio ágilmente, con su vista hacia el frente, su seducción era extrema.

Llegaron a casa de Deborah, donde Chris le indicó que era su casa. En el segundo que cruzaron esa puerta, se lanzó sobre los labios de Tom en un altivo placentero beso, que le hacía escandalizar a sus hormonas.

—Chris, te lo pregunto una vez más —interrumpió Tom la desenfrenada secuencia de besos ardientes.

Chris lo miró fijo. —Continúa —indujo con otro beso. Quitó el blazer de Tom e inició a desabotonarle su camisa.

Desde la sala a un lado del pasillo, se encontraban las chicas escondidas, grabando toda les escena tan apasionada que tenían Chris y el director. Los siguieron hasta una de las habitaciones de huéspedes, y con la puerta a medio cerrar, continuaron grabando.

Ahí fuera, documentaron detenidas lo que ocurría en esa habitación. Cómo Chris desabrochó el pantalón de Tom, y cómo este otro lo volteó para besar su cuello, a la vez que desnudaba su torso y rozaba su virilidad cubierta aún en su ropa interior, sobre los glúteos de Chris, aún con sus pantalones de tela.

—¿Que cree que está haciendo? —Se preguntó Deborah mientras grababa.

—No lo sé —respondió Angela—. Eso no estaba en lo que acordamos.

Las chicas cerraron la puerta lentamente, y prefirieron marcharse de la casa, muy confundidas con lo que sucedía. Chris debía haber parado con la situación, desde hacía mucho, desde que se encontraban abajo. Pero él, continuó muy encantado.

Con Tom sobre su cuello, Chris empezó a ser consumido por el deseo, y al cerrar sus ojos al igual que lo hacía con su boca, que suprimía a los inevitables gemidos, se dejaba llevar por la falsa noche de pasión que se había preparado para ambos. Su cuerpo sentía cada una de las sensaciones más deleitosas que le podían brindar las caricias de un hombre.

LO MEJOR ES CALLAR: Deseo de Justicia [4to BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora