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A las nueve ya me dirigía hacia el piso de Minho de lo nervioso que estaba. Pasé por una hamburguesería que solía disfrutar bastante hace un tiempo atrás, recogí la cena, entré a una tienda de conveniencia por un par de bebidas, en mí caso Fanta y para Min Coca-Cola y seguí con el trayecto.

Tenía en mente hacer algo especial, como poner velas para darle un ambiente romántico, una pequeña manta en el suelo... incluso compré unas flores azules, unas pequeñas como las que él compró en Australia aquel día, para dárselas a modo de regalo... de verdad quería hacerle sentir o al menos hacerle saber que me esforzaba por hacerlo bien, quería de verdad, de todo corazón hacerlo bien y que Min me diese el visto bueno.

Llegué pasada una media hora, subí por el ascensor a la azotea y comencé a prepararlo todo. Puse la manta, la cena, las bebidas en unas copas de champán para hacerlo más vistoso y las flores que al principio iban en el centro y que tras debatirlo mejor acabaron esparcidas por la manta, el suelo y cerca de las velas dejando únicamente un par de flores a modo de ramo.

Me retiré una vez acabé de colocarlo todo para mirarlo desde lejos y comprobar que tan bien me había quedado, pero al pensarlo mejor y verlo con perspectiva me pareció la mayor estupidez de mí vida.

- Vamos Chan... esto es una cursilada. - Suspiré regañándome a mí mismo en voz alta por tal idiotez.

Me pareció demasiado y entre los nervios y la pequeña ansiedad que sentía me arrepentí y comencé a quitarlo todo. De repente me sentí inseguro.

Tal vez esto le haga sentir demasiado incómodo, pensé.

Así que apagué todas las velas, quité las flores, las guardé en mí mochila y escondí el pequeño ramo detrás de la misma. Me sentí mucho más nervioso después de aquello y lo peor de todo es que apenas faltaban un par de minutos para que Minho apareciese por esa puerta tras de mí para hacerme compañía y hablar, por lo que no disponía de mucho tiempo para relajarme.

Ya empiezas mal Bang, me reprendí mentalmente.

- Venga vamos, tengo veinticinco años no quince. - Seguí reprendiéndome hasta que escuché la puerta de la azotea ser abierta.

Me incorporé como un rayo, acicalé mi ropa y me quité la capucha de la sudadera para recibir a Minho con el corazón latiéndome a mil por hora. Carraspeé, tragué en seco y esperé a que se acercara lo suficiente para saludarle.

Él venía a paso lento, con tranquilidad, desprendiendo un aire juvenil a su vez que lo hacía ver mucho más atractivo de lo que ya lo era. Vestía unos pantalones cortos negros con una camiseta blanca algo más grande de lo normal y sus gafas a modo de complemento. Llevaba el pelo al natural y ninguna gota de maquillaje en su rostro, algo que agradecí en mí interior, pues con tanto pensar demasiado en hacer que todo esto salga bien ni siquiera me ha dado tiempo a arreglarme o ponerme algo más presentable.

- Buenas noches. - Me saludó él con una pequeña sonrisa, mientras yo jugueteaba con los bordes de las mangas de la sudadera intentando calmar mis nervios.

- Buenas noches. - Contesté con una reverencia que le hizo reír suavemente.

Agh pero qué mierda me pasa.

- Te ves nervioso. - Comentó él mirándome con tranquilidad a los ojos. Yo sonreí vergonzosamente desviando la mirada.

-Si... disculpa. - Min puso los ojos en blanco. - Toma asiento, seguro tendrás hambre así que cenemos. - Le dije rápidamente para intentar finalizar con ese ambiente incómodo que se había instalado entre nosotros, o por lo menos en mí.

Minho tomó asiento a mí izquierda recogiendo sus rodillas en un abrazo en lo que yo le extendía su cena. Notó las copas de champán y eso le hizo sonreír de una manera que no sabría describir.

LimboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora