Oscura seducción

15

EMMA

Daba torpes pinceladas sobre el papel de acuarela de mi bloc de dibujo.

Me detuve asqueada y observé a Ángel con detenimiento. La dura curva de su mandíbula, la barba incipiente que cubría levemente la parte baja de su rostro, la nariz fina y recta, los labios gruesos y anchos, los ojos oscuros y vestidos de pestañas negras como la pez, era de una belleza abrumadora y yo no iba a ser capaz de hacer un buen retrato de alguien como él.

Lo tenía claro.

Como si fuera capaz de percibir el exhaustivo repaso que le estaba haciendo, Ángel levantó la vista de su retrato y me sonrió con desenfado.

—¿Cansada? —preguntó con una sonrisa pícara —seguro que se te hace agotador mirarme durante tanto rato y no abalanzarte sobre mis brazos.

Fruncí el ceño y resoplé mosqueada.

—Es indudable que te ha tenido que ir muy bien con las chicas si eres tan creído.

Dejé el bloc en el suelo y comencé a secar mis pinceles con un trapo de algodón manchado de pintura de todos los colores.

—¿Y tú? ¿Cómo ha sido tu vida sentimental? —preguntó Ángel recostando su espalda sobre el sillón y mirándome de manera bastante intensa.

—Aburrida —reconocí con indiferencia.

—No me lo creo, una chica con esos ojos verdes no puede tener un historial de amores nulo.

—Yo no digo que sea nulo, solo que es aburrido.

—¿Salías con el tío que te vino a buscar el otro día? —Ángel volvió a echar el cuerpo hacia delante y su cara quedó muy cerca de la mia.

Contuve el aliento con turbación y me moví para poner distancia entre nosotros.

—No creo que sea de tu incumbencia, ¿por qué no hablamos de tus novias?

—Nunca he tenido novia—sonrió y se recostó de nuevo sobre el sillón —siempre he creído que es mejor esperar hasta encontrar a la persona perfecta —se me antojó que su voz sonaba incluso ensoñadora.

No pude evitar mirarlo con confusión, su expresión parecía tan sincera, que me maravilló las dotes interpretativas que poseía.

Claro, nunca ha tenido nada serie, pensé, prefiere irse por ahí con prostitutas, recordé con amargura.

Me levanté y comencé a guardar mis cosas en la mochila, sentí una urgencia horrible por salir de ahí y no tener que ver a Ángel.

—Si no esperas a que se seque el dibujo se echará a perder —aconsejó Ángel.

—Lo sé, de todas formas no es un dibujo muy bueno, así que me arriesgaré.

Me sentía furiosa, asqueada y en cierto modo desengañada.

—¿Enfadada? —preguntó Ángel con una sonrisa petulante en su rostro —¿te pones celosa de lo haya hecho antes de conocerte?

No pude evitar emitir una carcajada seca.

—En absoluto, no me importa lo que hayas hecho, entre tú y yo no hay nada y no va a haber nada —me crucé de brazos sobre el pecho en un gesto claramente defensivo.

—Tus labios no me decían eso en tu casa y tus ojos también me decían lo contrario hace un momento.

Se puso en pie y se acercó hacia mí.