CAPÍTULO 10.

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Nathaniel.

—Esto es increíble — Digo con fastidio.

— Si, es increíble que por tus caprichos termine en problemas.

— Pero valió la pena — Y es que tan sólo con verla sonreír siento que estoy completo.

— Para ti — Bufa.

Chris estaba fastidiado y enojado por el estúpido castigo que nos asignaron. Y la verdad, yo también estaba harto.

Después que mi hermano nos recogió del colegio y pasó el manto protector que se hizo para mantener el mundo de los humanos apartado de nuestro mundo, nos encontramos con la gran sorpresa de que mi padre, Severus Morgan II, rey de Kentryavor, nos estaba esperando en la entrada del castillo con su armadura carmesí con el distintivo símbolo negro del dragón en el pecho.

Ahí parado se veía imponente y la energía que emanaba te dejaba saber que se merecía el título de rey. Pero no sólo estaba él, también estaba toda la guardia real como si estuvieran esperando un criminal.

Me baje del auto y al instante Adrien, el General de la guardia real y mano derecha de mi padre, me toma de los brazos y me dice:

— ¿Qué demonios hiciste ahora?

No respondí, sólo dirigí la mirada hacia mi padre.

Él fácilmente podría parecer un chico de 25 años. Tiene una altura imponente, cabello negro azabache que casi le llega al cuello, cejas gruesas, facciones juveniles pero endurecidas, cuerpo fuertemente entrenado haciendo que sus músculos sean notorios pero de una forma sutil, piel tan blanca como la nieve y sus ojos de un rojo intenso con la marca negra en medio de sus pupilas que deja saber que aprendido a controlar todos sus poderes.

Es un vampiro poderoso, incluso se le conoce como el segundo vampiro más poderoso que ha existido. Mi padre es capaz de matar a quien sea sin mover un sólo músculo, tan sólo utilizando sus ojos.

Un guardia toma a Chris y junto a Adrien nos adentramos al castillo. Al pasar las puertas, nos sueltan y me encuentro con la mirada de mi hermano, cuando este baja la mirada se que mi padre se encuentra detrás de mí.

— Vamos al salón rojo — Cuando mi padre dice eso mi primo me dice telepáticamente:

Estamos fritos.

No le respondí y seguí a mi padre. Observo el pasillo y aunque el castillo en el que vivimos está desde que mi abuelo, el rey Saverus Morgan lo construyó, mi padre ha intentado mantenerlo y remodelar algunas cosas dándole un aire clásico pero moderno.

Llegamos al salón rojo, mi padre habre la puerta y, Cornelius Devatriz rey de Gwinqueram, estaba sentado con su característico uniforme negro con el símbolo rojo de una serpiente en el pecho.

Al igual que mi padre, tiene la apariencia de un joven adulto. A pesar de ser hermanos, mi tío tiene el cabello castaño sostenido por un moño pero dejando unos mechones libres, cejas finas, casi tan alto como mi padre, facciones delicadas y finas, músculos bien definidos, piel blanca y los mismos ojos rojos con la marca negra en medio de sus pupilas.

— Siéntense — Nos ordena el padre de Chris.

Seguimos la orden y nos sentamos en las dos sillas que están en medio del salón y ellos se sientan en sus asientos designados justo al frente de nosotros.

— Me enteré que se están divirtiendo en el colegio de los humanos — Inicia mi padre — Que son muy populares y que nadie sospecha de lo que son.

Pausa mirándome fijamente antes de continuar.

— Pero, al parecer se han estado relacionando demasiado con ellos.

— Nos llegó un informe en donde dice que han roto la regla de no relacionarse con los humanos — Continúa mi tío — regla que se impuso luego de la última guerra sangrienta cuando los cuatro reyes hicieron el manto protector.

— ¿Tienen una buena razón para romper dicha regla? — La mirada de los dos reyes casi nos atravesaban.

Estaba harto de esa regla. No entiendo que es lo grave, ellos jamás se darán de cuenta de lo que somos y si en algún momento llegan a sospechar le borramos la memoria.

— Estamos esperando su respuesta.

— Sólo quería conocer a uno de ellos — Una respuesta rápida y sencilla.

— Esa no es una excusa para romper una regla tan importante Nathaniel — Alega mi tío.

— ¡No entiendo cuál es el problema con esa estúpida regla. Somos más poderosos que ellos no son un peligro para nosotros! — Exploto.

— Son las reglas Nathaniel — Mi tío dice como si fuera lo único que importara.

— ¡Regla que no sirve para un carajo!

Una oleada de viento me empuja con fuerza hacía la pared. Caigo al suelo tosiendo de dolor.

— ¡Puedes ser mi hijo Nathaniel, pero no aceptaré tus imprudencias, somos tus superiores y nos debes respeto!

Mi padre estaba muy molesto y era mejor que me calmara antes de que hiciera algo peor que hacerme chocar con la pared. Volví a mi puesto y me disculpé.

— Teníamos un acuerdo Nathaniel — Me recuerda mi padre — Y la única condición era no involucrarse con ellos.

— Lo sé padre, no debí acercarme demasiado.

— Creo que lo mejor sería no acercarse más al mundo humano — Me tensé al escucharlo.

— No creo que sea necesario hacer eso padre — Dije de inmediato.

— Su majestad, yo sé que cometimos un error pero no volverá a pasar — Opina mi primo por primera vez.

— Hermano, no creo que sea algo bueno, recuerda lo que pasó la última vez que hicimos algo así — Mi padre parece recordar algo y se tensa.

Es la primera vez que lo veo así, pero ¿Por qué?

— Tienes razón, pueden seguir visitando el mundo humano, pero la condición es la misma — Decreta mi padre.

— Pero a manera de castigo y por no acatar las órdenes, estarán a cargo de el cuarto escuadrón por una semana — Finaliza mi tío y se transporta junto a mi padre quien sabe a donde.

Salgo del salón rojo con mi primo a punto de clavarme una espada kiujer por la espalda.

— Deja el drama, estar en el cuarto escuadrón no es tan malo.

— Claro, porque estar todo el día limpiando mierda de Figmer es de lo mejor.

Y tenía razón, es un asco estár aquí. El cuarto escuadrón se encargaba de cuidar y alimentar a los Figmers, criaturas que parecía a los caballos de los humanos, sólo que estos eran más grandes, tienen alas y dos cabezas.

— Te odio Nathaniel Morgan — Dice con cansancio y  lleno de mierda.

— Yo sé que me amas.

Bufa y sigue en lo suyo.

Estaba harto de esto, pero era mejor que no ir más al mundo humano. Sólo pensar en que no podré verla me hace sentir un vacío mezclado con rabia. Preferiría morir a no verla.

Esa humana es mi más profunda debilidad y haría lo que fuera por estar con ella.

Peligrosa Oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora