Capítulo 24: Un cuento del jamás

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Fueron tal vez treinta minutos de trayecto, para llegar al lugar exacto en donde John había llevado a Deborah. Si era un restaurante, y no una cueva, como pensó Deborah por algunos segundos. No, no era secuestro ni nada parecido a ello. Aunque el Restaurante no era nada a lo que Deborah estaba acostumbrada. No era elegancia, sofisticación, ni fineza. Se sorprendió, y no de una forma agradable. Era como una cantina la edificación enfrente de sus ojos.



John, sin embargo, tenía consigo una sonrisa favorecida, sus ojos marrones eran destellos, y ni hablar de su corazón, palpitaba a cien de alegría. Frente a la puerta, Deborah dudaba de entrar, su mirada desconfiaba de todo y su mente le decía huye de aquel lugar. John tomó su mano sin más rodeos y en pocas palabras la indujo a entrar.



No había magia, Deborah esperó que a último segundo el lugar le diera una sorpresa diferente a la que ya había espetado. Se aterrorizó, hombres gigantes con aspecto rockero, chaquetas de cuero, grandes melenas, rústicos y desconfiables a ligera vista. Entendió la referencia de las motos con modelo de los 90's, aparcadas en la entrada.



Una grata sorpresa tuvo segundos después, también había adolescentes en otra esquina, parejas en pleno romance, un grupo de aparentes universitarios. No todo era tan malo. El lugar, al menos era mucho más espacioso de lo que creyó. John veía cada reacción de Deborah como un momento de burla y felicidad. Estaba seguro de que ella no le había agradado el lugar en lo absoluto.



Tomaron asiento en una pequeña mesa para dos, con cómodos sillones aterciopelados rojos, en vez de sillas con diseños elegantes. Una mesa de mármol, de también color rojo, que hacía un excelente conjunto con el traje negro de dos piezas que Deborah traía puesto.



Las luces en el lugar se volvieron un morado neón, y se escuchaba a volumen ambiente, una música muy conocida. "Let Her Go" de Passenger.... Tenía una melodía y letra hermosa, era una composición magistral del verano, y se apreciaba de la misma forma desde que se escuchó por primera vez meses atrás.



-¿Te gusta el lugar? -preguntó John lo obvio.



-Si, no esta nada mal -mintió Deborah.



John se echó a reír, sin Deborah entender porqué lo hacía.



-¿Dije algo gracioso? -indagó.



-Para nada. Solo me sorprende que mintieras.



-¡Bien! -Le tomó por sorpresa-. El lugar es aterrador. Huele agradable, saben de música, pero no saben escoger a sus clientes, es como un restaurante binario -señaló con su dedo todo el alrededor-. Tiene un toque de cantina, a la vez de restaurante pueblerino, un poco de Night Club, hasta algo de Bar-Karaoke. Así que no, no me gusta este lugar -gestó su labio, torciéndolo hacia un lado por su desagradable sinceridad-. No me sorprendería tampoco, si se acercara un hombre a esta mesa a bailarme por dinero -concretó.



John se veía sorprendido por su extensa descripción, era muy larga, creyó que hasta tenia buena narrativa. Sus risas salieron nuevamente.



-Es como una biodiversidad paralela, y no estoy segura en este momento, de si quiero comer aquí -agregó Deborah, luego de las risas John.



-Todo esto es versatilidad -resumió John-. Aunque te parezca aterrador, te juro que antes de que te pase algo aquí, te ocurre algo en cualquier otro restaurante fino de Heaven Grim, o París -apuntó con su dedo hacia el grupo de hombres vestidos de cuerina-. Cualquiera de los hombres que están ahí, te defendería de un abusador sin dudarlo. Se que son ellos los que te causan desconfianza. -Eso era asertivo.



-Digamos que te creo. ¿Cuántas veces has venido aquí?



-Muchas, ya perdí la cuenta. A mi y a Daniel nos encanta el lugar.

LO MEJOR ES CALLAR: Deseo de Justicia [4to BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora