#27

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Acordé con Han que no dormiría con él en su habitación, puesto que me parecía una forma bastante inapropiada de intentar romper lo nuestro, y después del acercamiento que hemos tenido esta noche, lo último que quería era intentar darle falsas esperanzas, por lo que he decido dormir en el sofá del salón sin ningún reproche que valga y así ha sido.

Me encuentro tumbado mirando el techo y de vez en cuando a la ventana para distraerme con lo que esté pasando fuera pues no era capaz de conciliar el sueño, desde que vi a Chan todo el cansancio que tenía dentro se esfumó, me activé y ahora por más que lo intento no soy capaz de conciliar el sueño. Me levanté varias veces a beber un poco de agua pero seguía igual de despierto así que para cuando dieron las dos y media de la madrugada me volví a levantar pero esta vez para tomar un vaso de leche, recordando que a mi madre siempre le funcionaba ese truco cuando yo era pequeño y me despertaba en mitad de la noche. Busqué en la nevera y para mi suerte encontré un brik de leche sin lactosa justo en la última balda de la puerta.

- ¿Qué estás haciendo? - Preguntó una voz grave somnolienta provocándome un susto de muerte.

Me giré exaltado y me topé con Chan medio adormilado, con un pantalón de chándal ahora largo y gris, sin nada cubriendo su torso y con el pelo terriblemente rizado y alborotado.

- Me asustaste imbécil. Solo buscaba un poco de leche. - Se acercó hasta estar justo a mí lado y mirar también con los ojos apenas abiertos la nevera, buscando algo que picar supuse, pero no cogió nada.

Cerré la nevera y me dirigí a por un vaso para echarme la leche, Chan había tomado asiento en el sofá así que me dispuse a sentarme a su lado cuando terminé de guardar de nuevo la leche en su sitio.

Ninguno dijo nada, se mantuvo con los ojos cerrados y con las manos descansando sobre su regazo mientras yo le daba pequeños sorbos a la leche. Aproveché para darle una ojeada fijándome primero en la cicatriz que había en mitad de su pecho, larga e imponente, pero mucho más fina y lisa a cada día que pasaba. Recordé de repente la imagen de él en coma en la cama del hospital, generándome aquello una pequeña punzada en el pecho no quería que algo así volviese a ocurrir, no por favor, fueron unos días horribles. Me fijé en su perfil bien definido y perfecto, en sus grandes labios bien carnosos, y su gran nariz pero no por ello imperfecta. Su cuello se veía sexy, su mandíbula bien definida al igual que sus abdominales, sus pectorales y sus brazos... Chan realmente parecía estar esculpido por un dios, la gente y los chicos no mentían al decir que lucía bien apetitoso.

Seguimos así unos largos minutos más hasta que, tras empezar a sentirme algo nervioso, decidí romper yo el silencio en voz baja para no molestar a los chicos.

- ¿No vas a hablar conmigo? - Pregunté directamente haciendo que Chan abriese los ojos para, ahora sí, mirarme.

- Pensé que no querías que lo hiciese. - Fruncí el ceño confundido.

- ¿Por qué no iba a querer que me hablases? - Dije inocentemente.

- Porque me estás evitando desde que llegaste. - Contesta él con una sonrisa en sus labios. Estaba muy tranquilo sorprendentemente.

Me miraba con ojos cansados pero brillantes junto a una sonrisa sutil y dulce, mientras que yo le miraba con los ojos algo pesados y acaramelados, sentía que estaba viendo a la persona más bella del planeta por un segundo. Pensé que me daría un trato completamente diferente, pensé que estaría frío, distante, seco, que me interrogaría por todo de manera seria y hasta casi cruel, pero no que me miraría con buenos ojos como lo está haciendo.

Tragué un poco más de leche y le volví a mirar sintiendo a mi corazón latir rápidamente.

- Lo siento. - Fue lo único que pude decirle. Me quedé sin excusas.

LimboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora