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ÁNGEL

Emma se tensó sobre la cama, abrió la boca como para decir algo, pero le hice un gesto para que callara. Si me interrumpía no sabía si tendría el valor para continuar con todo lo que le quería explicar.

—Será más fácil si me dejas explicarme sin interrupciones, cuando haya acabado si te quedan dudas sobre algo, lo hablamos.

Asintió con cara de estar mordiéndose la lengua.

—Conocí a Nora hace algo más de cinco años, unos meses antes de que desapareciera. Yo era un gran seguidor de su blog, me pasaba el día navegando por Internet y viendo películas de terror. Cuando descubrí el "Historias macabras" de tu hermana, sentí que había alguien más en el mundo como yo, los comentarios mordaces, la visión crítica y desgarradora de Nora, todo me parecía perfecto, y bueno... —suspiré intentando que entrara algo de aire en mi pecho, lo había soltado todo y no sabía si tendría la fuerza de volver a respirar otra vez — a mis quince años, me enamoré perdidamente de ella, no la había visto nunca, pero no necesitaba hacerlo para saber lo que sentía.

Me interrumpí un momento para poder observar a Emma, su rostro era serio, sus ojos estaban vidriosos y no podía evitar sentir que me iba a mandar a la mierda después de todo.

—Me puse en contacto con ella —continué— me rechazó insistentemente, siempre siendo tajante y sincera, tan sincera que a veces me partía el corazón. Al final y tras mucho insistir, conseguí que aceptara ir al cine conmigo. Fuimos a ver una de las de Expediente Warren — Recordé con una punzada de melancolía— teníamos ganas de posesiones y espíritus, lo pasamos muy bien, pero a la salida del cine, me vino a buscar Aarón, mi hermano mayor.

A Nora se le fueron los ojos al instante, yo sólo tenía quince años y ella estaba a punto de cumplir los dieciocho. Aaron era mayor y siempre ha sido un chico guapo. Ahí acabó todo para mí, justo el mismo día que había empezado. Después la vi muchas veces, pero en todo momento junto a mi hermano, se hicieron inseparables, hasta que ante mis ojos cayó todo el peso de la evidencia, estaban enamorados. Todo hubiera sido normal y corriente, si Aarón no fuera Aarón.

—¿Pero cómo? ¿Por qué no me habías dicho que la conocías?

—No quería que te asustaras.

—Nunca me habló de tu hermano — reconoció Emma con tristeza. — Ni siquiera sabía que estuviera saliendo con alguien, aunque justo ayer lo descubrí.

—¿Qué descubriste?

Emma se levantó y rebuscó en el interior de su bolso que permanecía tirado junto al sofá cama.

—Mira —Me tendió una nota doblada.

No dije nada, no me salían las palabras, en lugar de eso le enseñé las hojas perfumadas que guardaba en una carpeta en el interior de mi escritorio. Sabía perfectamente que iban a ser exactamente iguales.

—Son las mismas

—Sí— corroboró Emma. — Además están firmadas con una A, que bien podría ser la inicial de tu hermano.

—No tengo duda de que lo es. Está escrita a ordenador y no se puede saber a ciencia cierta, pero yo no albergo ninguna duda, creo que él le escribió la nota, como creo que Aarón fue el responsable de su desaparición.

—¿Tu hermano?

—Sí, sospecho que él mató a todas las chicas de mis recortes —Mi voz salió entrecortada de mi garganta, intentaba controlar el nudo que me crecía dentro.

—Pero...

—Lo conozco Emma, mi madre se suicidó el día que descubrió el monstruo al que había criado y ella me lo dijo, me lo dijo justo unas horas antes de aparecer muerta en la bañera. Yo no la creí, tenía problemas con la bebida hasta donde alcanzaba mi memoria, pero por una vez dijo la verdad.

Me dejé caer junto a Emma a los pies de la cama intentando ocultar los ojos vidriosos, empañados por la emoción de tener que revivir esos momentos tan duros de mi infancia

—Es difícil de asimilar, pero sé que él ha matado a esas chicas, solo que aún no lo puedo demostrar, nunca ha dejado ninguna pista y ha hecho que parecieran casos aislados. Aunque todas son iguales, siempre el mismo patrón de persona, son como tú y tu hermana, y como era mi madre, chicas de pelo negro y ojos verdes. Lo único que no alcanzo a entender, es porqué nunca apareció el cuerpo de Nora...

—Podría estar viva... — soltó Emma notablemente esperanzada.

—No lo sé, aunque no lo creo.

Bajé la cabeza intentando ocultar las lágrimas que ya no podía contener más.

—¿Y por qué no me explicaste todo esto el día que nos conocimos?

Notaba la rabia de Emma arremolinándose como un pequeño huracán en su interior. Podía imaginar que estuviera asqueada, sorprendida, asustada, pero a la vez ansiosa por desentrañar la complicada tela de araña que se tejía sobre nosotros.

—No quería asustarte — me limpié las lágrimas con la manga de la camiseta. —Te vigilo desde hace tanto... —Temía que mi confesión pudiera asustar a Emma, pero llevaba tanto tiempo callando, que necesitaba de forma desesperada poder soltar toda la verdad de una vez.

—¿Me vigilas?

—Sí— reconocí con un velado tono de timidez, me avergonzaba qué podría pensar Emma de mí, pero era mayor el terror que me daba que quisiera apartarme de su lado. —Siempre atento a que él no te hiera...

—¿Él?

—Aarón te sigue, le he visto en una par de ocasiones ante la puerta del instituto y algunas veces ha estado husmeando por los alrededores de tu casa. Sé que te sigue, te pareces demasiado a Nora para serle indiferente y además...

—¿Además qué? — Preguntó Emma con la voz una octava más aguda de lo normal. — ¿Quiere matarme?

—No lo sé, pero no pienso quedarme de brazos cruzados, no permitiré que te haga daño, eres demasiado valiosa para mí.

Se hizo un silencio que finalmente Emma decidió cortar con su propia parte de la historia.

Tenía la certeza de que ella misma también empezaba a atar sus propios cabos.

—Creo que ayer estuvo en la fiesta de Lian— confesó Emma con palpable terror—pensé que eras tú, llevaba una máscara de La purga, bailamos, pero conforme lo iba observando más, encontraba diferencias contigo, los ojos más claros, un poco más bajo, el torso más ancho... había cosas que no me cuadraban y luego comenzó a decir no sé qué, de mi olor a flores, daba repelús.

—Siempre le han gustado las flores, en todos los casos ha habido flores, pero en muchos de ellos les ha pasado desapercibido a la policía.

—Hace unos días alguien entró en mi casa y me dejó una flor sobre la cama y una nota en un papel perfumado, no era como éste —señaló el paquete de hojas que aún sostenía en mis manos — pero las características eran similares.

—Le recuerdas a ella, Nora ha sido la única de la que creo que se llegó a enamorar.

Oscura seducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora