CAPÍTULO 14

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Lisandro pov:

Después de que Milagros se fuera, me quedé toda la tarde con Delfina porque no nos veíamos hace mucho y queríamos ponernos al día. Sinceramente, la extrañaba muchísimo y me hacía bien poder hablar con ella de nuevo en estos momentos en los que estaba con un montón de quilombos en la cabeza. Siempre habíamos tenido una excelente comunicación y nos escuchábamos y ayudábamos mutuamente con nuestros problemas. Ahora sabía que, a pesar de nuestras peleas e idas y vueltas, también podía contar con Mili cuando la necesitara pero con Delfi era diferente porque la conocía hace muchísimos años ya y nos teníamos una confianza y un cariño especial.

Me había quedado con las ganas de agradecerle a Mili todo lo que había hecho por mí a pesar de que ella tuviera sus propios problemas por lo que, con la ayuda de Delfina, había decidido prepararle una cena sorpresa: la idea era mandarle un mensaje diciéndole alguna excusa para que viniese y sorprenderla.

Todo lo que iba a cocinar llevaba un par de horas por lo que nos pusimos a prepararlo temprano. Cuando sonó el timbre, me alejé del fuego y fui a contestar el portero eléctrico en medio de un ataque de risa de Delfi porque se había manchado toda la remera con su torpeza habitual.

—¿Quién es? —pregunté mirando de reojo lo que estaba en la hornalla prendida por miedo a que se quemara.

—Soy Mili —se escuchó desde la calle—. ¿Puedo pasar? Quiero hablar con vos de algo.

No podía dejarla entrar porque se iba a arruinar la sorpresa y si no revolvía la comida en los próximos 15 segundos, se iba a empezar a quemar todo.

—Ahora estoy ocupado la verdad —contesté rápido—. ¿No podés venir después?

Hubo un breve silencio antes de que me contestara.

—Sí, dejá. Seguí con lo tuyo. Perdón por molestar. —Lo último lo había dicho como si estuviera molesta pero no pude frenarme a pensar mucho cuando empecé a sentir olor a quemado.

Me alejé rápido del portero para ir a revolver la comida.

—Che, hubieras salido a ver que quería —comentó Delfina mientras intentaba limpiarse el desastre que se había hecho en la remera—. Entiendo que no quisieras que viera la sorpresa pero ¿y si era algo importante?

—Yo creo que me lo hubiese dicho igual si hubiera sido muy importante.

—Si vos decís... —me respondió—. ¿Se cagó la comida?

—No, por suerte no.

Lo que me dijo Delfina, quedó rondando en mi cabeza por todo el resto de la tarde, no dejándome tranquilo, por lo que terminé llamándola. Al principio no me contestaba lo que me preocupó más todavía pero al cuarto intento, atendió.

—Mili, ¿todo bien? —dije apenas contestó—. ¿Por qué no contestabas?

—No soy Mili —se escuchó la voz de Lautaro del otro lado del teléfono, confundiéndome—. Y no te atendía porque no tenía ganas de hablar.

—¿Qué hacés con su teléfono?

—Está conmigo en el hotel donde nos estamos hospedando con los chicos. Me vino a ver porq-

—¿Están solos? Perdón si interrumpo algo —escupí enojado, sin dejarlo terminar de hablar.

Lautaro suspiró irritado.

—No estamos solos, Lisandro. Están los chicos y Zoe también.

—Ah, o sea que se juntaron todos y me excluyeron a mí —dije sin poder creerlo—. Gracias por tenerme en cuenta.

Malentendido | Lisandro MartínezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora