040. CONFESSION

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Más tarde ese día regresé a la clase y obviamente él estaba ahí también, siendo el ser humano más feliz del mundo hasta que nuestros ojos se encontraron. No quise dejarme hipnotizar por esos cristales color chocolate, así que fingí no verlo y tomé asiento, ignorándolo por el resto de la clase.

Cuando las horas habían pasado y todos se disponían a irse, salí del aula rápidamente sin mirar atrás porque ese día no se requerían mis servicios en la biblioteca. Apresuré el paso para evitar que él me alcanzara y me fui a casa con los puños apretados y todas mis emociones amenazando con salir. Jamás creí que mi primer distanciamiento con el que había sido mi mejor amigo por tanto tiempo sería por esta razón, no sé en qué momento las cosas se me salieron de control y ahora me sentía con mucho resentimiento, pero también culpa.

Ya en casa pensaba cerrar los ojos y dormir para dejar de pensar las cosas demasiado, hasta que un golpe en mi ventana me hizo voltear. Yo ya sabía perfectamente quién era.

Lo justo hubiera sido que volviera a intentar dormir y lo ignorara, pero simplemente no pude, todo mi cuerpo me pedía a gritos que le dejara ver su cara y escuchar su voz. Me levanté y aparté las cortinas de mi vista, él estaba ahí con su mano levantada, a punto de lanzar otra cosa. Levanté el cristal y él bajó su mano, me miró con los ojos muy abiertos y abrió sus labios un par de veces, pero no dijo nada, lo vi tragar saliva hasta elegir las palabras que iba a decirme.

—Tenemos que hablar, Yoongi.

—¿De qué? —respondí sin mucho interés. Si era lo que él quería, entonces así iba a ser, yo también podía fingir que nada estaba sucediendo.

—Lo siento, ¿Sí? Fui un idiota, lo sé. Pero tenemos que hablar, de verdad.

Suspiré sin energías y le hice una seña con mi cabeza para que se acercara. Lo vi alejarse de la ventana y yo cerré la mía. Llegó a mi habitación mucho más rápido de lo que yo esperaba y se detuvo en la puerta, mirándome.

—¿De qué quieres hablar? —fue todo lo que yo dije y él agachó su cabeza, rendido. Cerró mi puerta con candado y avanzó con pasos tímidos hacia mí.

—Quería disculparme. El día de hoy me comporté como un imbécil y en serio lo siento.

—No voy a discutirte eso, fuiste un imbécil —le di la espalda y tomé asiento en mi cama. Sentí mis pulsaciones acelerarse cuando él se acercó para sentarse a mi lado.

—Es sólo que yo no supe qué hacer, estoy tan confundido con todo lo que está sucediendo... Pero sobre todo con lo que estoy sintiendo —algo en mí se activó de repente cuando lo escuché pronunciar esas palabras. Lo miré y él se veía igual de perdido que yo—. Creí que si actuaba como si no hubiera pasado me quitaría ésta sensación de encima.

—No eres el único que la está pasando mal aquí, no puedes hacer tu voluntad y confundirme de esta forma, tampoco me digas cosas que no sientes, Hobi.

—Jamás lo he hecho y jamás lo haré... Me siento tan confundido, no he podido dejar de pensar en lo que pasó.

No respondí y él parecía parcialmente decepcionado, mordía su labio inferior nerviosamente y limpiaba el sudor de sus manos en su regazo.

—No sé qué es lo que quieres, Hobi... Ir con tu novia como si nada, haciendo como que nada de esto pasó, eso no es justo para Mijoo —lo dije de repente y a él pareció haberlo tomado por sorpresa, ya que sólo me miró con sus ojos expresivos, que me decían todo y a la vez no decían nada—. ¿Por qué volviste con ella?

Tomó una respiración profunda y habló muy despacio, casi inaudible. —Quería convencerme de que esto no me está gustando, así que creí que esa era la mejor manera. Me siento muy raro por lo que sucede, y el hecho de que me guste me hace sentir como si se perdiera una pequeña parte de mi hombría cada vez.

Todo rastro de molestia que yo sentía hacia Hobi se disipó como humo, me partía el corazón verlo hecho un desastre, enredado con sus propias emociones y sin saber cómo reaccionar. No pude hacer nada más que entrelazar mi mano con la suya, el calor de sus manos suaves y sus dedos delgados me provocaban una sensación por demás agradable, eran tan contrastantes a las mías, que siempre estaban frías. No quise mirarlo, esa era su arma más poderosa contra mí, siempre que sus ojos se posaban sobre los míos mi alma abandonaba mi cuerpo y hacía su propia voluntad.

Su otra mano se conectó con mi mejilla y me obligó a mirarlo, ahora él acariciaba mis labios con sus dedos. Me acerqué a él y me dejé llevar por lo abrumador de la situación, de mis sentimientos y de su aroma. Desde que nos habíamos besado por primera vez sentía ese cosquilleo sobre mis labios que me indicaban que estaban ansiosos por el próximo encuentro, que estaba sucediendo en ese instante.

Quería estar por siempre así, con sus labios sobre los míos y ésta sensación de calidez que recorría mi cuerpo entero. Quería tenerlo conmigo de esta forma, que se olvidara de cualquier otra persona que lo había besado antes de mí, que solo me quisiera y me buscara a mí, justo como yo lo hacía.

Mis manos rodearon su cintura y sentí un choque eléctrico sacudir cada fibra de mi cuerpo. No me importaba que mis ojos estuvieran cerrados, ni tampoco me importaba no volverlos a abrir jamás, con esos besos él ya me lo había mostrado todo, el mundo entero, todas las respuestas habidas y por haber, respuestas a preguntas que yo ni siquiera había pensado.

Toda la habitación estaba llena de su olor y me sentía extasiado de sólo respirar. Nuestros labios se separaron, pero él seguía sosteniendo mi rostro entre sus manos. Me miraba de una manera tan especial que por un momento me sentí como lo único en el mundo, juraría que me estaba mirando como yo lo había visto siempre.

—Me gustas mucho, Hoseok —fue todo lo que pude decir cuando nuestros labios dejaron de tocarse.

—Creo que tú también me gustas.

Sun [YoonSeok/HopeGa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora