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JOEL

Los efecto del alcohol se empezaban a disipar. Tenía a una chica entre los brazos y me encontraba en un baño mohoso con las paredes de un alicatado de colores. En mi sano juicio nunca que hubiera metido en un sitio así para estar con una chica, había bebido tanto, que el juicio se me había disipado con cada nuevo trago.

La chica se movía a horcajadas sobre mí y no era capaz de sentir nada. ¿Cómo cojones había terminado así? ¿Cómo se llamaba esta tía? ¿Alejandra?

Un grito agudo partió el silencio de la noche por la mitad.

Me tensé y la chica que tenía sobre mí, paró sus movimientos rítmicos durante un momento.

—¿Qué ha sido eso? —preguntó con voz pastosa.

—Parecía un grito —aproveché la ocasión para quitármela de encima, me quité el preservativo (que no recordaba haberme puesto) y comencé a subirme los pantalones.

Sea como fuera, ese ruido había servido para detener la estupidez que estaba haciendo, quería salir de aquí, despedirme de esta tía y escribir un largo mensaje de disculpa a Emma. La había cagado de todas las formas humanamente posibles.

—Será mejor que nos marchemos de aquí.

La chica asintió y comenzó a recomponer su ropa.

Un segundo grito se hizo audible de nuevo, fue un alarido desgarrador que me puso todo el vello del cuerpo de punta.

—Esto me está asustando —arguyó la chica con los enormes ojos azules abiertos como platos.

Me vino a la mente el día en que quise hablar con Emma en estos mismos baños y la forma en la que se asustó y gritó. Tal vez esos gritos no eran más que parte de un juego o una broma.

De refilón vislumbré mi reflejó en uno de los espejos del baño y vi que tenía la nariz hinchada y amoratada, tenía unas ligeras sombras moradas también en la parte baja del ojo. Estaba hecho un cuadro,  me lo tenía bien merecido.

—¿Joel?

La chica (de nombre incierto) me hizo salir de mi ensimismamiento.

—¿Qué?

—¿Cómo que qué? ¿Es que no has oído esos gritos?

—Sí y también estoy asustado, es mejor que nos larguemos de aquí cuanto antes.

El instituto estaba completamente a oscuras y solitario. Hacía rato que la fiesta había terminado y los estudiantes posiblemente estarían ya en sus casa.

Aceleré el paso, si ya no había nadie, quién daba esos gritos, mis pasos resonaban al son del martilleo asustado de mi corazón.

Algo me daba muy mala espina.

Pisé un charco y caí de espaldas al suelo. Cuando puse la mano sobre el terrazo para levantarme, noté que el líquido era más denso, no parecía agua.

Me levanté de un salto, un poco por el miedo y otro tanto por el asco, con el ceño fruncido, saqué el móvil de uno de los bolsillos de mis vaqueros manchados y puse la linterna.

Al observar la mancha intensamente roja que había a mis pies, la boca se me desencajó del miedo y el aire se congeló en mis pulmones durante un segundo. Esto tenía toda la pinta de ser sangre.

La chica hizo ademán de gritar, pero me precipité sobre ella y le tapé la boca.

—No hagas ruido —le susurré, mientras iba desprendiendo mi agarre poco a poco.

Ella tan solo asintió.

Nos encaminamos con paso sigiloso hacia la puerta del instituto, al llegar el terror me invadió con la intensidad de la certeza de que ahí estaba pasando algo raro. Una gruesa cadena coronada por un robusto candado, custodiaba la puerta de entrada, haciendo que fuera completamente imposible abrirla.

La chica se acercó a la puerta con la intención de forcejear.

—¡No! —susurré para que se detuviera.

Era más que evidente que algo tenebroso estaba pasando en el instituto y cuanto menos llamáramos la atención mejor, era posible que nadie supiera que nos encontrábamos en el interior del edificio. Así que no podíamos llamar la atención sobre nosotros.

—Vuelve al baño, enciérrate dentro, llama a la policía y no salgas oigas lo que oigas. Es muy posible que nadie sepa que estamos aquí.

Para bien o para mal, así era, no creía que nadie supiera que estábamos aquí. Buscaría una salida y después iría a buscarla para escapar.

—¿Y tú?

—Voy a buscar la forma de que salgamos de aquí, iré a por ti.

Me miró durante unos segundos con los ojos desencajados por el terror y al instante echó correr hacia los baños.

Me encaminé por el oscuro pasillo hacia donde hacía un par de horas se había celebrado la fiesta, tenía que haber una salida y no tenía más opción que buscarla.

Oscura seducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora