—Abuela, creo que ya viene —susurré lo suficientemente fuerte para que mi abuela me escuchara, pero no tanto para que Jungkookie, que estaba detrás de la puerta, se diera cuenta.
Mi abuela asintió un par de veces y encendió la pequeña vela que estaba justo en el medio del pastel de chocolate, el favorito de mi hermano. Justo en el instante en el que la vela fue encendida, Kookie abrió la puerta y entró sin decir nada, quitándose los zapatos.
—Feliz cumpleaños a ti... Feliz cumpleaños a ti... —mi abuela y yo cantábamos al unísono y sonreíamos para celebrar el cumpleaños del menor de nuestra pequeña familia.
Jungkook dejó su mochila en el suelo lentamente y nos ofreció una sonrisa tan falsa que ni siquiera yo me creí, pero lo dejé pasar.
Dejé pasar muchísimas cosas.
Se acercó a nosotros con los brazos cruzados y una de esas sonrisas que no eran suyas. Viéndolo de esa forma, pude notar que los rasgos infantiles de su cara comenzaban a desaparecer día con día, pero yo estaba tan "ocupado" en mis cosas que no me había dado cuenta. Mi hermanito cumplía doce años y justo en ese instante de nuestras vidas algo estaba mal, pero no podía definir qué era.
Cuando terminamos de cantar, mi abuela y yo aplaudimos y Jungkook sopló la vela del pastel sin pedir un deseo. Me acerqué a él y lo tomé entre mis brazos para abrazarlo como cuando éramos niños y habíamos tenido un día duro.
Al principio lo sentí rígido, como si nuestro contacto fuera extraño o desconocido, pero pronto sus hombros empezaron a relajarse y me abrazó también. Besé sus cabellos para después recargar mi mejilla en su cabeza y susurrar sólo para él. —Feliz cumpleaños, Kookie.
No dijo nada y creí que eso sería todo, hasta que lo escuché sollozar levemente mientras empuñaba la tela de mi uniforme y sus hombros diminutos se sacudían ligeramente. Jungkook estaba llorando.
—Tranquilo, ardilla, todo está bien —dije, separándome de nuestro abrazo para que me mirara a los ojos—. ¿Por qué lloras?
Jungkook negó un par de veces y se limpió las lágrimas con su muñeca. —No es nada, hyung... Es sólo que estoy muy feliz de que estén conmigo.
Algo dentro de mí me decía que siguiera preguntando, que ese niño que estaba frente a nosotros no era Jungkook, que había sido cambiado por alguien que parecía caminar por la casa como si estuviera muerto en vida, que tenía esta mirada vacía de forma permanente y que sus expresiones no reflejaban felicidad ni tranquilidad, aunque sonriera. Nunca he tratado de justificarme, pero creo que yo era una persona con la mente muy débil, demasiado débil como para tratar de ayudar a los demás.
Nunca pude ayudarme a mí mismo tampoco.
Y como mis demonios ya eran demasiados para alguien tan joven, decidí ignorar las súplicas silenciosas de mi hermano. Tal vez mi subconsciente creyó que de esa manera mi vida sería más fácil y por eso me cegó, tal vez el amor por Hoseok me tenía tan enfermo que no podía ver nada más.
Mi abuela se acercó a ambos y puso su mano sobre el hombro de mi hermanito, nos sonrió y se dirigió a Kookie. —No quiero que llores, si estás feliz entonces tienes que reír. ¿No quieres pastel?
Jungkook esbozó una media sonrisa y asintió ligeramente. —Iré a lavarme las manos —dijo, para después desaparecer por la puerta del baño.
Después de acomodar la mesa y partir el pastel, los tres estábamos sentados ahí en silencio, mi abuela y yo nos mirábamos ligeramente contrariados ya que Jungkook sólo tenía la mirada perdida y deshacía su pedazo de pastel con el tenedor sin probar ni siquiera un bocado.
—¿Cómo te fue hoy en la escuela, Jungkook? —dije de repente para tratar de deshacer un poco el silencio incómodo que hacía contraste con el sonido de los cubiertos chocando los platos.
—Estuvo bien —respondió sin mirarnos.
—Kookie... —empezó a hablar mi abuela.
—No me llamen Kookie, ya les dije que no me gusta —respondió mi hermano con frialdad, su voz sonaba irreconocible, estaba llena de enojo.
—Bueno, Jungkook... Hay algo que tu hermano y yo hemos querido preguntarte. ¿Pasa algo? ¿Necesitas ayuda en algo? Hemos notado que no te has sentido bien y queremos ayudarte —mi abuela continuó hablando, trató de colocar su mano sobre la de mi hermano, pero él se apartó, escondiéndola debajo de la mesa.
—No me pasa nada —respondió Jungkook, dejando caer el tenedor sobre su plato y levantándose de la mesa—. No tengo hambre, me voy a dormir.
Mi abuela recargó su frente sobre sus manos y resopló exasperada. —No quiere hablarme, Yoongi, no sé cómo acercarme a él y no sé qué le sucede. Te juro que no es la primera vez que se lo pregunto, pero siempre dice que no le pasa nada, pero su forma de actuar me dice lo contrario.
Cerré los ojos por unos instantes y traté de encontrar las mejores palabras, pero simplemente no estaban. Yo me había prometido que protegería a Jungkook con mi vida, pero en esos momentos ni siquiera sabía de qué tenía que protegerlo.