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ÁNGEL

La respiración de Emma estaba agitada cuando llegamos al final de la escalera tras haber descendido a toda prisa.

Fuera era noche cerrada, los coches circulaban en un contoneo ordenado, mientras mi mente volvía a sentir que todo iba bien. El contacto entre Emma y Aarón había sido mínimo, me sentía como el cazador que salva a caperucita del lobo feroz.

Caminamos a paso vivo por la calle Barcelona en dirección a la Rambla. La gente pasaba por nuestro lado con indiferencia, sin sospechar siquiera el terror que ambos albergábamos en nuestro interior.

No estaba preparado para que mi hermano diera la cara tan pronto. Si había observado a Emma, tenía que haberme visto con ella, tal vez su presencia era una forma de marcar su terreno. Fuera como fuese me preocupada, estaba muy asustado.

Emma tiró fuerte de mi mano y se soltó con brusquedad, su gesto me sacó de los turbios pensamientos que opacaban mi mente.

—Lo siento Emma, esto ha sido una sorpresa también para mí.

—¿Una sorpresa? —Se estiró las mangas de la chaqueta con nerviosismo —¿Se puede saber qué cojones hace tu hermano en tu casa? ¿Cuándo pensabas decírmelo? —se paró en seco en mitad de la calle.

Podía entender su enfado, podía imaginar sus sospechas, tal vez creía que se lo había estado ocultando.

—Ya te lo he dicho, yo no sabía nada, he llegado a casa diez minutos antes de que llegaras tú, si no me había ni quitado la cazadora. —señalé la prenda que me protegía del frío.

—¿Y ahora qué? ¿Qué significa esto?

—No lo sé, Emma, no sé por qué ha dado la cara, sabía que estaba en la ciudad, pero no esperaba que me visitara y menos aún que se encontrara contigo.

Me acerqué nervioso hacia Emma y la envolví en un abrazo, al menos uno de los dos podía sentirse reconfortado por el otro.

—Pase lo que pase no pienso dejarte sola.

Emma enterró su cara en mi pecho, deseaba que se sintiera segura, que confiara en mí. Pero nada podía borrar el terror que mi hermano me provocaba.

Nos encaminamos, de nuevo cogidos de la mano, hacia casa de Emma. Desde la calle pude observar que las ventanas de su piso estaban iluminadas.

—Parece que mis padre están en casa.

—A mí no me importa, si a ellos les parece bien, pienso quedarme contigo toda la noche.

Emma se rio con cierta desgana.

—No creo que les importe, aunque tampoco creo que tu hermano se presente en mi casa estando mis padres y en plena noche.

—No, eso es más mi especialidad —solté con una amplia sonrisa, en un intento por volver a la normalidad, o por lo menos por conseguir pintar de nuevo una sonrisa en el rostro de Emma, aunque ella parecía estar absorta en sus propias cavilaciones, a pesar de ello respondió a mi comentario con un leve movimiento de la comisura de sus hermosos labios.

Oscura seducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora