"Mi amigo y yo, mirando a través de su caja roja de recuerdos. ¿Sabes? Marchitado, pero el amor aun así logra meterse en sus venas.
¿Por qué no puedes verlo? La naturaleza parece tener su forma de advertirme"
—"Sonnet", de The Verbe.
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Después de haberle dado un nombre oficial a lo que sentíamos y de por fin haber dicho esas palabras que había guardado por tanto tiempo, nos quedamos sentados en la hierba por mucho, mucho rato. El clima, como los dos habíamos mencionado antes, era muy agradable; a pesar de que era obvio que iba a llover más tarde, las pocas nubes grises decoraban el cielo de una forma muy bonita, la ligera brisa dejaba una caricia dulce sobre los poros de mi piel y el agua de la laguna ondeaba suavemente, como todo lo demás alrededor. Nos quedamos sentados ahí, nuestros cuerpos estaban separados pero nuestras almas estaban juntas.
Nos miramos sin decir nada hasta que los dos empezamos a sonreír y el silencio se convirtió en una sinfonía del sonido del viento, el canto de las aves y los latidos de mi corazón. Tenía muchas ganas de levantarme de mi lugar y acercarme a Hobi, recostarlo sobre el pasto y postrarme sobre él para llenar su cara de muchos besos y entrelazar nuestros dedos. Quería estrechar su mano y llenar sus nudillos de besos simples e inocentes, quería acomodar uno de los mechones de cabello castaño detrás de su oreja y decirle en voz alta lo hermoso que era.
Ya habría tiempo para eso, algo me decía que sí.
Hoseok y yo regresamos a casa más tarde; nos levantamos del suelo con pesadez y caminamos tranquilamente a la bicicleta, para después volver a ponernos en marcha hacia la parte de la ciudad que sí conocíamos. Subimos a la bicicleta y él se acomodó a mis espaldas, abrazó mi cintura con sus brazos alargados y recargó su barbilla en mi hombro, no le importó depositar besos en mi mejilla incluso si algunas personas nos miraban. De todas formas, en esa parte de la ciudad las personas no nos conocían.
Me encantaba sentir el calor de su cuerpo contra el mío, me gustaba la sensación que me brindaba su pecho y sus respiraciones tranquilas sobre mi espalda. Me fascinaba escuchar su risita nerviosa e infantil y sentir su aliento sobre mi rostro. Lo amaba, lo amaba muchísimo.
Mis pies dolían después del recorrido a casa, había pedaleado un gran tramo y por mucho rato, sin contar que llevaba a Hoseok también. Para cuando ya estábamos muy cerca, los pequeños atisbos de la noche empezaban a aparecer sobre el cielo de Daegu, la brisa sencilla y agradable se había convertido en una ligera corriente helada y el ambiente estaba un poco oscuro.
Nos detuvimos en silencio y dejé la bicicleta en su lugar, Hobi solamente caminaba detrás de m. Cuando salimos de la cochera yo metí ambas manos en los bolsillos traseros de mis jeans desgastados y me recargué en una pared cercana, Hobi se cruzó de brazos y miraba a los lados, como si quisiera evitar mis ojos. Incluso con la poca luz que brindaba el ambiente, yo pude divisar el ligero color rosa que adornaba las mejillas del castaño.
—Debería ir a casa para avisarle a mamá que ya estoy aquí —inquirió Hoseok—. Podría preocuparse.
—Sí, tal vez deberías —respondí sin muchos ánimos. Aunque él tenía razón, yo no quería que se fuera, quería llevarlo a mi habitación y encerrarlo en mis brazos toda la noche, vigilar que durmiera bien y darle un beso en la frente antes de que cerrara los ojos.
—De acuerdo, Yoon —dijo Hobi, despegando su espalda de la pared—. Entonces te veré después —se encaminó hacia el frente, para dirigirse a su casa. No pude evitarlo y mi cuerpo me movió por sí solo, sacando mis manos de los bolsillos y sosteniendo la muñeca derecha de Hoseok de repente, evitando que siguiera alejándose de mí.