25

2 1 0
                                        


EMMA

El miércoles ya me sentía mucho mejor.

El martes Ángel había pasado a primera hora y después de las clases para asegurarse de que estaba bien, pero no volvió a hacer el intento de besarme. Tal vez la aparición de Lian a los pocos minutos tuvo algo que ver, como mi mejor amiga que era, vino a verme y pasamos toda la tarde comiendo guarradas y riéndonos del mundo entero. Aprovechó para traerme la máscara veneciana de Nora, que al parecer había olvidado en su casa y había tenido tantas emociones que no había vuelto a pensar en ella.

Miré la hora en el móvil con un gusanillo de impaciencia, eran las dos y media, así que me metí en la ducha para estar lista cuando él pasara a ver que estaba bien.

Esperaba con todas mis fuerzas que se quedara conmigo por la tarde. Me gustaba su compañía, me gustaban todas las cosas directas y sinceras que soltaba por su boca y la forma en la que un calor furioso recorría mi cuerpo hasta concentrarse en mis mejillas.

La atracción que sentía por él era muy fuerte.

Eran poco más de las tres cuando sonó el timbre.

Abrí con un montón de colibrís volando frenéticos en el interior de mi pecho.

—Veo que te encuentras mucho mejor.

—¿Por qué lo dices?

—Es el primer día que vuelvo a ver que tienes buen color.

Me eché las manos a la cara de forma instintiva estaba segura de que mis propios pensamientos me habían delatado.

Pensarás que teniendo a un asesino loco perdido cerniéndose sobre mí, era motivo más que suficiente para dejar de pensar en chicos, amores y demás dramas adolescentes, pero no, las hormonas me tenían completamente sometidas a las necesidades que colocaban en todos los poros de mi cuerpo.

Ángel avanzó por el pasillo en dirección al comedor, se movía con confianza, pude fijarme en los vaqueros negros que vestían sus piernas largas y fuertes, vaya culo perfecto se dibujaba al final de su espalda. Deseé poder explorar su cuerpo, descubrir cada músculo y cada recodo de su piel.

Joder, qué calor, ¿me habría vuelto a subir la fiebre? Me eché una mano a la frente para comprobarlo.

—¿Vuelves a tener fiebre?

Ángel se acercó hacia mí y apartó mi mano con delicadeza para poner la suya sobre mi frente.

—No parece que estés tan caliente como estos días —agradecí a todos los dioses del Olimpo que no fuera capaz de leer mi mente.

Sonreí de forma tensa.

—La verdad es que ya me encuentro mucho mejor.

Ángel se alejó de mí y fue hacia su mochila, que había dejado sobre el sofá un minuto antes.

—He traído algo de caldo que ha preparado Miranda —anunció mientras levantaba un tupper cargado de un denso caldo casero.

No podía imaginarme a una diosa como Miranda metida en la cocina preparando un caldo para la sopa, aunque suponía que incluso las mujeres perfectas tenían que cocinar para sobrevivir.

—Gra- gracias —balbuceé nerviosa.

—¿En serio te encuentras bien?

Ángel me observaba con las cejas arqueadas y una sonrisa socarrona.

Asentí sin poder ni hablar, estaba comportándome como una lerda.

—No será que ahora que te encuentras bien te vuelve a poner nerviosa mi presencia.

Oscura seducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora