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EMMA

No podía sentirme más ridícula. Este podía ser el último día de mi vida y me iba a pillar con un muy cuestionable disfraz de Lydia Deetz. Siempre me había gustado Beetlejuice, aunque mi cara embadurnada de blanco y mis ojeras mal pintadas no hacían justicia a Winona Ryder ni por asomo. Separé el flequillo en tres churritos un poco desiguales y me calé el sombrero negro con tul.

No era una obra de arte, pero tendría que valer.

Ángel había llamado hacía unos minutos, estaba esperando abajo, así que decidí no alargar mi sufrimiento y bajar de una vez por todas.

Al salir del portal lo observé apoyado en un coche con un traje negro con rayas blancas impolutamente pintadas y un impresionante maquillajes por todo el rostro, su cabellera blanca un poco crepada peinada hacia atrás era la guinda perfecta.

¿Por qué todo se le daba tan jodidamente bien?

—¡Guau Beetlejuice! —exclamé intentando que los nervios que me comían por dentro no contaminaran mi tono de voz —te ha quedado realmente bien.

Ángel me miró con una sonrisa.

—Creo que se puede decir lo mismo de tu disfraz.

—¿Tú crees?

Sospeché que era pura cortesía, pero nada más preguntar Ángel se acercó a mí y me apretó entre sus brazos. Me dio un beso en el cuello y acercó sus labios a mi oreja para susurrarme al oído.

Su cálido aliento me estremeció por dentro. ¿Cómo podía ser tan descerebrada? La muerte pendía de un hilo sobre mi cabeza y yo solo podía pensar en lo rematadamente excitante que me resultaba Ángel.

—El disfraz te queda genial, aunque nada me gustaría más que verte sin él.

Se apartó de mí con una sonrisa socarrona en los labios y me agarró de la mano.

Joder, no dejaba de sacarme los colores aunque pudiera estar muerta en pocas hora. La idea de la muerte empezaba a aparecer en mi mente con demasiada ligereza y eso era realmente inquietante, más que imaginarme sin ropa entre los brazos de cierto Beetlejuice cañón.

*******

El instituto era un viejo edificio que en otros tiempos había sido una fábrica de textiles. Estaba recubierto de ladrillo rojo y coronado por una torre con un reloj que hacía tiempo que no daba la hora.

Lian y Leo esperaban impacientes ante la puerta del instituto mirando la hora en el móvil.

El plan era sencillo. Ángel había comentado ante Miranda y Aarón que asistiría a la fiesta de Halloween del instituto conmigo. Esperaba que como buen depredador, Aarón se presentara a la fiesta como había hecho la última vez. Tal vez intentara contactar conmigo o secuestrarme, eso era a gusto con su nivel de perturbado. Lian, Leo y Ángel serían mis guardianes y velarían durante la noche atentos a cualquier indicio de que Aarón se hubiera presentado. Luego solo había que llamar a la policía de inmediato, todos tenían el número de emergencias en marcación directa.

—Si veis a alguien sospechoso, posiblemente enmascarado que observe o ronde a Emma solo avisadme, no quiero que hagáis nada, no os pongáis en peligro, ni llaméis la atención —informó Ángel mientras apretaba mi mano con fuerza.

—Pero... ¿por qué no lo habéis denunciado? —preguntó Leo con el ceño fruncido.

Bueno, la cosa era un poco complicada, Lian había creído que era mejor que Leo no supiera a lo que nos íbamos a enfrentar durante la noche y le había hecho creer que el tío que me podía rondar era un ex un poco acosador, no un asesino loco perdido obsesionado con las morenas de ojos verdes.

Oscura seducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora