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EMMA

La luna se ocultaba tras la torre de la antigua fábrica, mientras corríamos por la acera en dirección al instituto.

Aunque la noche era especialmente fría, ya no podía estremecerme por ello. Íbamos hacia nuestra sentencia de muerte y eso sí me hacía estremecer de verdad. Era como en una de esas películas que había visto mil veces, nos dirigíamos de forma implacable hacia el posible escenario de una masacre estudiantil, no obstante en esta ocasión la sangre sería nuestra y no la de un actor de segunda pringado de sirope.

La puerta estaba abierta cuando llegamos, no dijimos nada, solo la atravesamos silenciosamente. El nivel de acojone estaba a punto de llegar a cuotas inexploradas, hacía unos minutos estaba a punto de acostarme con Ángel y ahora posiblemente terminara en un lecho de flores y sangre, ¡ joder!.

Ángel se sacó el móvil del bolsillo del pantalón y activó la linterna.

A la tenue luz del aparato, el instituto era siniestro y sobrecogedor.

—Será mejor que esperes aquí.

—¿Estás loco? —gruñí asustada —no me pienso separar de ti.

—Solo si nos separamos tendremos alguna posibilidad. Aarón nos espera juntos y no pienso arriesgarme a que te haga daño.

—No.

—Te puedes esconder, reviso esta planta y vuelvo a por ti —insistió Ángel de forma muy molesta, no me gustaba que me insistiera en un puto tema como este.

—Que no, joder —. Sentencié con enfado— No creo que este sea el mejor momento para ponernos a discutir — añadí comenzando a caminar con decisión.

Avanzamos por el pasillo en dirección al gimnasio. A nuestra espalda sentimos un ruido siseante como de cadenas rozando entre sí.

—¿Has oído eso?

Esta situación era como una broma macabra, veía claramente todas las señales estúpidas que los protagonistas de las pelis de terror que llevaba tragándome durante cinco años experimentaban, si íbamos a ver qué era ese ruido, moríamos, si uno se marchaba diciendo que volvía en un momento, moría. No pensaba ser la rubia tonta que descuelga el teléfono por segunda vez para hablar con su asesino.

Un grito se oyó en el pasillo contiguo.

—¡Quédate aquí! —advirtió Ángel echando a correr en la dirección  hacia donde se había oído el grito.

¡Joder! Eché a correr tras él, era demasiado rápido para mí y había dado por sentado que no lo iba a seguir.

Un segundo grito se hizo sonoro de forma estridente  me quedé paralizada en medio del pasillo completamente oscuro.

¿En qué puta cabeza cabe que esté mejor sola en medio de la oscuridad, que yendo en dirección a unos gritos inciertos?

Tanteé con las manos y me pegué a la pared, quería sacar mi móvil y usar la linterna para alumbrar a mi alrededor, aun así no me atrevía a hacerlo, me daba terror que la luz pudiera atraer a Aarón hacia mí.

Me dieron unas ganas locas de ponerme a llorar y comenzar a llamar a Ángel a gritos. Estaba aterrorizada y temía entrar en shock por el pánico.

¿Qué podía hacer si el asesino me sorprendía aquí sola?

Morir no era una opción para mí, no estaba preparada para ello.

Oscura seducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora