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El viernes pasó por mi vida de forma miserable, tanto que hubiera deseado poderlo borrar del mapa.

El profesor Cocker nos había puesto un examen sorpresa de vocabulario y tenía la absoluta certeza de que no había dado ni una.

Era consciente de que estaba en bachillerato y el nivel debía ser alto, que tenía que estar preparada para la selectividad, aunque realmente no tenía ni la certeza de estar viva en ese momento.

Pasé el día con los hombros caídos y la extraña sensación de llevar sobre mí a alguno de estos fantasmas de las películas de terror japonesas encaramado sobre mi cuello o mi cabeza, mi dolor de cervicales no podía ser normal.

A pesar de ello y por suerte, el viernes pasó y dejó paso al sábado, el día en el que iba a tener la primera cita oficial con Ángel.

Decir que estaba emocionada, seguramente era quedarse corta. Era la primera cosa normal que nos concedíamos.

Cuando el miércoles tras mi cagada con la patada me pidió que saliéramos juntos, que hiciéramos algo en plan pareja, me quedé con la boca abierta y con una cara de tonta que no podía ni imaginar.

Me planté ante el espejo de mi habitación con nada menos que trece posibles conjuntos para probarme y decidir. Quería estar perfecta, aunque no es que mi armario ofreciera demasiadas posibilidades cromáticas y estilísticas, todos los conjuntos pasaban por el negro.

Al final me decidí por una falda vaquera de color negro y una camiseta de algodón con un dibujo de Maneki neko. El toque especial lo puse con las mediar que eran de estampado de leopardo en color morado y negro. Me calcé mis botas militares preferidas.

No iba a salir en una revista de moda, pero esto era lo mejor que podía ofrecer.

Habíamos quedado en que Ángel me vendría a buscar a las cinco, así que a pesar de haberme probado la mitad de la ropa de mi armario, aún me sobraban quince minutos, así que me pinté la línea negra sobre los ojos y ponerme algo de gloss en los labios.

Cinco minutos antes de la hora, sonó el timbre de la calle. Una oleada de felicidad me recorrió por dentro.

Los sentimientos que me había despertado Ángel en las últimas semanas eran una nueva experiencia para mí. No me podía engañar, con Joel había tenido momentos de felicidad las primeras veces que quedamos no obstante, lo que me invadía cuando pensaba en Ángel era algo que incluso me abrumaba. Era muy intenso, excitante, dulce y a la par tenía un punto de inquietante.

Cogí una cazadora tejana con forro y salí disparada de casa. No me molesté ni en esperar el ascensor, bajé por las escaleras a toda prisa con una sonrisilla perenne que no era capaz de borrar de mi rostro.

Ángel estaba esperando sobre la moto e incluso así me lo encontré con un libro en la mano.

—Cualquier momento es bueno para leer— le susurré con diversión —veo que ya has terminado American Psycho.

Ángel cerró el libro y me observó con agrado.

—Estás muy guapa —se guardó el libro en uno de los bolsillos de la chaqueta de cuero.

Me hizo un gesto con el dedo y yo me acerqué hacia él. Me plantó un beso en los labios que me dejó derretida por dentro y después me tendió un casco.

—He de confesar que nunca he ido en moto.

—No te preocupes, yo sí, solo tienes que ponerte el casto y agarrarte a mí muy fuerte.

Oscura seducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora