Oscura seducción

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ÁNGEL

La noche era fría y húmeda. Los árboles de la entrada balanceaban sus ramas al son del aire helado que nos azotaba, mientras que las últimas hojas supervivientes del otoño caían con lento contoneo y se dejaban arrastras hacia donde el caprichoso viento las llevara.

No podía dejar de mirar a Emma con una sonrisa incipiente en el rostro. Era evidente que era mucho más fuerte de lo que había imaginado y no porque diera unos derechazos dignos de una púgil, sino porque se había enfrentado al atontado de su ex sin pensarlo dos veces.

—¿Te duele la mano? —le pregunté lanzando una mirada hacia el puño ensangrentado de Emma.

—Un poco, pero ese idiota se ha llevado su merecido. Si supieras lo arrepentida que me siento por todo lo que...

—No te tienes que arrepentir por nada, Emma —levanté su cara por la barbilla para que me pudiera mirar a los ojos —cada una de nuestras experiencias nos definen y todo lo que te pasó con Joel te ha definido y ha contribuido a construir a la Emma increíble y fuerte que tengo delante —le posé un beso cariñoso sobre la nariz. La noté completamente helada al tacto de mis labios.

—Será mejor que espabilemos, estás helada —la cogí de la mano sana y tiré de ella para que acelerara el paso.

Emma no me dijo nada, tan solo me dirigió una mirada de agradecimiento que me llenó el corazón de una sensación preciosa.

La noche no invitaba a muchos paseos, aunque me agradaba la sensación de tranquilidad y poder caminar junto a Emma. La tensión del día había sido mucha y lo de Joel había terminado de poner la guinda. Estaba claro que ambos necesitábamos un momento de relax, aunque ello implicara caminar a paso vivo congelados por el frío aire cortante que nos envolvía.