Capítulo 48: La luz al final del túnel

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El día continuo al que Angela aseguró no volver al Hospital, Daniel despertó con una necesidad y una valentía por la que no había optado. Desde el día uno en el que recobró la conciencia y se enteró del estado de Chris, algo en él sufrió un apagón instantáneo que le quitó la conexión entre sus emociones y su persona. Era una inflexible negación de lo más carente en estar bien. Los llantos en él se volvieron desconocidos, la jugada que le hacía su mente, era un reloj de arena coleccionador de la corroñosa realidad. Tal realidad pronto transcurriría a su auge, una vez cruzara esa puerta con el pasadizo a la habitación del silencio intranquilo, en la que Chris dormía tan angelical.



Con ayuda de una enfermera, Daniel logró sentarse en una silla de ruedas. La misma enfermera lo llevó hasta la habitación de Chris, hasta ella podía sentir el miedo que emanaba en Daniel por entrar a ese lugar. Lo pensaba, buscaba la forma de abrirse a la afección que seguro le proveerían las cuatros paredes, pero era un paso a la vez.



-Él te escuchará y recordará que lo visitaste -comentó la enfermera-. ¿Ustedes se aman, no?



-Sí.



-Entonces no hay nada que temer. El amor es la convalecencia del poder, si hay amor, hay valentía -sonaba tan dulce la joven mujer. Abrió la puerta para Daniel, la dejo así para que él tomara su decisión. -Te dejó a solas. Tú y Chris necesitan de este tiempo mientras hay tiempo, podrías llegar a lamentar no haber cruzado esa puerta -concluyó la enfermera marchándose.



Daniel buscó tomar el valor por el que se negó. Se adentró a la habitación al manejo lento de su silla, débil por las puntadas en su abdomen que se volvían punzantes por la posición de su cuerpo. Pero ni tales puntadas lo llevaron a la yactura indócil que lo abrazó al estar tan cerca de Chris. Se volvió esclavo de los llantos. Se acercó por un lado de su camilla, sin dudar tomó su mano sin respuestas, la besó una y otra vez como si esperaba que con eso Chris despertara.



-¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdóname! -Sus llantos volvían inentendibles sus palabras-. Debes despertarte de esa cama porque no resistiré perderte. Si te vas, Chris, moriré contigo, no nos merecemos esto ¡Dios! -su tono se volvía impotente, enfurecido y dilacerado por lo injusto que le parecía la situación-. Tienes que despertar -susurró recostando su cabeza sobre el regazo de Chris.



Si fue en parte como lo imaginó. Dolía, dolía mucho, y posiblemente más, pero también era consolador poder verlo y sentirlo aún en la mísera inactividad de su ser. Hizo una retrospectiva inmediata, resaltando las palabras de la empática enfermera. Podía probar con una cosa, algo tan doloroso de lo último que vivió Chris, las fuertes cargas emocionales son grandes deshacedora de lo descrito. ¿Qué tal si lo que pensaba hacer, rompía en su totalidad ese muro entre el estado inconsciente de Chris y la percepción de sus sentidos? Daniel acercó sus labios al oído de Chris, tenía esperanza de que funcionara su desmedida práctica nada sin refutación.



-Es una pena que tú estés ahí, ¿sabes? -empezó diciendo-. Aún cuando enviaste ese mensaje de voz a Angela, nunca lo recibió, me encargué de ello -entonaba sus expresiones con malicia, que de por si ya sonaban convincente-. Y mírate ahora, tu aquí postrado en una cama de hospital, y Angela junto a Deborah a la voluntad del Misterioso, a mi voluntad, Chris -agregó una risa-. Si te mueres, me harás un favor -inventarse cada una de esas miserables palabras tocaba su sensibilidad, eran falsas, pero con solo mencionarlas se hacían hirientes.



Seco sus evidentes lágrimas, a la espera de que algo ocurriera, algo fuera de lo normal, pero no pasaba. No era un cuenta de hadas como para creer que todo sucedería así de sencillo. Un minuto luego y... Chris abrió los ojos de forma abrupta y absorta. Una lágrima deslizó por su ojo, no podía respirar. Daniel impactado, asustado, sin saber como proceder, tocó el botón de emergencia al instante en el que salía por ayuda. El médico a cargo llegó con prontitud, junto con la enfermera portadora de sabiduría. Sacaron a Daniel de la habitación y procedieron a la atención inmediata de Chris.



Ni ante los sentimientos, Daniel tenían una libertad para corresponderles, era contradictorio lo que se refleja en su corazón. Quería gritar y llorar de felicidad y emoción, pero también temía por el resultado de lo que parecía ser una luz al final del túnel, esa que si bien la tomas, te encaminaba al supuesto paraíso, o te sacaba de lo profundo de un abismo. Esa luz que tenía el poder de regresarte al mundo de los vivos, o trasladarte al mundo de los muertos. Daniel no era consciente de que tan buena era la situación, o que tan mala podría llegar a ser a la vez. En su habitación, aguardando por las noticias, le tocó sucumbirse en las emboscada de sus propios pensamientos.



Las horas se fueron volando, ya todos estaban al tanto del hecho, y al parecer después de todo, la noticia era la que se esperó desde un principio, la que tanto se le había pedido a Dios que la concediera. La luz al final del túnel que vio Chris, fue la que lo trajo de vuelta. El deseo de proteger a los suyos le concedió rápido ese poder de regresar y no marcharse para siempre. La metodología empírica de Daniel, fue un punto de relevancia para el subsanar y una costra para las heridas.



Ya las cosas estaban volviendo a la normalidad durante el tiempo que el Misterioso juró marcharse, los chicos volvieron a conocer la paz. Solo el bárbaro accidente de Chris y su malentendido, trajeron de vuelta la tristeza y la incertidumbre, el colapso mental y el desorbitado pensar de cada uno, la funebridad de sus almas y el poder insufrible del amar. Cada aspecto que parecía pasado, se recordó como el principio, y ni así se acostumbraron a los acibares sabores que se dictaminaron como parte de vuestra existencia.



¿Realmente la tormenta malhadada y sangría había cesado para los chicos? Así parecía serlo. Con Chris en lo que parecía estar en un buen estado, con delicadez pero libre de aparente peligro. Habían sonrisas por doquier acompañadas de lo hermoso y feliz que eran lo tiempos de nevado, y el suspiro soñador en el que entrelazan las personas cuando llegaba la Navidad, ya estaba tan cerca...



El tiempo que era el único que transcurría sin importar qué o cómo estuviera el mundo, parecía saltarse los lapsos de segundos, minutos, horas y días. La primera semana posterior al despertar de Chris, los puntos sobres las "i" se establecieron lo más pronto posible. En un íntimo círculo de cinco, los chicos persiguieron sus deseos para finales del año, como si nada estuviera sucediendo.



Lo que tenían planeado desde hacía menos de un mes atrás, no lo obstaculizaron. Deborah junto con John tenían pensado pasar la Navidad en Memphis, donde los abuelos maternos de John, junto a los padres de éste. La integración oficial de Deborah a la familia Stevens sería ese entonces, así sucedería después de todo. Solo tuvo que llamar a sus padres, aclararles que no sería necesario que vinieran a Heaven Grim, ya que no tenía pensado pasarla con ellos. Se iría a pasar con el novio furtivo que ellos no conocían, pero igual consiguió el permiso como siempre.



El viaje de Chris, propuesto por Daniel, tampoco se postergó. En sus claros estados de recuperación el viaje se haría, pero al vuelo se unirían ambas familias, los padres y hermano de Daniel junto a los padres de Chris, todos cruzarían al otro lado del continente para pasar la mejor de Navidad de todas. Por el empeño de dos adolescentes que desacatarían las órdenes de sus médicos, por demostrar que la vida era tan corta, como para no imponerse correr el peligro. Tendrían a su disposición los especialistas necesarios para el control de sus delicados estados. Tendrían hasta el tiempo para consolidar a dos familias, por el amor inmenso de Chris y Daniel. La celebración estando juntos sería por cada despertar en París.



Quien tendría una "aburrida y básica" Navidad, sería Angela. La pretenciosa familia Smith se reuniría en casa, a pesar de que sus padres no continuaban junto, las cenas familiares tanto en la Familia Ford Smith, como Jenny se empeñó a nombrarla desde que rompió su compromiso con el padre de Angela, siempre tuvieron su lugar y continuidad. Aún estando separados compartían el vínculo más preciado y eterno que podría alguien tener, los hijos. Una cena hermosamente inolvidable, pero patética como la hermana y sobrinos del gran Smith, tendría Angela que amargamente digerir.

LO MEJOR ES CALLAR: Deseo de Justicia [4to BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora