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EMMA

La excitación y la anticipación me golpeaban en el vientre de una forma a medio camino del placer. Tras dos inoportunas interrupciones en los momentos en los que la cosa se había puesto más íntima entre nosotros, estaba dispuesta a que esta fuera la vencida.

Ángel me había demostrado que estaba de forma incondicional conmigo y poder disfrutar sin pensar, era lo mejor que se me podía pasar por la mente en estos momentos.

Atravesamos la puerta del gimnasio y automáticamente la música sonó amortiguada a nuestras espaldas. Caminamos a lo largo del pasillo de entrada al rechinante ritmo de nuestros pasos.

Al final del pasillo divisamos a una pareja que se besaba apasionadamente, desde esa distancia pude distinguir la lustrosa y oscura melena de Alexia, el agujero negro de mi curso, que se estaba dando el lote con un chico que me resultaba vagamente familiar.

Estábamos a punto de pasar junto ellos y dejarlos atrás, cuando tuve la certeza de que se trataba de Joel.

—¡Joel!

El chaval se separó a regañadientes de la morena que tenía entre sus brazos y me dirigió una mirada torva.

—¡Hombre! Si son la estrecha y su chulo de pelo blanco —lanzó Joel con voz pastosa.

Era evidente que iba bebido.

—Veo que al fin has encontrado a alguien que te da justo lo que quieres — mi voz sonó dolida, aunque esa no era mi intención, nada de lo que hiciera Joel podía importarme ya.

Me indignaba tener la certeza de que solo me había querido para una cosa.

—Sí, Alejandra es todo lo que necesitaba.

—¡Alexia! —le gritó la chica poniendo morritos —me llamo Alexia.

—Pues eso, Alexia —corrigió Joel con un ligero tambaleo del cuerpo hacia delante —ella me besa y le gusto, no me huye como si fuera un violador.

—Me alegro por ti, Joel.

—¿Vamos? —preguntó Ángel que no había dejado de observar la conversación con Joel con el ceño profundamente fruncido.

Pensar en que la escenita de Joel pudiera causarle malestar o dolor, me hacía hervir la sangre, era lo único que me faltaba ya.

Ángel posó su mano sobre mi lumbar y me empujó con suavidad para que siguiéramos avanzando.

—¿Conoces a esos perdedores? —preguntó Alexia de forma casi ininteligible.

—Sí, son una puta a la que me follé una vez y su chulo de mierda —soltó Joel con todo el veneno que era capaz de contener en su pútrido cerebro de borracho.

Vi como Ángel daba media vuelta para abalanzarse sobre Joel, aunque yo estaba más cerca y fui más rápida. Sin vacilación fui hacia él y lo tumbé de un puñetazo en la cara.

Joel me miró desde el suelo con sorpresa, tenía los ojos vidriosos y le sangraba profusamente la nariz.

—No voy a aguantar ni una más de tus gilipolleces. Espero que te quede claro de una vez.

Agarré de la mano a Ángel y ahora sí que nos íbamos. Al fin le había dado a Joel lo que se merecía.

Oscura seducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora