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EMMA

¿De la única que se había llegado a enamorar? No lo creía, un psicópata no sabe lo que es el amor. Negué con la cabeza cansada, trastornada, me dejé caer de costado en la cama, busqué la almohada con las manos y me acurruqué en posición fetal.

Todo esto sonaba a película de terror y una de las cosas que siempre me había encantado de las películas es que eran ficción, terminaba, apagaba la tele y el terror desaparecía de mi vida.

Hubiera deseado que Ángel me abrazara, pero no me atrevía a decir nada, escuché cómo continuaba con su relato, sabía que todo lo que hiere dentro es mejor soltarlo y compartir esa pesada carga que deja en el corazón.

—Siempre las mata cuando tienen dieciocho años ¿cuánto te falta a ti para cumplirlos?

—Tres meses. —me incorporé de golpe.

—Tenemos tres meses para conseguir desenmascararlo y hacer que pague por todo el mal que ha hecho.

—¿Por qué no has huido y ya está? Deberías haberte marchado lejos y haber escapado de él, hacer tu vida sin la losa de un hermano loco perdido.

—No podía hacerlo, a mi manera, quise a tu hermana y ahora, te he conocido a ti... te he visto tantas veces, en tantos momentos diferentes, que no pude evitar que algo... — se señaló el pecho con la mano, justo en el punto en el que estaba el corazón — ... creciera aquí dentro.

Me incorporé para estar sentada y me acerqué lentamente a él.

—Pensaba que todo era teatro, que te gustaba reírte de mí.

—¿Crees que me hubiera tomado tantas molestias si no fuera cierto?

Ángel soltó el paquete de hojas sobre la cama y también se acercó un poco hacia mí, su mano acarició mi cara dulcemente hasta que se paró en mi barbilla y la sujetó.

—Siempre he estado ahí, cuando te hacías la remolona al salir de clase, para que aquel chico pelirrojo de segundo se fijara en ti, cuando tus padres no llegaban nunca a casa y preferías pasear bajo la lluvia, que seguir encerrada sola en tu casa, cuando ibas de compras con Lian, incluso cuando salías con Joel...

—¿Joel? Nos has visto alguna...

—Tranquila, siempre que las cosas se ponían demasiado personales me retiraba elegantemente, no quería tener que ver nada que me hiciera daño.

—Ni siquiera te había visto nunca —moví la cabeza ligeramente, para notar como la mano de Ángel volvía a acariciar mi mejilla.

—Una vez chocamos a la salida del cine— confesó Ángel con una sonrisa— me quedé lívido, temiendo que me reconocieras en alguna otra ocasión, pero ibas demasiado entretenida con tus cosas, como para fijarte en mí... hasta que no pude soportarlo y decidí que ya era hora de dar un paso más, de estar más cerca de ti.

La mano de Ángel tras darse un paseo por mi rostro descendió hasta mi cabello enredando sus dedos en mi pelo.

— Nunca creí que te podría tocar de verdad...

—Ahora me estás tocando... — susurré con dulzura.

Dejé que Ángel me besara en la mejilla, mientras seguía acariciándome el cabello.

La historia que había explicado me resultaba muy difícil de digerir pero a la vez no podía desconfiar de su palabra, me sentía verdaderamente segura con él, si me mintiera o fuera un loco, ¿no se encendería una alarma silenciosa en mi interior? El instinto de supervivencia había amparado al ser humano durante milenios, algo de eso debía permanecer aún en mi código genético, por más atrofiado que me diera la sensación que estaba.

De repente un recuerdo fugaz atravesó mi mente como un rayo. Aparté la mano de
Ángel de mi pelo y me envaré.

— Te seguí —confesé, mientras mi voz se recargaba de hostilidad.

—¿A dónde?

—Al Rabal

—¿Al Rabal? ¿Me seguiste?

—Sí y lo vi todo.

—No viste nada, ni siquiera sabes lo que viste. Supongo que me observaste hablar con Vanya.

—Si con Vanya te refieres a una prostituta... sí, te vi y lo cierto es que no solo hablaste, sino que subiste a su piso.

Ángel me miró con los ojos entornados y una sonrisa torcida.

—¿Celosa?

—En absoluto— me defendí obstinada — tan sólo estoy asqueada de que un chico como tú se vaya de putas. Es algo asqueroso.

—¿Quieres decir que no lo necesito?

—Pues no, no lo necesitas, puedes tener a la que quieras y es asqueroso pagar a una pobre chico a cambio de sexo.

—¿Incluida tú?

—No

—No, claro, tú prefieres a mentirosos con las manos demasiado largas, que se tiran a una chica y luego se olvidan de ella, hasta que vuelven a tener ganas de más y la emborrachan para poder conseguir una sesión gratis de sexo.

Ángel se levantó de la cama y se dirigió hacia la salida de la habitación.

—De todos modos, yo nunca me he acostado con Vanya, no te negaré que haya estado con alguna que otra chica, pero nunca he tenido que pagar por ello y menos aún engañar. —Puso una mano sobre el marco de la puerta y me miró con cara de pocos amigos. —No tienes ni idea de todas las cosas que estoy haciendo por ti, no espero que me agradezcas nada, pero como mínimo quiero creer que acabarás confiando en mí.

—Ángel, yo...

—Mañana sería mejor que no fueras sola a clase, si Aarón estuvo en la fiesta, puede seguirte a cualquier sitio. Iré a las siete y media a buscarte, no me hagas esperar.

Me quedé sobre la cama desconcertada con todo lo que había pasado, mi vida había tomado un giro de película de intriga que no me gustaba nada, suspiré con cansancio.

Recogí mis cosas y salí del piso de Ángel con cierto regusto amargo en mi interior.

Oscura seducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora