Capítulo 10: Hora de sentir miedo

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Cuando Deborah llegó junto a Chris a la fiesta, se robaron las miradas de todos los presentes. El sistema de popularidad en los adolescentes de un colegio era aclamado. Los presentes tenían la dicha de compartir un lugar de fiesta con ellos, aunque faltaba Angela. Eso extrañó a todos, siempre eran los tres juntos quienes hacían su entrada triunfal. Pasar por la puerta de esa casa, vestidos a la moda, era una maravilla de entretenimiento. A los chicos todo les quedaba perfecto, desde un traje de baño, pasando por una simple vestimenta casual, hasta los mejores vestuarios de aclamados diseñadores y tiendas.

El vestido corto de corsé, con un diseño estampando de Tarot y cortes estrechos en rendijas, laminado en PVC (Policloruro de Vinilo), de la marca Versace que traía Deborah, junto a sus tacones de la misma marca en color beige, como el color base de su vestido, con más de una decena de hebillas; relucían en ella espectacularmente. Deborah podía verse inalcanzable si quería, a veces, hasta lo era. Sin dejar de lado la sutilidad refinada de Chris a la hora de vestirse. Un terno blanco de la marca Dior, con un pequeño pliegue de color caqui en su blazer sin mangas, y sus zapatos por arriba del tobillo de color negro.

Juntos, eran un espectáculo de una fina pasarela de moda, que duraba apenas un par de segundos. Los segundos más encantadores de la noche. Si se preguntaban por Angela, de seguro y ni pensaba ir a la fiesta, no luego del altercado con hirientes palabras que tuvo.

Deborah y Chris, llegaron con John, quien se encontraba en tal momento, con un grupo de amigos.

—¡Feliz Cumpleaños! —exclamaron ambos, a la vez que le entregaban sus presentes.

—¡Gracias! —respondió John con una sonrisa.

Se apartaron los tres hacia un costado de la pista, para ubicarse bajo los flashes de las cámaras de cual fotógrafo, documentaba toda la noche.

—Luces tan hermosa, Deborah —mencionó John, una ves que se tomaron las fotos. Sus ojos se derretían en el más deleitado de los mirares—. Tu también luces muy bien, Chris —agregó para desviar su clara atención.

—¡Gracias John! —dijo Chris—. Diría lo mismo de ti, pero tu vestuario no me simpatiza en lo absoluto.

—¡Auch! —quejó John.

—Pero no te preocupes. Con tú hermoso rostro, el cómo luzcas, es lo de menos. —Chris chasqueó sus dientes, e hizo una ligera sonrisa al final.

—Entonces, me apuñalas y luego curas mi herida con un cumplido.

—No fue solo un cumplido, fue el mejor de los cumplidos. —Chris se alejó con un pequeño baile, directo a la barra.

Deborah se quedó ahí de pie, esperando a que John tal vez dijera, te dejo continuar. Pero no, no lo dijo. Solo se quedó rígido, mirándola como un entontecido por su belleza, era la primera vez que podía apreciarla tan de cerca y detenidamente. Ni siquiera cuando tuvieron sexo lo hizo, aquella vez no se dio tiempo para ello.

—¿Deseas algo de tomar? —preguntó John.

—Vodka con soda. En serio me apetece —gestó Deborah desesperada. Necesitaba algo fuerte pero calmado.

—¡Por supuesto! ¡Ven conmigo! —Caminó John junto a ella, hacia un costado de la barra. Los obsequios, los dejó con uno de sus amigos, a quien le pidió que los guardara.

Chris, desde la barra observaba cada rincón de la casa, cada rostro, cada acción inusual. A la vez, bebía una mezcla de Whisky, agua con gas y cubos de hielo, y disfrutaba de la buena música. La fiesta era un éxito total. Cuando acabara la noche, lo único que se vería sería un montón de adolescentes ebrios, dormidos en algún rincón de la casa, o vomitando en la acera, o sobre cualquier otro lugar que no sea el baño. De seguro se verían alguna que otra sustancia ilícita, y uno que otro loco que hiciera el ridículo. Ese era un buen final para una fiesta. Lejos del espectáculo que aproximaba.

—Angela Smith esta aquí —escuchó Chris murmurar, a una de las chicas que estaban a su lado.

Se veía tan hermosa en un conjunto Chanel de dos piezas color amarillo, de la “Colección Resort”, y botas blancas hasta la rodilla Michael Kors. Traía también el cabello recogido en un modelo chino. No se midió ni un poco para lucirse deslumbrante.

—Luce tan fabulosa —balbuceó de inmediato la otra de las jóvenes presente. Hasta Chris vio lo fabulosa que se veía.

De pronto volteó hacia las chicas, y regresó la mirada hacia Angela, tanteó gustos amargos invadiendo su boca —Si viniste —dijo desde ahí, aunque él fue el único que se escuchó.

Entró una llamada a su celular que lo alteró un poco, pero solo era Deborah, preguntando si era el momento preciso de culminar el trabajo, que le pidieron ejecutar.

—Yo sugiero que lo hagas ahora. Angela acaba de llegar, y quiero llevármela cuanto antes de esta fiesta, antes de que todo se termine por poner feo. —Chris colgó. Iba acercarse a ella, cuando su paso se vio impedido por un joven apuesto de cabello negro muy oscuro.

—¡Hola! —dijo el joven con un ademán encantador.

—¿Nos conocemos? —cuestionó Chris al instante.

—No, obvio no. O puede que sí. ¿Tú, sabes quién soy?

—No, en lo absoluto —contestó Chris enseriando.

Por supuesto que sabía quien era, entre populares siempre se conocen, aún cuando no se dirijan la palabra. Él apuesto Daniel Stoker, del equipo de natación, el mejor de su clase. Un rompecorazones de todos los sexos, bastante promiscuo y seductor, como la versión masculina de Deborah. Con la gran cualidad de llevar en alto su bisexualidad.

—Soy amigo de John —cedió su mano—. Daniel Stoker de tercer año. —Chris le concedió el estrechar de manos—. Estaba justo con él, cuando… —sus ojos parecían embelesados—, llegaste con tu hermosa amiga —continuó éste—. Cabe recalcar, que casi igual de espectacular como tú —humedeció con sutilidad sus apetitosos labios.

—¡Jum! Que halagador —reaccionó ante ello Chris, casi y siendo sarcástico, como si el comentario de Daniel estuviera superfluo a la situación—. Si me permites, Daniel —enfatizó—, tengo que llegar al otro lado de la pista.

—¡Claro! Pero antes… ¿me regalarías tu número? —pidió con una inmensurable sonrisa.

Era claro que cada parte de sus gestos indicaban seducción. Pero estaba en un terreno muy difícil para manejar. Era Chris Corewell, a quien nadie podía encantar por completo. Muy pocas cosas lo sorprendía y se robaban su atención, y entre esas, no estaba un rostro bonito con cabello perfecto. Chris dejó sus ojos casi cerrados, expresando que cuestionaba la petición del joven. La dejó en debate en su cabeza.

—¡Bien! —sonrió con la misma picardía, que éste otro anteponía. Le gustaban las pruebas.

Creyó Daniel, que ya había obtenido su premio.

—Pero con una condición —mencionó Chris de repente—. Dame una sola razón por la que te regalaría mi número. Se breve ¡por favor! —concluyó.

—¡Perfecto! Te daré dos —agregó Daniel muy seguro y ostentoso—. Una, porque soy el más apuesto de la fiesta.

Soltó Chris una diminuta risa con gracia, ante la egolatría del muchacho.

—Dos —siguió el mismo—, porque hay un noventa porciento de probabilidad, de que te mueras por besarme...

—Me gusta tu seguridad —reflejó Chris, esta vez con desinterés en cada segundo—. Entonces, yo te daré dos razones, por las que no te daré mi número —declaró en total disensión—. Primero, porque tú no eres el más apuesto de la fiesta, ese soy yo.

Chris caminó dos pasos más adelante hacia Daniel, tanto que podía sentir su cálida respiración. Levantó su mirada para verlo a los ojos, por la clara diferencia de altura que en éste otro prescindía.

—Segundo —resaltó—, porque quien se muere por besarme, eres tú, y en un noventainueve punto noventainueve porciento, de hecho.

Parecía que Chris lo besaría, sus labios se colocaron tan cerca los uno del otro, que no faltaba nada para que hicieran contacto. Daniel, estaba cediendo a él, muy complacido, pero en el último segundo, Chris giró sus labios hacia un costado, rozando la suave mejilla de este…

—Ves ahora quien se muere por besar a quien. —Le dijo Chris a su oído, en un tono etéreamente susurrado y con una clara sonrisa.

Volteó en dirección a Angela, y dejó a Daniel ahí con la mente levitada. Viendo él como se alejaba, mientras sonreía con perspicacia, a la vez que flotó su dedo sobre su labio inferior, secando las ansias que Chris le había dejado, por un dulce beso sin conceder. Pareció estar aún más encantado.

—Pensé que no vendrían —resaltó Chris ante Angela sin casi no poder mirar a Santiago.

—Y yo no me equivoqué, cuando imaginé que vendrías con Deborah —celó Angela.

—Yo no he escogido bandos —aclaró Chris—. Después de todo, al final de la noche se arreglarán las cosas.

—¿A qué te refieres con "al final de la noche"?

—Espera y verás —cerró Chris la argumentación.

Siguiendo con este cierto recelo hacia Santiago, quien se veía estupendo como para no poder ser visto por más de dos segundo. Su camisa negra en llana, con mangas largas, que le daban un toque serio a su aspecto, pero con sus tres primeros botones desabrochados, que lo hacían ver más casual y sensual. Pantalón llano en gris, y zapatos casuales del mismo color de su camisa. Se veía como todo un galán. Y ni por eso, Chris podía mantener su vista en él. Sus ojos sangraban de asco si lo hacía.

Deborah había seguido charlando con John, aún cuando lo describía como un loco afanado. Ella lo juzgó mal. Si, era cierto que ella lo deslumbraba y que parecía encantado en todo momento. Pero Deborah, por primera vez en su corta vida, podía ver en John, que su atención hacia ella no era motivada por solo sexo. Veía respeto de su parte, sentía que él se entretenía con solo escucharla hablar. Era apreciada como la diosa que era, muy diferente de ojos que desnudaban su cuerpo, en ves de su alma, tal y como John lo hacía.

En unos cuantos minutos, él chico nervioso con su peculiaridad, había sacado de Deborah ese lado más frágil, y sociable. No estaba ebria, ni nada, solo era ella y ese yo interior que siempre preferiría mantener bajo las sombras. A él, lo terminó por encantar mucho más.

—¿Ya te dije que estas muy hermosa? —le preguntó John sin evitar reírse.

—Si, ya me lo dijiste, creo que… cuatro veces —contestó Deborah a la cuestión de John, agraciada en cada segundo.

Ambos seguían en aquella esquina de la casa, a un lado de donde estaba ubicada la pequeña barra. En un también pequeño sillón color negro bastante cómodo.

—Ahora son cinco —insistió John—. Te ves muy hermosa, en serio. —Rieron los dos, tontamente.

—No deberías estar siendo muy lindo conmigo —mencionó Deborah—. No después de como te traté.

—No fue tan malo —respondió John minimizando el acontecimiento anterior—. Si te gusta alguien, creo que… —calló cuando vio la mirada de Deborah tan expresiva e incómoda, por lo que él acaba de mencionar. Sintió que la había regado.

Pero ya lo había dicho. Ya había dicho que Deborah le gustaba. Terminó siendo más que claro con sus intenciones. En menos de una hora, y se había declarado.

—Creo que ya debería regresar con mis amigos —sugirió Deborah sin decir nada más.

—¡Si! —John se encogió de hombros—. Fue un placer hablar contigo. Disfruta de la fiesta.

Deborah asintió y se retiró, pero no hacia donde los chicos, sino hacia donde había un reflector. Donde al parecer reproducirían unas imágenes y videos de recopilación, a momentos memorables de John junto a sus allegados. Un pequeño momento de cursilería que le habían preparado sus amigos, y un detalle que le otorgó la noche a Deborah, facilitando su fechoría.

Deborah fue minuciosa estando cerca de tal reflector, y más aún cuando insertó el pendrive en la laptop que se conectaba a éste. Por el logo de play en tal archivo, se deducía que era un video. Proyectaría un video frente un grupo extensos de estudiantes. Sin verificación de lo que contenía, debía ser grande y tal vez el destructor para alguien. Por algo Deborah se resistía en un principio a ejecutar ese trabajo.

Mientras se alejaba al centro de la pista, el video empezó a reproducirse. El contenido de aquel representaba toda las etiquetas de restricción. No apto para menores, escena sensible, sexo, muy cerca de ser pornografía infantil. Un video muy parecido al del que ella fue víctima. Sólo que, en este, ambos parecían estar de acuerdo, y el rostro de la chica no se lograba ver con exactitud, pero si el del chico. La matiz de su rostro se veía perfecta. Era un joven muy apuesto y aclamado en “Integrity”, por el que más de una mente morbosa, alguna vez esperó un video de esos.

Era Santiago Reed sin duda, su bella facción era el protagonista, y todos en la fiesta lo supieron. Murmuraron su nombre, y grabaron con impertinencia desde sus celulares al proyector. Había un nuevo y jugoso chisme adolescente en “Integrity High School” y Heaven Grim. Pero que en realidad no era un chismecito, la oscura verdad de ese video era más grande de lo que cualquiera podía imaginar, y aún faltaba mucho por revelar. Ese, apenas era el comienzo de un fructuoso sembrío de discordia y tinieblas, que se cosecharía más pronto que tarde…

LO MEJOR ES CALLAR: Deseo de Justicia [4to BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora