Capítulo 22: Aburrida empatía

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Salía Deborah de su casa, cuando afuera era esperada por John Stevens. Vaya sorpresa. Estaba de frente con espalda sobre la capota de su auto, cruzado de brazos mirando hacia el suelo con facciones muy serias en su rostro.



-¡Hola! -lo saludó Deborah en tono cuestionable-. ¿Qué te trae por aquí?



-Hola, quería hablar contigo. -Era obvio que mentía-. En realidad, quería disculparme -expresó de forma rápida.



Deborah gestó su rostro buscando una explicación, o por lo menos entender a qué se debían las palabras de John.



-¿Disculparte? -preguntó intrigada.



-Si, lamento no haberte llamado desde la tarde de bolos. Pero como te fuiste, apenas y nos despedimos, deduje que no la pasaste bien.



-¿Por qué crees que no la pasaría bien? -Deborah se acercó más hacia él.



-Por la forma en la que tus amigos y tú se marcharon. Parecía que huían de nosotros.



Deborah soltó una fuerte carcajada. Caminó lentamente en su dirección, acercó su cuerpo a tal punto que la distancia entre ambos fue nula.



-¡Ven, acompáñame! -Lo tomó de la mano y lo llevó hasta dentro de su casa-. No huía de ti, es imposible querer hacerlo -confesó dulcemente mientras se ubicaban frente a su rostro-. Se nos presentó algo de última hora. -Lo llevó hasta a la sala.



Deborah tomaba un rumbo que John no parecía buscar, pero tampoco tenía pensado detenerla. La mirada llena de pasión en Deborah era un imán a la pérdida de la racionalidad. Envolvía, desequilibraba, obstruía la visión de una forma espléndida, excitaba.



-Sabes algo, desde esa tarde en los bolos -agarró Deborah a John del dobladillo en el cuello de su camisa-, no he dejado de pensar en tu aliento sobre mi cuello y tus manos sobre mi cintura. Esa tarde te sentí como nunca.



John sonrió encantado, llevó sus manos a la cintura de Deborah, hizo que sus cuerpos no tuvieron espacio alguno, absorbió con sutilidad el aroma a frutal del delgado y afinado cuello de Deborah. En esa simple parte de su cuerpo, guardaba el causar de incesantes apetitos.



Sobre el gran sofá gris a su disposición, plantearon sus puntos de vista entre sí, sobre cómo besar, cómo tocar, cómo recorrer un cuerpo con la boca, cómo realizar movimientos en el acto del coito de una manera en la que embelesas cada neurona funcional de tu víctima. Se asesinaron entre los más grande de los placeres.



John, era un raro ejemplo de chico tímido con el habla, pero arrasador con las acciones. Expresarse a veces le era difícil, solo cuando se sentía de alguna forma intimidado o atraído, por lo que buscaba no cometer errores con las palabras. Pero cuando no utilizaba sus palabras como medio de comunicación, tenía un lenguaje corporal y una mirada expresiva bastante denotativa, con lo que especificaba al máximo lo que sentía.



Se fue de casa de Deborah sin haber mencionado lo que quería declarar desde un principio. Por su lado le brindaron un majestuoso entrenamiento y elucidar a lo que buscaba. No entendía lo que la chica apasionada hacía con él.



Deborah tomó un baño instantáneo de reversa y luego salió a su destino de un principio. Había un amigo al que no le estaba yendo bien, y del que ella al igual que Angela, necesitaban respuestas a los vacíos inconcluyentes en sus cabezas.



Antes pasó por una tienda en busca de un celular, al bajarse en ella, notó que extrañamente en la lujosa tienda tenían una pequeña sección de celulares con cero avance tecnológico, excepto por el hecho de que, en sí, ellos, ya eran un avance como tal. Una distinción de más de cinco marcas, de lo que parecían ser celulares desechables.

LO MEJOR ES CALLAR: Deseo de Justicia [4to BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora