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Las luces del hospital siempre parecían tener un color o intensidad distintas a las de fuera, o tal vez era el olor que parecía encontrarse en cada esquina. Había gente que decían que eran los sonidos de las máquinas, las ruedas de las camillas, las voces de los médicos y enfermeras.

Park Jimin no tenía idea de qué era exactamente, pero dadas las circunstancias descartaba totalmente que fuese el sonido lo que le daba una sensación de intranquilidad cada vez que pisaba un hospital.

Mientras esperaba en el sillón del otorrinolaringólogo a ser de nuevo revisado supuso que simplemente era el hecho de que, por lo general, nadie asistía al hospital por una buena causa. Si había una planta que irradiase felicidad podría decirse que solamente era la de maternidad y, en ocasiones, tampoco era todo tan bueno.

El doctor le volvió a colocar aquel aparatito que pitaba en sus oídos después de comprobar exteriormente su oreja. En el derecho no oía nada, pero en el izquierdo volvió a sentir aquel pitido agudo y molesto y cambió su gesto neutro a uno de desagrado.

No habían pasado aún dos semanas completas desde el atentado en la boda, pero Jimin podía jurar que oía algo más que al principio, aunque aún era incapaz de comprender palabras, sólo llegaba a notar vibraciones, captaba ruidos.

El otorrino se sentó tras su mesa y comenzó a teclear en su ordenador, él dio por hecho que ya había terminado su revisión y se levantó para ir a sentarse en la silla frente a él.

Notaba frío en su oreja derecha, o en lo que quedaba de ella.

Ya la había visto, no siempre podía tener a alguien que le curase las heridas, así que no le había quedado más remedio que mirarse en el espejo. Sinceramente, se vio horrible.

La marca que le quedó en la mejilla era pasable, preferiría no tenerla, pero no era el fin del mundo, pero su oreja... Aquello era otra cosa.

Se encogió ligeramente en el asiento mientras el doctor de bigote terminaba de escribir, ahora en un papel.

Te veré en dos semanas.

Es recomendable que la lesión termine de sanar al aire libre. Sigue con la curación habitual.

Jimin leyó el papelito, miró al doctor y asintió. Tal vez no estaba oyendo más, quizá solo se lo imaginó.

Se levantó y despidiéndose cortésmente del doctor salió de la consulta y marchó por las escaleras en busca de la de la psicóloga. Al llegar miró la hora en su móvil y comprobó que aún quedaban unos minutos para su cita, se sentó en uno de los asientos metálicos anclados a la pared y se quedó releyendo el papelito del médico.

Al levantar la vista después de doblarlo y guardárselo en el bolsillo de la chaqueta vio que había un niño que lo miraba fijamente, bueno, más concretamente a su oreja destrozada. La mujer sentada a su lado, probablemente su madre, se dio cuenta y se inclinó hacia el niño para decirle algo.

Jimin estuvo tentado de decirle que no hacía falta que le susurrase, estaba sordo, pero no lo hizo, simplemente apartó la vista de ellos y se dedicó a pensar.

Las cosas con Yoongi ahora estaban un poco tensas, no era lo que quería, pero no lo podía evitar. Se recriminaba a sí mismo la frialdad con la que ahora trataba a su supuesto mejor amigo y se decía que estaban a la par, pero un lado de su conciencia se negaba. No, no tenían nada que ver, aún cuando ambos habían roto su pacto de no tener nada que ver con los hermanos de sus amigos aquello no tenía absolutamente nada que ver.

Y es que Jimin quería muchísimo a Yoongi, pero adoraba a Tae y no podía evitar pensar que su hermano había estado sufriendo por él durante mucho tiempo. Ahora que sabía quién era el tipo que lo había hecho llorar y que lo había besado e ilusionado para luego volver con su ex y hacer de cuentas de que nada pasó no podía separar las cosas.

🚔Irrompible🚔 (JIKOOKMIN)-Completada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora